¡Oh dulce noche! ¡Oh cama venturosa!
Testigos del deleite y gloria mía,
decid qué os pareció de la porfía
de aquella dama dulce y amorosa.
¡Cómo se me mostraba rigurosa!
¡Cómo de entre mis manos se salía!
¡Cómo dos mil injurias me decía,
la dulce mi enemiga y tan graciosa!
¡Con qué suavidad se meneaba,
cogiéndome entre sus brazos amorosos
y abriendo aquellas piernas delicadas!
Pero, cómo después me regalaba.
¡Qué besos que daba tan sabrosos!
¡Y qué palabras tan azucaradas!
No puede ser una simple casualidad que el léxico de este texto (dulce, venturosa, meneaba, regalaba, sabroso) reproduzca con tanta insistencia y extensión el léxico sanjuanista, en (por ejemplo) los comentarios a la “Llama de amor viva”. Hasta el punto es así que, en la mezcla de erotismo y léxico compartido con el petrarquismo y la mística, se hace visible la intención paródica.