Cárdenas las orejas más que el lirio,
ceniciento el color, vellosa y magra
su boca cual la puerta de bisagra,
delgada y amarilla como cirio.
Sus ojos hechos fuentes de colirio,
abominable al gusto, aceda y agra,
tan corrompida que en tocando almagra,
en vez de dar contento da martirio.
De albayalde y grasilla bosquejada
su cara, que a mis ojos fue de jimia,
natural de las Indias del aljófar.
Me cupo anoche en suerte una cuitada,
porque yo que las pago con alquimia
peores las merezco que de azófar.
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