Alma Venus, madre y diosa

Alma Venus, madre y diosa
dame gracia en disponer
las partes que ha de tener
para ser la dama hermosa,

que sin tu gracia y favor
poco valdrá mi escritura,
siendo tú de la hermosura
diosa, y madre del Amor.

De mí no presumo nada,
pues conozco mi talento,
mi pequeño entendimiento,
mi vena tan limitada.

Sé lo poco que yo alcanzo
de los favores del cielo,
cuán bajo queda mi vuelo
cuando yo más me abalanzo.

Tengo gran necesidad
de que muestres tu poder
haciéndome a mí vencer
tan grande dificultad.

Que en materia de hermosura,
pensando llevarla al cabo,
muchos, por una en el clavo,
dieron ciento en la herradura.

Virgilio se perdió aqui
y Ovidio se vio cortado,
quedó Propercio atajado,
Gallo no supo de sí.

Marcial echolo a palacio,
nunca aqui llegó Catulo,
la Sulpicia de Tibulo
ni la Glícera de Horacio.

Pues de los modernos, ¿cuál?
¿Qué Petrarca, ni qué Dante,
pudo jamás adelante
pasar con empresa tal?

Sólo un Ariosto fue
el que en Olimpia y Alcina
de la fuente cristalina
fue descubriendo hasta el pie.

Pero como habló de paso
hizo en cosas un tal salto
que, al fin, vino a quedar falto
en lo que más hace al caso.

De los nuestros castellanos,
que ninguno aquí llegó
claro, sin decirlo yo,
lo publican bien sus manos.

De los cuales yo callara
por no les turbar su gloria,
si de falto de memoria
la nota no recelara.

Mas con el alto favor
de la diosa a quien llamé,
quiero ver si dar podré
remate a aquesta labor.

No porque de mí presuma
que soy más que los nombrados,
que siempre son respetados
de mi lengua y de mi pluma.

Mas porque el dechado mío
es de perfección tan alta,
que cuando quiera hacer falta
me dará el mirarle brío.

Mejor lo supieron ellos
decir que lo diré yo,
mas mi dechado excedió
en mí la ventaja de ellos.

Esto me hace confiado
en empresa tan dudosa,
y, al fin, ver que es fácil cosa
añadir a lo inventado.

¡Afuera las desdichadas,
que os quedasteis con graciosas!
¡Fuera las escrupulosas
y las viejas ya pasadas!

Y pues a tan bella dama,
queriendo yo dibujarla,
tengo de desmenuzada
mucho más que no en la cama.

Los hombres también afuera,
que es torpeza esa muy ruda,
pues no la han de ver desnuda,
ni es razón que ella lo quiera.

Solos, pues, los dos quedando,
quito el velo a las figuras
de la perfecta hermosura,
las condiciones notando.

Edad
Lo primero es, cierta cosa,
que moza conviene sea,
nunca fue moza fea
ni jamás vieja hermosa.

Años
La hermosura se descubre
los años doce llegando,
y los veinte y ocho entrando,
poco a poco, ya se encubre.

Parto
Ultra de esto, no ha de haber
ni una sola vez parido,
puesto que tenga marido
que parir la pueda hacer.

Salud
Ha de ser sana y gozar
de salud perfectamente,
porque la que está doliente,
¿cómo puede hermosa estar?

Condición
Debe tener condición
afable, alegre y no triste,
que en esto también consiste
ser parte de perfección.

Discreción
Ha de ser tan avisada
cuanto conviene a mujer,
no procure más saber,
ni de esto le falte nada.

Habla
En el ordinario hablar
ha de ser tan amorosa
que entre grave y melindrosa
sepa un cierto modo hallar.

Risa
Al reír le está mejor
cualquier melindre extremado,
que parezca va mezclado
de placer, gracia y amor.

Andar
El andar lento y menudo,
que un poquito en largo crezca,
porque más largo parezca
que redondo ni cuadrado.

Estatura
De su cuerpo la estatura
ha de ser la que el pintor
suele dar a la labor
que sin vestido figura.

Alta
Tan alta, que al que quisiere
mirar si es proporcionada,
no le parezca cuadrada
si sin chapines la viere.

Llena
No ha de ser flaca ni gruesa,
sino llena, bien cumplida,
de dulce carne fornida
juntamente blanda y tiesa.

Blanca
Blanca no tan demasiado
que descolorida esté,
más que tenga un no sé qué
de vivo color mezclado.

Cabeza
La cabeza moderada,
porque el cabello sobre ella
supla lo que falta de ella
para ser proporcionada.

