A las mozas, porque son mozas,
Dios me las guarde,
y a las viejas manía las mate.
Aunque no sean muy bellas
y de muy bien parecer,
las mozas se han de querer,
y amallas y obedecellas:
rogad al cielo por ellas,
que nos las guarde.
Y a las viejas, carroñas, morroñas,
sobadas, roñosas,
rabia las mate.
A la moza dalle audiencia
y amalla y obedecella;
y a la vieja huir della
como de la pestilencia:
una maldita dolencia
a todas las mate.
Y a la moza gustosa, sabrosa,
rubita, hermosa
y, en todo amorosa,
Dios me la guarde.
De mal catarro y detrás,
vayan las viejas y quien
no ayuda con un amén
para que nos oiga Dios.
Y a las mozas que, entre nos,
se acaban tarde,
y a las viejas carroñas
mocosas, sin dientes,
babosas, meonas,
lodosas, traparrastrosas,
rabia las mate.
La moza, por fea que sea,
no hay quien no la pegue un toque
ni la espere ni la vea;
aunque haya sido una dea,
un toro la guarde.
Y si es moza chiquita, bonita,
gordita, limpita y paparronchita,
Dios me la guarde.
Un pliego suelto del s. XV refleja una versión nueva para la última estrofa:
A las mozas que son bonitas
Dios las guarde de pepitas
y, cuando estén queditas,
un garzón las arrebate
y a las viejas rabia las mate.
A las mozas coloradas
buenas pollas empanadas
y después queden preñadas
y se vean en arrebate
y a las viejas rabia las mate.