Dicen los sabios doctores I

Capítulo sobre el amor

Dicen los sabios doctores,
los expertos y leídos,
que todos los hoy nacidos
tienen su punta de amores;
de la cual
se desapega muy mal
la nuestra carne mezquina,
porque a ello nos inclina
la inclinación natural
que tenemos,
a cuyos grandes extremos
no hay esfuerzo que resista,
que cuerpo, que carne vista,
carne pide que le demos
abundante;
contra lo cual no es bastante
el seso ni la razón,
porque cuántas cosas son,
codician sus semejantes
de contino.
Y tenemos por vecino
al natural apetito,
en el cual como en garlito
caen por este camino
los sentidos.
Todos van de amor heridos,
dice un famoso doctor,
a las leyes del amor,
todos están sometidos
en Oriente,
en Levante y en Poniente.
No solo los racionales.
mas los brutos animales
y se van
cuantos heridos están
en busca de quien los hiere:
similis similem quiere.
Por la pena que le dan
sus deseos,
no veréis amores feos
ni caben en un sujeto,
ni parece mal lo prieto
a los indios y guineos,
ni les daña.
Al que amor prende y apaña,
él hierve sin que le aticen,
y así hay ojos (según dicen)
que se pagan de lagaña.
A mi ver,
guardeos Dios del bien querer
que en él ponéis el tesoro.
Llama el cuervo granos de oro
a sus hijos y mujer,
que es bonica.
Si el aguijón de amor pica,
excusado es poner tregua,
ya el caballo tras la yegua
y el asno tras la borrica
rebuznando;
el toro sigue bramando
a la vaca por la sierra,
el perro va tras la perra
a las veces arrastrando
por el lodo;
embebecido y beodo,
anda el gato (por enero)
con voces de pregonero,
llanteando el día todo
tras la gata.
Ved cuanto ciervo se mata
en el tiempo de la brama,
el gamo va tras la gama
y el ratón busca la rata
por el suelo;
las avecicas del cielo
heridas sienten amores,
con ansia los ruiseñores
cantan cantares de duelo
dulcemente;
con lengua muy elocuente
se quejan las golondrinas,
y el gallo con las gallinas
de celoso es diligente
y lozano.
Será trabajar en vano
traer más comparaciones,
pues todas generaciones
publican de llano en llano
mi opinión:
La hembra por el varón
ansias en su pecho siembra,
y el varón ha por la hembra
en sus entrañas pasión.
Y cualquiera
busca su forma primera,
que Adán en el paraíso
compañero no le quiso,
mas demandó compañera,
en quien hubo
los hijos que después tuvo
por natural experiencia,
mediante concupiscencia
que entre ellos ambos anduvo.
Y esta es,
la que nos quedó después
por herencia que heredamos,
de que vestidos andamos
de la cabeza a los pies:
cuyo ardor
es un amargo dulzor,
que por honra le han querido
los doctores de Cupido,
que lo llamemos amor.
Y este es ciego
que aunque se meta en el fuego
no sabe por do saltar.
Antes quiere allí quedar
por vasallo solariego
mas mirad.
Que para su ceguedad
tiene un mozo que le adiestra,
que se llama en lengua nuestra
por su nombre voluntad
que le guía.
Esta es sorda todavía,
que a ninguno oye ni cree,
y el amor como no ve,
va tras ella en compañía
zanqueando.
En sus piernas tropezando,
y la razón desdichada,
a veces de importunada
va con ellos cojeando
con temor.
De tan gran perseguidor
Hecha esclava que no fue,
Va diciendo, ¿a dónde iré
que me escape del amor?
No lo siento:
que el ligero pensamiento,
aunque muda la ocasión,
no muda la condición.
Que es penar tras cada viento
que se sopla:
verso, ni prosa, ni copla,
no le pueden declarar,
porque hoy está en Gibraltar,
mañana en Constantinopla;
do redunda:
que quien sobre amor se funda,
ha de vivir so su ley,
sometiendo como buey
la cabeza a la coyunda,
y al arado.
Un gentil enamorado,
según cuenta Juan Boccaccio,
se estuvo muy de su espacio,
ensillado y enfrenado
todo un día:
porque la que bien quería
holgaba de vello así,
y yo por mis ojos vi
otro galán que sufría
sin fatiga:
que le saltase su amiga
con sus chapines y faldas.
Él desnudo y de espaldas
encima de la barriga
todo va.
De esta suerte por allá
amores son los que reinan,
cuantos se pulen y peinan
que tienen amigas ya
porque amor
es tan gran rey y señor,
que a cualquier parte que vais
halláis si lo buscáis,
sus angustias y dolor
lastimero:
todos le debemos fuero,
porque es señor absoluto;
y a pagar este tributo,
el mas hidalgo es pechero
sometido:
vasallo bien poseído,
pero mal gratificado,
esclavo nunca ahorrado,
por mucho que haya servido,
no se escapa.
Hombre vivo, desde el papa,
reyes, ni emperadores,
duques y grandes señores,
hasta el que no tiene capa,
d[e] esta guerra:
de los que están so la tierra
muchos fueron lastimados.
