A una estatua de mármol de la diosa Venus
¡Mudo despertador del apetito,
cuya muerta deidad incita y mueve
a que el tacto investigue, toque, y pruebe
las partes que yo en vano solicito!
Cuanto el lascivo impulso más limito
a tu belleza, tanto más se atreve.
¡Oh cuánto a mi quietud el arte debe,
cuyo pincel con el sentidoo imito!
No dudo, oh tú, escultor que dibujaste
de la madre de Amor el bulto bello,
sino que en su memoria te cebaste.
Valiote ser en piedra, rostro y cuello,
y preso al torpe efecto no llegaste,
si ya el mármor no fue testigo de ello.
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