Enfados
Enfádame una dama melindrosa
que fue toda su vida cantonera,
y hácese entre manos religiosa
fingiendo que no entiende, la matrera.
Enfádame un galán enamorado
que cree de su dama un bien te quiero,
y anda el triste muerto y embobado
gastando con la penca su dinero.
Enfádanme también los jugadores
que pierden tiempo, honra y sus reales,
y en no acudiendo el naipe a sus sabores
blasfeman contra Dios los infernales.
Enfádanme también los lisonjeros
que sirven con cautela a sus señores,
y en no robando al amo los dineros
los visten en ausentia de dolores.
Enfádame el señor cuando sentona
diciendo que merece que [e]l extraño
le exima y le respete la persona,
sin gaje ni mercedes, todo el año.
Enfádame un galán que [e]s convidado
y sabe que en comer les da contento,
haciéndose del primo y delicado
se queda el puro necio más hambriento.
Enfádanme las damas atapadas
que van por estas calles en do[s] cocos,
y lleva[n] con tal red a sus posadas,
pegados como en liga, muchos locos.
Enfádanme unos viejos mal mirados
que ya tienen sin muelas las encías,
y si les llamáis viejos, aunque honrados,
responden: “Nunca lleg[u]éis a mis días”.
Enfádame un galán que muy osado
se pica de gigante y, sin recelo,
[se] sube en un caballo desbocado
y, al punto, va rodando por el suelo.
Enfádame el galán que de puntillas
va saltando [las] piedras de tal modo
que, no asentando el pie, con las costillas
enmolda su presentía en medio el lodo.
Enfádame el engaño en las mujeres
que fingen, como al vivo, mil cautelas,
desmayos y tristezas y quereres;
y en no habiendo qué dalles, alzan velas.
Enfádanme unos dones enprestados
de damas, cortesanas y solteras;
y luego, por el don, piden ducados
y tienen, por colchones, dos esteras.
Qu[e] estando tras torno y redes
sus mercedes,
siendo mal condicionadas,
por Dios, que mueran pegadas
las bocas a las paredes.
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