Un caballero llamado don Juan Maza fue a dormir con una dama; y no pudiendo ejecutar nada, por su impotencia, la señora le escribió estas décimas
A vista de mi beldad,
que resucitar pudiera
cuanta carne muerta espera
el valle de Josafat,
se quedó en su mortandad
cierto gusano impotente
y acabó infecundamente,
pues, cuando el triste murió,
del capullo no salió
siquiera para simiente.
Maza está de mala traza,
cuando a gustos me convida;
y yo, de puro corrida,
soy la mona desta maza.
Cuando conmigo se abraza,
el desengaño le alabo,
pues de conocer acabo,
aunque a costa de mi pena,
que aquesta maza no es buena
ni aún para hincar un clavo.
Temiendo que su afición
esté desacreditada,
y que de puro inclinada
no parece inclinación,
con grande resolución
camina a darme el asalto;
y de puro aliento falto,
cerca ya de la conquista,
con novedad nunca vista
se pasó sin hacer alto.
Y con notable despecho,
luego que lo descubrí,
se vino derecho a mí,
mas no se vino derecho:
porque entre el suyo y mi pecho
tan grande distancia había,
que hizo la desgracia mía
se malograse lo andado,
y que a mí no haya llegado
por no llegar recta vía.
De su carnal apetito
quedó victorioso, y tanto,
que ya que no como un santo,
se quedó como un bendito.
Si con su carne compito,
para no ser igualada
crece de puro menguada;
y si a ganar me porfía,
aun es más carne la mía
con ser la suya doblada.
De su generoso pecho
no hay quien su virtud no alabe,
que es tan noble que aún no sabe
cuál es su dedo derecho.
Que me he alargado sospecho;
tengo razón, no me espanto,
porque nadie dirá tanto
que alabe su flojedad.
Sabe Dios que esto es verdad,
y que no se lo levanto.
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