Corazón, una pulga me come.
¡Ay!, matámela si sois hombre.
Las sábanas sacudí
y no la pude hallar;
hacia aquí, amigo, ha de estar,
llega la vela hacia aquí.
Ella está dentro de mí
sino que yo no la veo,
y picome en el deseo,
y el deseo despertome.
¡Ay!, matámela si sois hombre.
No penséis que me ha costado
poco dolor y a[c]cidente,
que después que estáis ausente
me ha comido medio lado.
Mil esperanzas le he dado,
mas es su mal impaciencia;
y esperanzas, en ausencia,
desespera quien las come.
¡Ay!, matámela si sois hombre.
Tiene los pies de mudanza,
el gusto de variedad,
el cuerpo de agilidad,
todo el pico de venganza.
Así que con esperanza
ha sido mucho, marido,
haber la pulga vivido,
mas pues es viva y me come,
¡Ay!, matámela si sois hombre.
Salta esta pulga tan alto,
que, faltando vuestra gloria,
desde la inquieta memoria
dio a mi voluntad un salto.
Yo echara el honor por alto
a no comer dos lechugas,
que al brío dieron arrugas
y a vuestra frente favores.
¡Ay!, matámela si sois hombre.
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