Es mal que a todos estados
en sus cadenas afierra,
y aprisiona,
no reconoce persona
ni alguno de este cuidado
hallaréis privilegiado,
aunque sea de corona
sin tardanza,
también entran en la danza
casados, como solteros,
a pobres y caballeros,
igualmente los alcanza
este pecho
empadronados a hecho
van los ruines y los buenos,
y todos, cual más cual menos
le pagan este cohecho,
cortesanos,
labradores, ciudadanos,
oficiales, escuderos,
abades y ballesteros,
todos vienen a sus manos,
de manera;
que es una red barredera,
un cáncer universal,
un pedido desigual
de la moneda forera,
que se paga,
heridos van de esta llaga
las tres partes de los vivos,
que a los severos y esquivos,
muchas veces los amaga,
y rodea,
por los yermos se pasea
buscando los ermitaños,
por los desiertos extraños
se deleita y se recrea
con dulzura,
el cazador de natura
caza con sutiles mañas
las más guardadas entrañas,
que no vale cerradura
ni paredes,
tendidas tienen sus redes
por casadas y doncellas,
y él mediante, hacen ellas
gentilezas y mercedes,
y favores,
a los buenos servidores,
y a las veces a los ruines,
él les calza los chapines,
porque parezcan mayores
de su estado,
este las pone en cuidado
de vestirse y de tocarse,
de bruñirse y de afeitarse,
y de tener a su lado
el espejo,
con el cual toman consejo
cuando salen do las vean,
si bien aman y desean,
este les busca aparejo
diligente,
este delicadamente
el corazón les ablanda,
este otorga la demanda,
sin tener inconveniente,
ni pesar,
este enseña a desviar,
los estorbos y tropiezos,
y a que se muerdan los bezos
cuando no pueden hablar,
¡oh amor mío!
¡quán grande es tu poderío,
puedes cuanto tú te quieres,
dé los hombres y mujeres
ordenas a tu albedrío,
y les pones,
en prisión los corazones,
viene un triste labrador
abrasado de calor,
harto de quebrar terrones
en verano,
llena de callos la mano,
un arado entre sus brazos,
molido hecho pedazos,
mas hambriento que un alano,
o camello,
lleno de polvo el cabello,
y la barriga de sopas,
la caperuza de estopas,
que habréis mal asco de vello,
y en su pecho
trae el amor del barbecho,
y si antes que recree,
a la zagala no ve,
nada le hace provecho,
¡qué afán,
ver un pobre sacristán
de una miserable aldea,
que todo el año vocea
por seis varas que le dan
de palmilla!
vive ledo a maravilla,
que amor le da gran consuelo,
y pone el grito en el cielo,
cuando entra marinilla,
¿qué diremos?
De mil doncellas que vemos
so las alas de sus madres,
temerosas de sus padres,
que buscan como sabemos
mil senderos,
mil resquicios y agujeros
para escribir y hablar,
¿quién las enseña a enviar
suspiros por mensajeros
de su pena?
Decidme quien tiene llena
media España de cornudos
¿quién rompe los fuertes nudos
que la santa iglesia ordena?
Suspirando
uno andaba no se cuando,
de amores en su posada,
de una bonica casada,
y por su causa penando
gravemente,
y ella por el consiguiente
penaba por gozar del,
mas su marido cruel,
era gran inconveniente
para ello,
no habiendo para hacello
manera cierta ninguna,
en manos de la fortuna
acordaron de ponello,
sucedió
que el marido adoleció,
hablando con reverencia,
de cámaras y correncia
de unas uvas que comió
sobre cena,
diole dios enhorabuena
aquella noche tal gana,
que antes de la mañana,
hizo más de una docena
y otro día,
creciendo el mal todavía,
y ellos viendo el aparejo
entraron en su consejo
para ver lo que se haría,
fue acordado
que el gentil enamorado
si mas cámaras hubiese
aquella noche, estuviese
so la cama sepultado
tras la sarga,
de barriga y a la larga
estuviese muy tendido,
y el cuitado del marido
la boca seca y amarga
se acostó,
fortuna favoreció
el hecho de los amantes,
que si cámaras hubo antes,
con doblados acudió,
no hubo entrado
en la cama el desdichado,
y apenas cubrió la manta,
cuando luego se levanta
con la prisa fatigado
de su mal,
mostrose el amor parcial,
para que mejor se hiciese,
que era menester que fuese
a fuer de España al corral
de contino,
por partir con el vecino,
también comedido estuvo,
que quince veces anduvo
por aquel mismo camino
que solía,
y cada vez que salía,
entre tanto que tornaba,
el que tras la cama, estaba
en su lugar ponía,
por guardar
aquel proverbio vulgar,
y sentencia muy esquiva,
que el que fuese a lo que iba,
dice que pierda el lugar
su tormento,
creciendo más con el viento
y el sereno que cogía,
en rebatos le ponía,
y en priesas cada momento
que venían,
los dos señores que vían
los dolores con que andaba,
cuanto más el se quejaba
tanto más ellos reían
y holgaban,
y muy sin pasión estaban
de su pasión y querellas,
creciendo la causa d[e] ellas,
las cámaras aquejaban
bravamente,’vínole súpitamente
una priesa tan terrible,
que di[c]e que no fue posible
sostener el accidente
presuroso,
como estaba correoso
y le tomaba desnudo,
con mucho trabajo pudo
darse un poco de reposo
congojado,
por pasar al otro lado,
por cima de su mujer,
a cumplir su menester,
do estaba el enamorado
so las tejas,
descubiertas las orejas
no hallando mejor plaza,
descargó la viaraza
entre sus ojos y cejas
de través,
y como puso los pies
sobre él y lo halló blando,
dijo, ¿mujer en qué ando?
