Casó de un Arzobispo el despensero,
y, la noche que el novio se acicala,
para hacer de la novia cata y cala
y repicar el virginal pandero,
le dijo el secretario: «Por mí, quiero
que un cañonazo la tiréis con bala».
Lo mesmo el mayordomo, el maestresala,
veedor, caballerizo, y camarero.
Llegado el plazo, el caso sucedido
contó a la, dama, y trece golpes diole
siete por él, y seis encomendados
Durmióse y ella dijo: «¡Ah del dormido!»
Él despertó; la niña preguntole:
«¿No tiene el Arzobispo más criados?».
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