Cuando en tus brazos, Filis, recogiéndome,
el pecho me descubres hermosísimo,
allí donde el tocar es sabrosísimo
estás un breve rato entreteniéndome.
Y cuando lo que quiero concediéndome,
un beso das sabroso, otro dulcísimo,
y en aquel deleite suavísimo,
deleite das y tomas respondiéndome,
las hojas de los árboles meneándose,
al céfiro mil vientos sucediéndole,
serían perezosas, imitándonos.
Mas cuando el dulce fin viene llegándose,
la noche se hace día bendiciéndole,
y la luna se alegra contemplándonos.
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