¡Cómo se aliña la niña,
madre mía, cómo se aliña!
Niña hay que antes de los trece
cursa tanto con Cupido
que, si no la dan marido,
busca con quien se desvece.
Y dice que le parece
que su tierna edad se pasa
sin administrar la casa
y sin cultivar la viña:
¡cómo se aliña la niña,
madre mía, cómo se aliña!
Casadas hay más de diez,
y sin mentir más de ciento,
que se ponen muy de asiento
a quebrantar una nuez.
Y quieren, por cada vez,
su paga sin ir a taja,
y aun suelen pedir ventaja,
como un vaquero o basquiña:
¡cómo se aliña la niña,
madre mía, cómo se aliña!
También estoy por decir
que hay viudas que son tan diestras,
que pueden bien ser maestras
en el arte del curtir.
Y también saben pedir
para chapines y tocas,
y, con ocasiones pocas,
suelen cerrar de campiña:
¡cómo se aliña la niña,
madre mía, cómo se aliña!
De las damas del toldillo,
ya es muy claro y evidente,
que son de la mejor gente
por más que se crie cuclillo.
Con un manto de soplillo
engañarán un linaje,
y así, por mudar de traje,
son como aves de rapiña:
¡cómo se aliña la niña,
madre mia, cómo se aliña!
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