Azotaba la niña a la saya:
«Saya mía, no digas nada».
Una niña tierna,
en años tan sabia
qu[e] en el catorceno
mató su ignorancia,
y notaba un gusto
más, rendida el alma,
su dificultad
por fácil allana.
Velando una noche,
en la blanca saya
de un cirio que ardía
le cayó una mancha.
A la saya dice:
«Compañera amada,
pues que me ayudastes,
tapad mi desgracia».
Azotaba la niña a la saya:
«Saya mía, no digas nada».
Tú fuiste el efecto
de la misma causa,
pues mostraste el fuego
que debajo estaba.
Sacudiote el viento,
subiste tan alta,
que sobre mi frente
te hallé cuitada.
Dime qué merece
una cota falsa
que descubre el pecho,
que le dan en guarda.
Entrambas perdimos
esta fuerza flaca:
yo mostré el camino,
tú diste la entrada.
Azotaba la niña a la saya:
«Saya mía, no digas nada».
Deja tu comentario