Dentro de un santo templo un hombre honrado
con gran devoción rezando estaba;
los ojos hechos fuentes, enviaba
mil sospiros del pecho apasionado.
Después que por gran rato hubo rezado
las religiosas cuentas que llevaba,
con ellas el buen hombre se tocaba
los ojos, boca, sienes y costado.
Creció la devoción, y pretendiendo
besar el suelo, porque pretendía
que la humildad mayor aquí se encierra,
lugar pidió a una vieja. Ella, volviendo,
el salv[oh]onor le muestra, y le decía:
“Besad aquí, señor, que todo es tierra”.
Dentro de un santo templo, un hombre honrado
con grande devoción rezando estaba;
sus ojos hechos fuentes, enviaba
mil suspiros del pecho apasionado.
Después que por gran rato hubo besado
las religiosas cuentas que llevaba,
con ellas el buen hombre se tocaba
los ojos, boca, sienes y costado.
Creció la devoción y pretendiendo
besar el suelo al fin, porque creía
que mayor humildad en esto encierra,
lugar pide a una vieja; ella, volviendo,
el salvohonor le muestra y le decía:
“Besad aquí, señor, que todo es tierra”.
Figura este texto con el número CCXVIII de la Poesía completa, de Diego Hurtado de Mendoza.
Se trata de un texto también perteneciente al Jardín de Venus.
Remito al comentario de Gaspar Garrote Bernal:
“Ningún contexto sexual convocan esos endecasílabos para nosotros, lectores de hoy; aunque ya supiéramos balbucir el idioma de nuestros mayores (el templo, ‘vagina’… o la virtud, ‘pene’…), nos pasarían desapercibidos un inicio interpretado como locativo neutral (“Dentro de)” y tanto beso (vv. 5 y 10). Ni siquiera
apreciaríamos que la iglesia fue locus de amor profano, un tópico (al menos literario) que va del Libro de buen amor al Guzmán de Alfarache, pongamos por caso. Pero este soneto depende de sutiles mecanismos de tensión. El primero, la oposición constructiva que, tras la anécdota de la exagerada oración del devoto, provoca la quiebra –asentada como resorte en la tradición marcialesca– de las expectativas del receptor con [el…] desenlace burlesco… La tensión expresiva sexualiza entonces a tierra y revela con efectos retroactivos el código latente del soneto. En cascada, la relectura resemantiza a rezando y tocarse, por ejemplo los ojos (…); y a devoción, que se hace ocasionalmente sinónimo de virtud (…), cuando la relectura correlaciona los marcadores de intencionalidad grande y creció (vv. 2 y 9) con el de la mayor (v. 11).