¿Qué está aquí? ¿qué cosa es
lo que piso?
ella con gentil aviso,
no perdida ni turbada,
sino muy disimulada
respondiole de improviso
sin temor,
diciendo luego, señor,
¿habéis acabado ya?
Dad presto la vuelta acá
que es dañoso ese frescor,
y os enfría,
y trayendo todo el día
congoja de vuestros males,
puse ahí dos cabezales,
temiendo lo que sería,
y con esto,
ayudándole de presto
con las manos a subir,
dio lugar a se encubrir
peligro tan manifiesto,
y tornado,
a la cama el lacerado,
necio, ciego, sordo y mudo,
al cabo quedó cornudo,
y el otro salió cagado,
con perdón,
demos hora conclusión,
y digamos que en España,
y en Italia y Alemania,
y en todo él Setentrión,
en Turquía,
oriente, ni mediodía
y en fin por todo el mundo
no reconoce segundo
amor, en su compañía,
ni igualdad,
con soberbia y libertad,
todo lo ciñe y abarca,
es poderoso monarca,
de nuestra sensualidad,
no aprovecha
desviar a manderecha,
que por mas artes que trayas
por donde quiera que vayas,
hallarás su ley estrecha
y extendida,
guardada y obedecida
de todos o de los mas,
en cada reino verás
su bandera descogida,
sus soldados,
sus ansias y sus cuidados,
sus pífanos y atambores,
sus angustias y dolores,
sus reales asentados,
como digo,
d[e] este señor enemigo,
que no perdona a ninguno,
y séase cada uno
de su corazón testigo
sin engaño,
¡oh gran dios y cuan extraño
es el amor halagüeño,
cuán alegre y cuán risueño,
cuando todo ya de un paño,
de ambas partes!,
¡cuán sin cautelas ni artes
van los dos en sus peleas,
mas cuando el uno coxquea,
son aciagos los martes
y los jueves,
las horas de placer breves,
largas las de mohindad,
el uno trata verdad,
y el otro cien mil aleves
y falsías,
despechos, descortesas,
mudanzas y novedades,
desvíos, dificultades,
mil sobras y demasías,
y baldones,
falsas disimulaciones,
desdenes y disfavores,
desgracias y desamores,
y mentiras a montones,
y ruindades,
engaños y falsedades,
mentiras y trampantojos,
cien mil fingidos enojos,
dolores y enfermedades
que levanta,
con la soga a la garganta,
con muy clara voluntad,
con amor y lealtad,
con ansia que le quebranta,
y le hiende,
con deseo que le enciende,
con afición que le inflama,
llega el triste del que ama,
delante de quien le prende
y cautiva,
la dama se muestra esquiva,
y finge que está ocupada,
hácese grave y pesada,
honesta, contemplativa,
y muy devota,
altérase y alborota
de cualquier buena razón,
y cuanto ella dice son
razones de carta rota,
desatadas,
las ciertas, desamoradas,
fingidas las amorosas,
las del sí, son mentirosas,
las del no, determinadas,
y de veras,
nuevas formas y maneras
busca para despedirse,
abrevia para partirse
con palabras lisonjeras
coloradas,
con la boca pronunciadas,
mas no con la verdadera,
que ya cuando salen fuera,
como nieves van heladas
del enfado,
el pecador del penado
trabaja por entendellas
y a las veces queda d[e] ellas
alegre, mas engañado,
y vendido,
desvelado y embebido
se va pensando en aquello
y ella ríe del, y d[e] ello,
diciendo ¡ved que perdido,
que hastío!,
ved con que se viene el frío,
mas necio que su zapato,
qué mal empleado rato,
qué donoso desvarío,
ved qué gesto,
qué flaco y que mal dispuesto*
qué enfadoso y qué grosero,
¿no miráis que majadero?