Cabello
Y el cabello que tendido
al suelo puede llegar,
y que el oro en su lugar
por cabello sea tenido.

Rostro
Todo el rostro así tomado
que un poquito en largo crezca,
porque más largo parezca
que redondo ni cuadrado.

Frente
La frente rasa y alzada,
de blancura tan sin par
que no se deje igualar
de la nieve por pisada.

Cejas
Las cejas negras y puestas
en arco, con tal primor
que muestren en la color
ser de ébano compuestas.

Ojos
Los ojos negros los quiero,
grandes, claros y rasgados,
que arrojen rayos dorados
y rompan pechos de acero.

Pestañas
Y las pestañas sencillas,
largas, que se dejen ver,
que en comenzarse a mover
hagan sombra en las mejillas.

Nariz
La nariz derecha, igual,
que aguileña un poco tire,
y parezca al que la mire
del sol herido cristal.

Orejas
Las orejas limitadas
quieren ser, para que de ellas
puedan, sin grandes hacellas,
colgarse las arracadas.

Mejillas
Las mejillas quieren ser
ni hundidas, ni levantadas,
de sangre y leche mezcladas,
tocadas de rosicler.

Boca
La boca, pues que la boca
es parte tan principal,
quiere ser pequeña y tal
que dé vida a lo que toca.

Labios
Y los labios gruesezuelos
para ser presos me¡or,
teñidos de aquel color
que la aurora da a los cielos.

Dientes
Los dientes por orden puestos
en dos carreras que, en verlas,
digáis que os parecen perlas
o que de ellas son compuestos.

Barba
La barba aguda no más,
de cuanto salga de roma,
pues de la barba se toma
de todo el cuerpo el compás.

Cuello
El cuello un poco eminente,
redondo y de tal hechura
que con su mucha blancura
parezca que es transparente.

Hombros
Los hombros algo inclinados,
de carne bien proveídos,
y en cierto modo crecidos,
que no salgan demasiado.

Espaldas
Las espaldas, que embebiendo
se vayan a la cintura,
la propísima figura
del triángulo fingiendo.

Brazos
Los brazos, del hombro al codo,
más carnosos y más gruesos,
del codo abajo más tiesos
y agudos que el resto todo.

Manos
Las manos cortas, pobladas
de blanda carne amorosa,
sin que les ofendan cosa
venas entre sí cruzadas.

Dedos
Y de aquestas manos tales,
los dedos largos, derechos,
bruñidos y aposta hechos
para dar y quitar males.

Uñas
Las uñas sean prolongadas
y de sangre algo teñidas,
no demasiado crecidas
ni demasiado cortadas.

Pecho
Ancho el pecho y levantado,
liso y blando se requiere,
que parezca al que lo viere
de alabastto muy usado.

Tetas
Las tetas lisas y tiesas,
firmes, redondas, menudas,
que como manzanas duras
puedan ser a manos presas

Canal
La canal que se derriba
por entre ellas ha de ser
clara, que se deje ver
por abajo desde arriba.

Cintura
La cintura tan delgada,
tan angosta y tan ceñida
que no quede consumida,
como en Flandes es usada.

Vientre
El vientre sereno y llano,
luciente, liso, estirado,
para que siendo tocado
deslice por él la mano.

Caderas
Las caderas relevadas
tanto de carne cubiertas
que de acudir muy dispuestas
no dejen por ser pesadas.

Ancas
Y las que quedan tras ellas,
redondas por tal compás
que levanten lo demás
cargando el cuerpo sobre ellas.

Vello
El vello negro y sutil
que del vientre está pendiente,
que parezca propiamente
ébano sobre marfil.

Natura
La parte a quien la natura
puso su nombre, cerrada,
ni baja ni levantada,
ni muy llena de verdura

Muslos
Los muslos gruesos, no crasos,
ni flojos pero carnosos,
tiesos, lisos, no vellosos,
sino blancos y muy rasos.

Piernas
Las piernas largas, derechas,
rollizas, redondas, tales
que no fuesen más iguales,
si con torno fuesen hechas.

Pie
El pie quiere ser chiquito,
redondete, socavado,
y que en justico calzado
en punto salga un poquito.

La dama que es tan dichosa
que de todo esto es dotada,
ésta puede ser llamada,
con justa razón, hermosa.

Y la que por libra o drama
a este peso no llegare,
cuanto menos le faltare
tanto más terná de dama.

Mas pienso serán tan pocas
las que aqui podrán llegar,
que será mejor callar
que tender largas las tocas.

Si no, pongan mi dechado,
desnudas, en su presencia
y verán la diferencia
de lo vivo a lo pintado.

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2019-06-01T22:28:46+00:00

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