Celestina, cuya fama

Testamiento de Celestina
Que pues malograda la come la tierra
en cerrarle la boca de fuera

Celestina, cuya fama
vivía vida sin cuento,
sana de su entendimiento
(el cuerpo enfermo en la cama),
ordena su testamiento.
No quiso llamar amigos,
la que en vida tuvo tantos,
solo al escribano Santos;
y, delante tres testigos,
va diciendo: “Sepan cuantos
los que vieren esta carta
de mi voluntad postrera.
Por si Dios quiere que muera,
mando que después que parta
mi cuerpo sea quien era.
Item que aquestos mis cueros,
llenos siempre de albayalde,
a todos dije: tomalde
a los moros por dineros,
y a los cristianos de valde.
Item mando que Aretusa
sea legítima heredera
del oficio de tercera,
sin que se le admita excusa
ejercite el de primera.
Item mando que le den
un vestido, el que quisiere
o el mejor que yo tuviere,
so cargo que ha de hacer bien
al pibe que pretendiere.
Mi sepulcro sea de arte,
que se nombre por estima;
y “aquí yace”, diga encima,
“Celestina de Duarte,
corredora de obra prima.
Item, porque es de importancia,
mando que se haga agora,
a las puertas de Zamora,
para damas de ganancia
otra casa pecadora
A do quiero que haya tasa,
porque con regla se viva,
y que ninguna reciba
de las damas de mi casa
de cuatro cuartos arriba.
Item será capitana
desta gente y su milicia,
y patrona de justicia,
la parienta más cercana
después que muriese Elicia.
Y, cuando aquí llegó,
entró Elicia su sobrina;
y llorando a Celestina,
desta manera habló:
“Cómo me dejáis, señora,
guérfana, moza y sola.
Mal se lograrán mis días,
que sin vos yo no los quiero;
la muerte que venga espero,
tras de tantas ansias mías.
Los contentos y alegrías
todos me dejan agora,
huérfana, moza y sola”.
Congojosa Celestina
de oír Elicia llorando,
y sacando de flaqueza,
la voz dijo al escribano:
“Digo que las mandas hechas
se cumplan por mi descargo,
y de los muebles que tengo
a Elicia heredera hago,
que son estos los seguientes
que dejo por mi inventario.
Aquesta cama en que duermo,
dos sillas viejas y un banco,
una cubeta pequeña,
tres botas y cuatro jarros,
y el arca de mi tesoro
que es aquel cofre encorado
donde están los aparejos
para bien y para daño.
Barbas de cabrón bermejo,
la soga de un ahorcado,
los ojos de un gato negro
y un corazón de venado,
y el hueso que tiene dentro
que vale al enamorado;
cinco granos del helecho
cogido por propia mano,
pares de mujer morena,
una culebra y un sapo,
un galápago moreno,
barbas de descomulgado,
las orejas de una mula,
uñas de desesperado,
tuétanos de hig[u]era loca,
un bote de sesos de asno,
la lupia de pato nuevo,
pelos de perro rabiando,
pergamino blanco y virgen
polvos de sangre de drago,
cinco agujas del oficio
y con ellas un candado
para celosos ausentes
como perros de hortelana,
laurel, ciprez y humaque,
con vino tinto mesclado,
que en damas de boca grande
sirve de estrechar el paso:
cabezas de aves noturnas
muertas en hebrero y mayo.
de los murciélagos sangre,
unto de hombre cuarteado,
una parte de mortaja
de mujer muerta de parto,
cantáridas en conserva
y una mandrágora macho.
Mil aguas, yerbas y pedras,
perfumes y letuarios:
la del pito y la verbena
salv[i]a, espigol, ruda y apio:
la puntera y valeriana
que dicen la del gitano,
una manada de nerios*
sin agua ni sol criados,
raíces de pimpinela
hierba del sol y tabaco,
piedra imán la blanca y negra
para diferentes casos;
la del águila y corbija
con un jaciento ochavado
para los que con ventaja
haben lo celebro flaco;
las piedras de golondrinas
para los enemistados,
agua turbia y llovediza
y verde un laganajo.
De aquí no pudo pasar,
porque, cuando aquí llegó,
con el agua se le heló
la lengua en el paladar.
Fuele Santos preguntando:
“Señora, qué más mandáis”.
Respondióle: “Que escribáis,
que muero de sed rabiando,
y pues tengo de partir,
antes de entrar en camino,
dadme dos tragos de vino
que los quiero bien decir”.
Trujéronle un bernegal,
por no perder la costumbre,
y halló más de una azumbre
de vino de Madrigal.
Levantóse el escribano,
y tan gran golpe le dio
que aína se le cayó
él y el jarro de la mano.
Dio la postrer boqueada
Celestina y expiró,
y su gente la lloró
diciendo a la mal lograda:
que pues mal lograda la come la tierra
enterrarle la boca de fuera.

2018-09-27T00:29:10+00:00

Un comentario

  1. Javier Blasco 27 septiembre, 2018 en 12:25 am - Responder

    Es llamativo en este texto (además de la importancia de la enumeración de nombres de plantas y las supuestas propiedades mágicas que supuestamente se acompañan), ciertas fórmulas legales (“Sepan cuanto…”) y no legales (“para bien y para daño”), que remiten a las dos tendencias de las labores de la bruja: favorecer al malo y dañar a quien es un obstáculo. Curiosas son algunas de las propiedades de ciertas hierbas: “que en damas de boca grande /
    sirve de estrechar el paso”.

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