A la dama que en el hablar
de nuestro común se aparta,
cócale Marta,
cócale, cócale, cócale Marta.
A la viudaza primero
que, con ascos y ternezas,
llama «borlas» y «bravezas»
a las turmas del carnero
y, con su melindre artero,
al más necio enfada y harta,
cócale Marta,
cócale, cócale, cócale Marta.
A la entonada matrona
y reverenda beata,
que llama «zipe» a la gata
y con aquesto se entona;
la que a vísperas y nona
lleva de cuentas gran sarta,
cócale Marta,
cócale, cócale, cócale Marta.
A damas de monjilones,
que llaman las zenahorias
con su melindre «chicorias»
y suspiran en sermones;
las que en horas y oraciones
sirven a santa Lagarta,
cócale Marta,
cócale, cócale, cócale Marta.
A la monja repicada
que se mira y que se escucha
y, con arrogancia mucha,
presume de bien mirada
y de puro bien hablada
llama «epístola» a la carta,
cócale Marta,
cócale, cócale, cócale Marta.
Santa Marta, de Betania, varias veces citada en los Evangelios, es hermana de María y de Lázaro, huéspedes de Cristo. Modelo de humildad el santoral la convierte en patrona de cocineras, sirvientas, amas de casa, lavanderas, de las hermanas de la caridad. En esta clave, el poema es una invitación a la “humilde Marte” a “hacerle cocos” o burlas asus arrogantes señoras.
Por cierto, “repicada” insiste en la semántica de la arrogancia (en la línea del “se entona” de la segunda estrofa”) y se explica perfectamente en refranes como “La viuda rica con un ojo llora y con otro repica”, pero “picar” y “repicar” apunta también en un sentido erótico. No obstante, a partir de la “Marta” del estribillo, el poema lleva a cabo una lectura erótica de la “leyenda dorada” que acompaña a Santa Marta, la vencedora del dragón (nombrado como “lagarto”). de ahí el “servir a Santa Lagarta” (v. 26). Pero en el poema, el dragón (o lagarto) al que hay que Marta, en honor a su patrona, ha de “hacerles cocos” es el dragón de la melindrosa, rebuscada, melíflua, presuntuosa, bachillera, cargante, hipócrita, fingidora, estudiada beata, ejerza tal pieza de matrona, de viuda, o de “monja repicada”.
Para todo lo relacionado con Santa Marta y el origen de las paradojas que reúne este poema, véase Patricia GRAU-DIECKMANN, “Santa Marta, guardiana de hogares ajenos”, Eikón Imago 11 (2017), pp. 51 y ss.