En danza mil putas viejas,
a modo de Celestina,
y un pastor con sus ovejas,
bien vestido de pellejas
y besando una mastina,
a puertas de un tabernero
me paresce que los ví,
y gritaba un pregonero:
"Tiempo es, el caballero,
tiempo es de ir de aquí".
Y una negra pastelera
que por amigo tenía un soldado,
de manera, rayaba su delantera,
y los pasteles hacía
de hojaldre. Gran amiga,
más que yo puedo decir,
y cantaba con fatiga:
"Que me crece la barriga,
y se me acorta el vestír".
Y una putana de arte,
por extremo gran cachonda,
muy mayor que un baluarte,
entona de otra parte:
"El dragón se te cohonda,
siente mis tristes querellas;
gente que quiere acudir,
una higa para ellas,
las que me dan de vestír".
Con envidia que tomó
otra de más presunción,
al encuentro le salió
diciendo: "Solia yo
matarme la comezón".
Y pasaba un sana-potras,
el cual las quiso herir;
y de ver sus carnes rotas,
miranse unas a otras,
no hacen sino reír.
Y una moza rastillando
su vellón que le arrastraba
en el suelo, por más blando,
vi que la estaba enclavando
un ciego que le rezaba.
Con los golpes del martillo,
mostraba recio gemir,
y cantaba en tono un grillo:
"Si teneis algún castillo
donde nos podamos ir".
Mal de muchos gozo es,
consuela cualquier;
ni la ropa del revés
no la compra el que es agudo.
Y la dama matadora
bercera la conoscí,
cantando un negro a deshora:
"Paridlo vos, mi señora,
que ansí hizo mi madre a mí".
Un fraile y dos sacristanes
concertaron de moler
más trigo que dos gañanes,
y sobar muy bien los panes,
y hacer el horno arder:
amasando en bastidor
por el pan hacer venir;
vi cantar un cardador,
"Hijo soy de un labrador
que a cavar es su vivír".
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