¡Ay, Dios, quién hincase un dardo
en aquel venadico pardo!
El amor de la doncella,
que fuere discreta y bella,
para el que gozare della
será gustoso aunque tardo:
¡ay. Dios, quién hincase un dardo
en aquel venadico pardo!
El amor de la casada
me satisface y agrada,
porque como está encerrada
ni la celo ni la guardo:
¡Ay, Dios, quién hincase un dardo
en aquel venadico pardo!
El amor de la viuda
por mi casa y puerta acuda,
que no hay peligro ni duda,
si la pica sólo un cardo:
¡Ay, Dios, quién hincase un dardo
en aquel venadico pardo!
El amor de la beata
es apacible y no mata,
que no pide oro ni plata,
más secreto y paño pardo:
¡Ay, Dios, quién hincase un dardo
en aquel venadico pardo!
El amor de cualquier monja
que me chupa como esponja
y todo es una lisonja
y muero, padezco y ardo:
¡Ay, Dios, quién hincase un dardo
en aquel venadico pardo!
El amor de la soltera
lo trocaré por cualquiera,
aunque vuestro dolor fuera
más que Narciso gallardo:
¡Ay, Dios, quién hincase un dardo
en aquel venadico pardo!
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