¡Afuera, que me hodo de montante,
a dos manos! ¡Afuera, que convido
con mi cuerpo amolado y esprimido,
cosa que para el gusto es importante!
Yo confieso flaqueza en el semblante,
porque es el tallecillo algo buído,
mas jamás se quejó de mal hodido
carajo que cogiese yo delante.
El tuétano sabroso está en los huesos,
y, con traer cojín quien me cabalga,
sin mataduras correrá a la brida.
No tengo carnes que selléis con besos,
y el no tenerlas hace que más valga,
pues en Cuaresma puedo ser comida.
Luciano López Gutiérrez lo atribuye a Quevedo por semejanzas verbales, tópicos, expresiones… DICENDA, 14 (1996), 315-318.