Cebrian Horcajo el Mozo y Gil Bermejo,
allá en la encrucijada del atajo,
andaban cual arriba, cual abajo;
cada cual con valiente sobrecejo.
[E]l alcalde de la hermandad, Carrasco el Viejo,
bajaba a la sazón cañada abajo;
y, no sin muy grandisimo trabajo,
los trajo hasta la cárcel del concejo.
Cebrian confesó luego, ante escribano,
que andando su manchada por el cerro,
Gil la perniquebró entre unos trigos.
Gil negó, y el abad tomó la mano,
prometiendo a Bras un gran becerro;
y luego los soltó hechos amigos.
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