De cuántas coimas tuve toledanas,
de Valencia, Sevilla y otras tierras,
izas, rabizas y colipoterras,
hurgamanderas y putarazanas;
De cuántas fiestas, noches y mañanas
me venían a buscar, dando de cerras,
los Vargas, los Leonos y los Guerras,
los Méndez, los Correas y Gaitanas;
Me veo morir agora de penuria
en esta desleal isla maldita,
pues más a punto estoy que San Hilario.
Tanto que no se iguala a mi lujuria
ni la de Fray Alonso el Carmelita,
ni aquella de Fray Trece el Trinitario.
La información que sigue procede de Rafael León, “La ostentación de sant Hilario”, AnMal Electrónica 32 (2012) ISSN 1697-4239 (http://www.anmal.uma.es/numero32/San_Hilario.htm):
La relación de San Hilario con el erotismo está vinculada la imagen del santo como persona condenada a martirizar su carne para vencer la tentación. “Con todo, yo no condeno las cosas de comer que Dios hizo para el uso del hombre, con que dé gracias a su Creador por ellas, sino que sacudo de las manos de las vírgenes lo que les puede dañar, y echo agua en el fuego que las puede encender. Porque está averiguado que no arden en tanto grado los fuegos del monte Etna, no la tierra de Vulcano, no los montes Vesuvio y Olimpo, cuanto las cañadas de la mujer llenas de vino, y encendidas con las hachas ardientes de los manjares”… Todo esto es de San Jerónimo, lo cual he traído aquí porque sepan las vírgenes lo que les tiene mandado aquel divino maestro de continencia. El cual, escribiendo también a Salvina, quiere que antes aventure perder la salud corporal, que no la vida espiritual, diciendo: “Mucho mejor es que te duela el estómago, que no el alma, y vale más que mandes al cuerpo, que no que le sirvas, y es más provechoso que te tiemblen las piernas que la castidad”. Gregorio Nazianzeno, varón santísimo y maestro de San Jerónimo, quiere que la virgen mate la hambre con pan y la sed con agua. San Hilario (como estuviese en el desierto apenas sosteniendo su vida con hierbas y agua), sintiéndose alguna vez tentado, afligía su cuerpo con ayunos diciendo: “Yo te domaré, carne, y haré que no tires coces, sino que pienses antes en comer que en retozar”. Cfr. Instrucción de la mujer cristiana, de J.L. Vives, ed. Elizabeth Teresa Howe (Madrid, Fundación Universitaria Española, 1995, pp. 83-85). Para concretar esta vinculación de san Hilario con el erotismo, véase el excelente trabajo (citado al frente de este comentario) de Rafael León: “De este santo y su predisposición se ocuparon ya Gil Vicente, Torres Naharro, Timoneda y tantos más. Incluso Cervantes en su soneto sobre el rufián arrepentido: «Maestro de esgrima era Campuzano», «y con su Madalena que le quita / mil canas, está hecho un Santilario». Y Góngora, en el soneto «Yace debajo de esta piedra fría…», describe a cierta dama que «todo el año ayunaba a sanct Hilario / porque nunca hilaba ni cosía», conocidos eufemismos entonces para expresar el ejercicio erótico. Y nuevamente Góngora, en su soneto a María de Vergara: «Pues de oficio mudáis, mudad vestido / y tratad de enjaular otro canario /que le cante a la graja en vuestro nido. / Y porque no se enoje fray Hilario / véngala a visitar, que a lo que he oído / digno es de su merced el Mercenario». Igualmente aparece en la literatura francesa (en el fabliau erótico Trubert, de Douin de Lavesne, de hacia 1270: «Mer, dit-il, par saint Ilaire, / je n’ai cure de grant sarmon…»). Detrás de todo ello estaría, la confusión de la biografía de San Hilario con la marca de agua del Saxon Atlas,