Alzó el aire las faldas de mi vida
y vi la servillica colorada
y la calcica justa y estirada,
con un hermoso cenojil ceñida.
Mis ojos fueron luego de corrida
por ver la cosa con que más agrada,
pero de la camisa delicada
les fue la dulce vista defendida.
¡Oh camisa cruel y rigurosa!
¿Por qué no me dejaste ver aquello
que tan poco te iba que lo viese?
Mas creo debe ser tan linda cosa
que estás tú misma enamorada de ello
y lo cubres por solo tu interese.
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