Con que se me viene el cesto
cada día,
el cuitado todavía
esforzado en su pasión,
vuélvese a su petición,
continuando su porfía
trabajosa,
y visto cuán poca cosa
valen las buenas razones,
con presentes y con dones,
hace de la desdeñosa,
amigable,
granjeando que le hable
con interese siquiera,
dásele d[e] esta manera
algún tanto favorable
con cohecho,
mientras dura aquel provecho,
como la leña en el fuego,
mas tórnase a morir luego,
porque no sale de pecho
encendido,
el miserable vencido,
aunque sospecha el engaño,
disimulando su daño,
hace del favorecido,
deseando,
y tórnase suspirando
con ansia de tal tardanza,
entre temor y esperanza,
la respuesta examinando
que le dio,
lleva de lo que pasó
la memoria sospechosa,
aunque no se olvida cosa
de cuantas ella habló
ya el cuitado,
incrédulo y confiado
como si fuese el salterio,
piensa que hay algún misterio
y que puede ser fundado
sobre cierto,
el sentido siempre alerto
por ver cuando será hora,
y quédase la señora
riendo de verlo muerto,
y en cadena,
toma gloria de su pena,
y que por ella se pierda,
mas el ido no se acuerda
de cosa mala ni buena,
ni se da,
por lo que viene ni va
una blanca ni un cornado,
y si le siente enojado,
mucho mas alegre está
de cruel,
y por darle a beber hiel,
aunque se le da nada
fíngese estar enojada,
y que tiene quejas d[e] él
falsamente,
haciendo que el inocente
compre caros los enojos,
con dos higas en los ojos
cuando sienten que le siente
sus ruindades,
huelgas de estas novedades,
porque tiene averiguado
que a costa del lacerado
sobarán las amistades,
y aunque yerra,
queda hecha mora perra
contra el cautivó cristiano,
porque sabe que en su mano
esta la paz o la guerra,
o gran dios,
¿y como permitís vos
tan peligrosa dolencia?
¿Y tan grande diferencia
entre estos amantes dos?
¿Cuál razón,
sufre que sufra pasión
el que trata la verdad?
Y viva a su voluntad
la que trata la traición
y falsía?
No puede haber en Turquía
cautiverio más esquivo
que el del amante cautivo
tratado con tiranía
sin favor,
puede tanto el desamor
en el pecho de una, dama,
que por solo que la ama
a veces al amador
aborrece,
sin mirar si lo merece,
siempre le trata con ira
y cada vez que lo mira
de un diablo le parece
semejanza,
y cuando ya el triste alcanza
a contalle sus mancillas,
no se amansa con oíllas
antes recibe venganza
señalada,
tan esquiva y desgraciada
y tan desdeñosa está
que apenas confesará
que huelga de ser amada,
ni servida,
y de mal agradecida
le aconseja que la olvide,
con la boca lo despide,
con los ojos lo convida
y apiada,
dale a entender que se enfada
de que siga tal «empresa,
no porque d[e] ello le pesa,
sino porque no le agrada
ni contenta,
de verse libre y exenta
desprecia su servidumbre,
y tiene por pesadumbre
las lástimas que le cuenta
con dulzura,
mientras el mal querer les dura
pecan de mala crianza,
no saben tener templanza,
cortesía ni mesura,
ni castigo,
este desamor que digo
aun lo guardan en la cama,
que la hembra al que desama
tiénele por enemigo
capital,
y han por regla general
con malquerencia desdén,
nunca saben querer bien,
que luego no quieran mal,
sin tener,
capacidad de poner
entre dos extremos medio,
no se saben dar remedio
entre amar y aborrecer,
ni encubierta,
si esta cerrada la puerta
de la buena voluntad,
la mentira y falsedad,
luego la veréis abierta
a la clara,
no saben torcer la vara
de justicia a la razón,
ni dejar el corazón
de dar muestras en la cara
conocidas,
las más falsas y sabidas
no pueden disimular,
que sabiéndolo mirar,
luego no son entendidas
claramente,
que aunque cupido consiente
nuestros males y dolores,
no sufre que los amores
engañen al inocente
pecador,
que bien que le ciegue amor
a que se deje vencer,
mas no le priva de ver
sus daños y disfavor,
y mancilla,
y esta es grande maravilla,
y alta cosa de entender,
en que muestra su poder
amor cuando nos humilla
y encarcela,
sin engaño ni cautela
nos enseña sus zozobras,
alumbrando con sus obras
como con una candela,
con que vemos,
sus reveses, sus extremos
por experiencia de otros,
cuando huye de nosotros,
entonces más le queremos,
y seguimos,
claro está que lo sentimos,
que él mismo nos desengaña,
pero cuando más se ensaña,
le adoramos y servimos
de rodillas,
con achaques y rencillas
nos hace vivir contentos,
y así cumple estar atentos
a entender sus maravillas
y secretos,
porque los que son discretos
y mantienen presunción,
huyan de tal ocasión,
por no ser d[e] ella sujetos
como fueron,
otros muchos que perdieron
por ella su autoridad,
porque amor majestad
jamás se compadecieron,
es de ver,
un ejemplo de placer
un maestro gran letrado,
era acaso enamorado
de una pobreta mujer
que él quería
más que a la lumbre del día,
y ella tomábale en cuenta,
el por tenella contenta
dábale cuanto tenía
y alcanzaba,
no dormía ni velaba
con el ansia que traía,
y ella más le aborrecía
cuanto más él la trataba
con paciencia,
creciendo la malquerencia,
no valiendo el interese,
fue menester que sufriese
sobre cuernos, penitencia,
a la rasa,
que encendida como brasa
de un coraje que tomó,
la vergüenza le perdió
y ausentósele de casa
en un punto,
el triste quedó difunto
sin poder estudiar letra,
porque amor cuando penetra
cuerpo y seso roba junto
como diestro,
el miserable maestro
cargado de pensamientos
anda bebiendo los vientos,
trayéndolo de cabestro
su pasión,
ya de cantón en cantón
por las calles a buscalla,
y al cabo vino a hallalla
metida en un bodegón
descuidada,
dando de regocijada
risadas en alta voz
con un soldado feroz
a su placer abrazada,
que haría,
el sin ventura que vía
tan sin pena de su pena,
y tan presto tan ajena
la por quien él se moría,
y vencido,
con la pasión atrevido
desde el pie de la escalera
le habló de esta manera,
como hombre desfallecido
que se fina,
a señora catalina…
y ella visto que era él
no hizo más caso d[e] él
que de un mozo de cocina,
el porfía,
a llamarla todavía,
con ansia que le forzaba
y ella tornada más brava
que leona cuando cría,
dijo así,
dolor no curéis de mí
pues yo no curo de vos,
sino yo os prometo a dios
que os haga matar ahí,
el cuitado,
cayó (de desconsolado)
amortecido en el suelo,
de un cabo le cerca duelo,
de otro pena y cuydado,
en no nada,
de verla tan indignad
estuvo de traspasarse,
y acordó de encomendarse
al huésped de la posada
por dinero,
el cual siendo medianero
movido de piedad,
con muy gran dificultad
alcanzó que ante tercero
la hablase,
un enemigo no pase
por el paso que él pasó,
ni sienta lo que el sintió,
antes que la comenzase
a hablar,
comenzola de mirar
todo perdido y turbado,
temblando como azogado,
con miedo de la enojar
a tal hora,
dijole, decid señora,
¿por qué holgáis de mi muerte?
