Marica, que a decir mal
de frailes te precipitas,
estando por condenado
tu amor siempre en la capilla.
Ellos de ti no hacen caso
si nota[n] de grosería,
que no son las reverencias
para tan descortés niña.
Resabio de privilegio
tienes y lo saco, amiga,
en que de tu trato todas
las órdenes participan.
Pila de todos los frailes
fuiste siempre conocida,
sino es que tu sacristán,
te ha sacado ya de pila.
Del mercenario te pagas,
del agustino te obligas
y el teatino de tus partes
tiene muy larga noticia.
Si piensas que no te entienden
poco, amiga, gongorizas,
porque más que a soledades
te inclinas a compañías.
Deja de decir mal de ellos
y que es indecente; mira
que por vana te deseche
quien te averiguó partida.
Cuando despreciarte miro
los frailes, pienso, Marica,
que tus flaquezas con ellos
te tienen desvanecida.
Perdida por ellos fuiste
más que mucho, niña mía,
que si tantos te jugaron
estés por ellos perdida.
Espantadiza te has hecho,
de los frailes te retiras,
te estás en los padres nuestros
y dices: “Ave María”.
¿Después de las otras muchas
das en esta niñería?
Dinos que te sobresaltan,
mas no que te asustan digas.
Trata de ser bien mirada
de quien fuiste tan bien vista;
y mira con quién te tomas,
antes muchacha que riñas.
De un fraile son los consejos
que con buena intención tira,
porque más no los escupas
ha hacerte tragar saliva.
De que tus desatenciones
llegasen a su noticia
no te admires, porque tú
siempre los tienes encima.
Ya su buen trato te cansa,
sus donaires te fastidian,
pero yo me acuerdo cuando
te hacían mear de risa.
Mucho medras pues te pasan
a privada de valida,
con que vienes a ser dama
de su cámara y orina.
No hacías ascos cuando estabas
de ellos tan antojadiza,
que una vez gustaste de uno
y te hizo buena barriga.
Este corte de vestido
quien te conoce te envía,
él es de picote arroja,
el que traes de picardía.
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