Mientras Corinto, en lágrimas deshecho,
la sangre de su pecho vierte en vano,
vende Lice a un decrépito indïano
por cien escudos la mitad del lecho;
¿quién pues se maravilla de este hecho,
sabiendo que halla ya paso más llano,
la bolsa abierta el rico pelicano,
que el pelicano pobre abierto el pecho?
Interés, ojos de oro como gato,
y gato de doblones, no Amor ciego,
que leña y plumas gasta, cien arpones
le flechó de la aljaba de un talego.
¿Qué Tremecén no desmantela un trato,
arrimándole al trato cien cañones?
El pelícano -repiten las misceláneas- se abre el pecho para alimentar con sus sangre a sus crías. Al peli-cano le basta con abrir la bolsa para obtener los favores de Lice.