¿Por qué tratáis de tal suerte
al que sabéis que os adora
y padece?
¿Catalina que os parece,
por vuestra causa cuál vengo?
cierto el grande amor que os tengo
tan mal pago no merece,
reina mía,
¿por qué matáis mi alegría?
¿Por qué enterráis mi placer?
¿Qué más queréis que tener
un maestro en teología
por esclavo?
¿Por qué se muestra tan bravo,
vuestro corazón de acero
contra tan manso cordero,
en cuya sangre me lavo
por quereros?
A vos os sobran dineros,
vestidos y de comer,
y cuanto habéis menester
para muy bien manteneros
en la vida,
sois señora conocida
de mi casa, sin más cuenta,
de todo lo que os contenta
es vuestra boca medida,
pues decid,
¿por qué me tenéis en lid,
con vos, conmigo, con Dios?
Que ando perdido tras vos
por toda Valladolid,
¿qué os he hecho
que merezca tal despecho?
No tenéis otra razón,
sino seros mi afición
mayor que vuestro provecho,
más pues veis,
que estas dos cosas tenéis
ciertas a vuestro servicio,
haced de mi sacrificio,
y no me desamparéis,
o señores,
los que saben de dolores,
contemplen en este paso
cuan avariento y escaso
es el amor sin amores
que le hieran,
¿a qué hombre no movieran
palabras tan lastimeras?
Que aun las alimañas fieras
es razón que las sintieran
siendo tal,
y tan crecido su mal,
más aunque las oyó ella,
no le hicieron más mella,
que pajas en pedernal,
antes luego,
encendida en vivo fuego
como víbora saltó,
y con furia respondió
al amante triste y ciego
todavía,
llena de melancolía,
¿queréis que os diga do[C]tor
los pasatiempos de amor
no han menester teología?
Ved que pago,
ved que le prestó el alhago
y la razón amigable,
ved si pudo al miserable
serle día mas aciago,
dios nos guarde,
de la mujer que no arde
en el fuego que os quemáis,
que por más que la sirváis
nunca la veréis o tarde
ser piadosa,
quiero contar una cosa
de infinitas que ya vi,
mientras en el siglo fui,
que os parecerá espantosa,
mas es cierta,
en una noche desierta
andábamos otro y yo,
y ventura nos guio
al resquicio de una puerta,
donde vimos,
un hombre que conocimos,
que pasaba de setenta,
puesto el triste en tal afrenta
que, aunque mozos, nos moyimos
a mancilla,
no se tenga por hablilla,
que lloraba de sus ojos
hincados ambos hinojos,
delante de una putilla
que allí estaba,
que cierto que no llegaba
a cumplidos trece años,
aunque en mentiras y engaños
de los ochenta pasaba,
la malvada,
estaba en extremo airada
dándole con un chapín
diciéndole, viejo ruin,
no entréis más en mi posada
ni yo os vea,
que sois la cosa más fea
que hay en el infierno todo,
que gargajiento beodo,
difunto que se menea
balsamado,
tomad cuanto me habéis dado,
y llevaldo a los establos,
idos con todos los diablos,
monstruoso corcovado,
asqueroso,
no me seáis enojoso,
que veros es vituperio,
y hedéis a cimenterio
culcósido, lagañoso,
alma mía,
el pobre viejo decía,
no me des estos baldones,
¿no te basta que me pones
los cuernos a medio día?
