– ¿De qué la sirve hacérseme doncella,
porque puesto una vez en la estacada
cualquiera excusación es excusada?
Llegada la ocasión, no he de perdella.
– ¿Por qué así me sobaja y atropella?
Nunca le diera yo en mi casa entrada,
si tal creyera, en buena fe jurada.
– Calle, que ocasión tal no es de perdella.
– ¡Ay, maldígale Dios, qué fuerza tiene!
Mire que me quiebranta y me lastima.
¡Téngase allá! –¡Demonio, no me muela!
–¡Ay, cuitada de mí, mi madre viene!
– ¡Por Dios, señora, ya yo estoy encima!
¡Ahora, siquiera venga vuestra abuela!
Deja tu comentario