– ¿Qué sientes, Albaycín? – Estoy doliente.
– ¿Qué enfermedad es esa que te ha dado?
– De puro mal regido y gobernado,
te duele la cabeza bravamente.
-¿Si dicen morirás d[e] ese acidente?
– No sé: mil paroxismos he pasado,
sangrado, jaropado estoy, purgado,
desahuciado, y muerto de la gente.
– Esfuerza, no desmayes, ten aliento,
que levantarse suele el que ha caído,
y suele enderezarse el que tropieza.
-No puedo yo escapar del mal que siento:
¿escaparé de muerte tan perdida,
que no pueda jamás alzar cabeza?
Probablemente este texto haya salido de la pluma de Diego Hurtado de Mendoza. Desde luego, alude (mediante la personificación del Albaicín) a la Guerra de Granada, y en esa clave puede leerse la totalidad del texto, pero la lexicalización de “alzar cabeza” con valor erótico, abre el poema hacia otra lectura (sin anular la primera). Este tipo de juegos gusta mucho el ingenio erótico de nuestros escritores del siglo de oro.