Sin conciencia
me los plantas en presencia
y pues ya lo sufro y callo,
cese señora el rallo,
ten un -poco de paciencia,
ten empacho,
ella responde borracho,
y por cuales negros duelos,
me habéis vos de pedir celos,
viejo ruin, rapaz, mochacho
alfaquí,
no parezcáis ante mí
a decir esas vejeces,
ya os lo he dicho muchas veces
que no me vengáis aquí
cazcarriento,
sino hago juramento
por los huesos de mi padre
y por vida de mi madre
de haceros un escarmiento
señalado,
y con corazón airado
dando con él en el suelo,
le trabó del blanco pelo,
y tal cual el mal pecado
se lo para,
escupiéndole la cara,
dándole cien mil porrazos,
y tan crudos chapinazo,
que un asno no los llevara
ni pudiera,
y el con voz muy lastimera
con los ojos arrasando
el triste todo temblando
le daba de esta manera
sus querellas,
agora que me desuellas,
y me tratas como a moro,
agora Juana te adoro,
y beso lo que tú huellas,
o dios grande,
el no permita ni mande,
ni acaezca en nuestros días,
que en semejantes porfías
ninguno corra ni ande
de nosotros,
miremos unos por otros,
porque no seamos vasallos,
que salen mansos caballos
si se doman bien de potros,
y mirad,
que de nuestra libertad
solo un punto no perdamos,
ni pudiendo la pongamos
en ajena voluntad,
que muy presto
se suele perder por esto
lo que muy tarde cobrar,
donoso debiera estar
Virgilio dentro del cesto
que colgaba,
y Hércules cuando hilaba
con aquellas mismas manos,
con que los bravos hircanos
leones descarrillaba,
gran placer,
fuera cierto ver coser
al gran rey Sardanapalo,
sed libéranos a malo,
no nos tiene la mujer
tan adentro,
bien que del primer encuentro
cual y cual puede escapar,
mas no deje aposentar
el apetito en el centro
y rincón,
del secreto corazón
especialmente sí viere
que la dama a quien él quiere
no responde a la razón
del penado,
pues los males que he contado
hasta aquí del mal querer,
todos se pueden tener
por tortas y pan pintado,
los dolores
principales y peores,
las verdaderas cosquillas,
las fatigas no sencillas
de los tristes amadores
desamados,
aquestos no están contados,
ni esta dada la sentencia,
guarde dios de competencia
lo que son enamorados,
que esta es
muy peor que él mal francés
cuando no son bien queridos,
porque han de andar tullidos
de la cabeza a los pies,
yo no siento
otro más grave tormento
ni más terrible dolor,
que tener competidor
de mayor contentamiento
con la dama,
él calla y ella le llama
vos llamáis y ella responde,
buscándola vos se esconde,
y vase el otro a la cama,
ved que vida,
con vos esta desabrida
más amarga que la hiel,
al otro dale la miel,
y con ella le convida,
muy pagada,
con vos habla de pasada,
del otro nunca se harta,
del uno jamás se aparta,
de vos contino se enfada
y se estrecha,
el anda a la manderecha,
y vos debajo los pies,
y lo que más dolor es,
que lo mismo que el desecha
deseáis,
muy áspera la halláis
y él muy amorosa y blanda,
más vale lo que él le manda
que lo que vos suplicáis,
no tenéis
cosa cierta en que os fieis,
ni él cosa que le desvele
el delante d[e] ella huele,
y vos contino hedéis,
a la puerta,
siempre la veis rostrituerta,
y él favorable y graciosa,
ya que otorgue alguna cosa
los conciertos que concierta
son aviesos,
el comete los excesos,
y a vos se carga la culpa,
él se come al fin la pulpa
y a vos os dan con los huesos
sobre cena,
vos no tenéis hora buena,
y él se lleva la victoria,
él holgando gana gloria,
y vos trabajando pena,
con querella,
al fin fin, el goza d[e] ella,
y vos la sentís cruel,
ella se muere por él,
y vos os perdéis por ella,
o amor loco,
a propósito lo toco,
dice un refrán, yo por ti,
tu por otro y no por mi,
antes me tienes en poco,
ved que albricias,
con vos usa de malicias,
con el otro de verdades,
con vos dos mil crueldades,
con el otro mil caricias
y ventajas,
estáis a lumbre de pajas,
y el otro con buen brasero,
el desecha el pan entero,
y vos cogéis la migajas,
no hay morir
que se iguale con vivir
vida triste y tan amarga,
lleváis a cuesta la carga,
y encima habéis de sufrir
mil pesares,
desabrimientos a pares,
cosa no se os endereza,
que si os duele la cabeza,
os curan los carcañales,
pues que enojo
es ver los cuernos al ojo
que si queréis demandallos
dic[e] que habéis de soportallos
o que os echéis en remojo,
tolerallo,
podéis, pero no quejallo,
porque es ley siciliana,
si la yegua esta sin gana
dar de coces al caballo,
si esperáis
de haber lo que deseáis,
sois comendador de espera,
que esperáis que aqueste muera
en cuya plaza quepáis,
