Si tuviera que ponerles nombre a estas palabras el más cercano es el de jitanjáfora, esto es, “enunciado lingüístico constituido por palabras o expresiones que en su mayor parte son inventadas y carecen de significado en sí mismas… su función poética radica en sus valores fónicos, que pueden cobrar sentido en relación con el texto en su conjunto.” Sin embargo, creo que con el estribillo de nuestro poema debemos ir más allá de la fonética. Existe el verbo pingar, con varios significados (en Asturias, por ejemplo, significa empaparse por el agua de la lluvia; y en Castilla, pingar hace referencia a la acción de levantar el tronco de un árbol adornado -un mayo- en la plaza de la iglesia el primer día del mes que da nombre a ese “palo”; en otros lugares significa ‘saltar’ o ‘brincar’ o incluso ’empinar la bota’). Lo que comparten casi todos los usos señalados es el marco de la fiesta y la celebración (que también es común a este poema). Respecto a respengueti, con toda seguridad se trata de una deformación léxica, provocada por la mala lectura del copista que no ha entendido en el manuscrito original o no conoce (si se trata de un traslado oral) la palabra y ha escrito lo fonéticamente más cercano que se le ocurrió. Por sentido y por rima, la voz exacta debiera ser (me atrevo a afirmarlo así) respínguele y el verso entero suma dos imperativos. El verbo respingar significa ‘levantar el borde de la falda’, algo que suele ocurrir en ciertos bailes donde se salta (pínguele).