Baja, Gila, por Dios, la faldilleja,
que mesa la pierna esa que veo,
que me aviva el deseo
de lo que, si me oís, diré a la oreja.
No me os paréis bermeja,
qu[e] en decirse esto así nada se pierde,
que con la rabia el perro a su amo muerde,
cual yo os mordería agora,
si me dieráis lugar, Gila pastora.
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