y entre tanto
olvidad vuestro quebranto,
ensanchad el corazón,
que muy ordinarios son,
por más que seáis un santo,
desafueros,
que compran por sus dineros
los amantes, porque el rey
cupido no guarda ley
igual con sus caballeros
que trabajan,
nunca los amores cuajan,
cuando amor a ambos no hiere,
porque cuando uno no quiere,
dicen que dos no barajan,
y es oficio
do no basta beneficio,
que por bien que hayas servido,
donde no sois bien querido,
no vale fe ni servicio,
de esta cuenta
no se entiende ser exenta
la mujer ni dios lo quiera,
que de la misma manera
el amor las atormenta,
y muchas d[e] ellas,
se queman en sus centellas,
y le pagan este fuero,
que amor como justiciero,
consiente que sientan ellas
sus heridas,
quieren y no son queridas,
aman y no son amadas,
por hombres viven penadas
de quien son aborrecidas
con engaños,
estos agravios y daños,
estas burlas y entremeses,
estos trances y reveses,
estos tormentos extraños,
esta muerte,
por ellas también se vierte,
aunque no tan a menudo,
también roen este ñudo
cuando les cabe la suerte
lisonjera,
con esta ley barredera,
amor las juzga y maltrata,
porque quien a hierro mata,
a hierro es justo que muera,
y que trague,
estos tragos y se llague
con la lanza que nos llaga,
porque es muy debida paga,
quien tal hace que tal pague,
con razón,
esta grave maldición,
para que mejor se crea,
es buen testigo Medea
desdeñada de Jasón,
do se arguye
y claramente concluye
ser lo que digo verdad,
porque es una enfermedad
ser mal quisto que destruye
la salud,
pocas usan de virtud
si el amor no las calienta,
porque andan en una renta,
desamor e ingratitud,
ni se entienda
que el amor de balde venda
sus gozos y sus venturas,
sino a vueltas de amarguras,
que se venden en su tienda
muy espesas,
muy ciertas con sus promesas
con los suyos, no lo niego,
muy sabroso es su sosiego,
pero no lo son sus priesas
y agonías,
muy dulces sus alegrías,
mas sus pesares pesados,
con un barril de lenguados
vienen cuatro de acedías
al mercado,
aquel dolor afamado,
nuestro publio ovidio naso,
habla muy bien en el caso,
como bien acuchillado
por amar,
si supiésemos contar
cuántas yerbas tiene el suelo,
cuántas estrellas el cielo,
cuántas arenas la mar,
y la tierra
animales de la sierra,
y árboles con hoja y flores,
tantas penas y dolores
amor encubre y encierra,
maguer bueno,
lleno esta su placer, lleno
de lacras y penas muchas,
porque no se toman truchas
con las manos en él seno,
como digo,
porque no me contradigo
ni revoco mis sentencias
por decir las diferencias
que suele el amor consigo
poner,
sabed que sabe hacer
que sea blanco lo prieto,
y caber en un sujeto
dos contrarios en un ser
juntamente,
claro esta que esta doliente
el que enamorado está
pero mientras bien le va,
con el favor no lo siente,
del contento,
adormece el pensamiento
el sabor de este potaje,
como cuando dan brebaje
al que quieren dan tormento,
¡oh cuan varios,
muy continuos y ordinarios,
suelen ser estos aferes!
pero para sus placeres
a veces son necesarios
con razón,
habiendo contradicción,
sabemos lo deseado,
porque va tras lo vedado
nuestra flaca inclinación
natural,
como gentil oficial,
envuelve amor en la miel
los bocados de la hiel
porque no sienta sin mal
el goloso,
encúbrelos, de mañoso,
porque ninguno los tema,
esta frio y dic[e] que quema
como caldo de raposo,
mas mirad
que para decir verdad,
otras cosas bien miradas
y con esta cotejadas,
no hallareis novedad
conocida,
¿qué gozos hay en la vida»
de cuantos podéis decir,
que no los veáis medir
con esta misma medida,
de cuidados?
Todos están aforrados
de zozobras semejantes,
díganlo los negociantes
en la corte sepultados
sin que mueran,
aunque hagan cuanto quieran,
y negocien a su gana,
del mismo negocio mana
contino con que se hieran
y fatiguen,
que por bien bien que litiguen,
los que en granada pleitean,
yo os digo que no se vean
sin tramas que los obliguen
a pasión,
siempre están en confusión,
temerosos en audiencia,
y aunque tengan la sentencia,
temen el apelación
venidera,
la revista que se espera
los pone luego en congoja,
guando de una parte’ afloja,
comienza en otra manera
a apretar,
pues los que andan en la mar,
aunque tengan esperanza,
viento en popa y mar bonanza,
no dejan de revesar,
sin comer,
cuando más a su placer
navegan a velas llenas,
van temiendo las ajenas,
y suspiran por se ver
en la tierra,
guando la noche se cierra,
ved qué tristeza les viene,
decidme, ¿qué vida tiene
el gentil hombre de guerra
tan segura?
Ved si le falta amargura,
aunque tenga doble paga,
por merced que dios le haga,
le sobra mala ventura,
y temores,
enojos y sinsabores,
peligros y diferencias
mal francés y otras dolencias,
y música de atambores,
que da pena,
ya que la fortuna ordena
la vi[c]toria, cómo alcalde,
mirad si la da de balde,
dígalo la de Ravena
que sabemos,
pues si comparar queremos
la vida del amador
con la del guerreador,
en mil cosas la veremos
semejante,
anda en guerra todo amante,
no lo digo solo yo,
porque Ovidio lo escribió
en verso muy elegante
y polido,
habet sua castra cupido,
en que tiene más soldados
y a menos costa pagados,
que ningún rey ha tenido,
ni es posible,
la edad que es convenible
al que la guerra mantiene,
esa misma le conviene
al amador apacible
requebrado,
fea cosa es el soldado
que so la pica envejece,
y muy fea nos parece
ser el viejo enamorado
y galán,
los años que el capitán
pedirá al fuerte guerrero,
demanda en el compañero
la dama, si se le dan,
pues el mal
ambos le pasan igual,
ambos velan, a mi ver,
y entrambos suelen tener
la tierra por cabezal,
de barriga,
a la puerta de su amiga
el uno hace la vela,
el otro la centinela
en el campo con fatiga,
no con vicio,
luenga vida es el oficio,
del que en la guerra se emplea,
y sin fin es la tarea
del amor y su bullicio
tras las dueñas,
ásperos montes y peñas,
ríos altos y sin puente
nieves grandes fácilmente
pasan ambos tras sus señas
y banderas,
ambos andan tan de veras,
que habiendo de navegar,
no se curan de esperar
otoños ni primaveras,
ni los vientos,
ni aguardan los movimientos
del cielo para partir,
antes piensan de salir
al son de sus pensamientos
con su brío,
las noches del bravo frío
y las nieves sobre el hielo,
las lluvias grandes del cielo,
¿quién querrá por su albedrío
padecellas?
¿Quién no se excusará d[e] ellas
sino el guerrero cruel
o el enamorado fiel,
abrasado en sus centellas
y calor?
Va el ginete corredor
a descubrir enemigos,
sus ojos hace testigos
contra su competidor,
y el que ama,
el uno por ganar fama
ciudades cerca y rodea,
el otro ronda y pasea
los umbrales de su dama
cada día,
el uno con batería
muros y puertas destroza
y el otro los de su moza,
dando voces a porfía,
por entrar,
del oficio militar
es acometer pudiendo,
los enemigos durmiendo,
por los prender o matar
desarmados,
durmiendo fueron entrados,
los reales del rey reso,
y el mismo gran rey fue preso
y sus caballos tomados
y perdidos,
del sueño de los maridos
usan así los amantes,
que al concierto hecho de antes,
cuando duermen son vendidos,
sin dinero,
del amante y del guerrero
es pasar guardas y velas,
y escapar con sus cautelas,
de las manos del portero
por la puerta,
dudosa cosa e incierta
es la guerra y sus favores,
y así son los amadores,
metidos en encubierta
de ventura,
los que hoy tienen estrechura,
mañana gozan y cantan,
los vencidos se levantan,
como de la sepultara,
a vencer,
y aquellos que al parecer
invencibles parecían
suelen, cuando más se fían,
ser vencidos y caer,
de manera,
señores, que donde quiera
hallaréis un mal vecino,
y un rato de mal camino,
de Toledo a Talavera
caminando,
y por esta ley y bando
echa amor a las criaturas,
dales duras y maduras,
porque no os vais alabando
los queridos,
y pues de tales gemidos
ninguno vive seguro
y las penas son de juro
a los más favorecidos
y privados,
los que son enamorados,
al repartir del despojo,
echen la barba en remojo,
esperando ser tocados
mala vez,
pocas veces sale el mes
sin que algún pesar hallamos,
pero, si bien lo miramos,
mal de muchos gozo es,
y está claro,
que a la fin nos cuesta caro,
como aquí se ha discurrido,
los placeres de cupido,
aunque dé carta de amparo,
bien sabemos
que es mejor de dos extremos
mucha paz que buena guerra,
y mejor estar en tierra
que llevar gentiles remos
por la mar,
mejor es no navegar
que ver la mar mansa y rasa
y mejor estar en casa
que a buen mesón aportar
quien camina,
hacemos a la contina
de necesidad virtud,
mas mejor es la salud
que la buena medicina,
pues mirado,
el fin del enamorado,
claro está que es muy mejor
no ser el hombre amador
que serlo aunque sea amado,
y de verdad,
más vale con libertad
pan y agua con cebolla
que cabecera de olla
por ajena voluntad
y privanza,
mas decidme, ¿quién alcanza
en la vida este lugar?
¿Quién nace para gozar
d[e] esta bienaventuranza
con sosiego?
¿Quién está en paz con el fuego
de su carne pedigüeña?
¿Quién es el que con su leña
no hace contra sí fuego
do se encienda?
¿Quién hay que tenga la rienda
de su propia inclinación?
O ¿quién no cae en tentación,
por mucho que se defienda
y abroquele?
Que el cuerpo sin carne huele
y jamás podrá estar quedo,
¿quién no muestra con el dedo
el lugar donde le duele
señalado?
¿Quién habrá tan concertado
que a la corta, que a la lengua
su gironcillo no tenga
de loco o de requebrado?
Dios, que somos bien librados
los hombres desde la cuna,
pues nacimos sentenciados
a ser siempre gobernados
por amor o por fortuna,
él niño y ella mujer,
ella ciega y él con ella,
ambos locos y sin ser,
¿Qué reino pueden tener
donde no reine querella?

2019-10-11T06:45:01+00:00

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