A UNA DAMA MUY GORDA, HABIÉNDOLA AZOTADO SU MADRE*,
PORQUE NO LA DEJABA DORMIR LA SIESTA

Para descansar un rato
entraron Clori y su madre
una siesta calurosa
en la sala de un Alcalde.
Como tiene malas mañas
el dueño del hospedaje,
luego temí que al Zurdillo
nuevas jácaras cantasen.
Dicho y hecho, pues por culpas
de Clori particulares,
llevó sin hacerle el cargo
muchos azotes papales.
Fue portentoso el ruido,
no porque haya guardainfante
ni otro defensivo que
ahueque, defienda o guarde,
sino porque del impulso
el vigor inexorable
golfos de cristal navega
por promontorios de carne.
Yo no lo vi, aunque quisiera,
pero oí caso notable,
que representaba Clori
la dama diciplinante.
De plenitudes de luna
descubrieron las beldades.
Si en la chica mucho cielo,
aún más en la cara grande.
La música, por lo menos,
vino a ser tan resonante,
que desde lejos se oían
los golpes de los compases.
Arpa no fue el instrumento,
porque mal pudo templarse,
cuando tiene estropeada
allá en Navarra la llave.
Órgano menos, pues dicen,
que no hay flauta que tocase;
y, aunque fuelles pude haber,
no son fuelles de buen aire.
Rabel sería, sin duda,
que en la armonía que hace,
aunque los tiples resuenen,
más los bajos sobresalen.
Si ya no es que en el estruendo
con que llegaba a escucharse
nos dé a entender que serían
no clarines, sí atabales.
Quedó como una lechuga,
aunque era en caniculares,
porque una felpa refresca
más que del mar los embates.
Si quedara escarmentada,
no me atrevo a asegurarle,
pues fue salsa apetitosa
la que llevó de tomates.
1664.

LA MISMA MADRE A OTRA HIJA HIZO EL MISMO AGAZAPO LA SIESTA DEL DÍA DE SAN LORENZO, ENTRANDO A AVISARLA QUE TENÍAN APOSENTO PARA VER LA COMEDIA

Si Clori representó
la dama diciplinante,
Anarda, por no ser menos,
hizo la segunda parte.
Correo de buenas nuevas,
se introdujo con su madre,
que la pagó las albricias
con ropa de cardenales.
«Comedia tenemos» – dijo
muy alborozada, y antes
de acabar de pronunciarlo,
hubo música con baile.

Descubrió nevada esfera,
cuyos cuajados cristales
con los azotes quedaron
berenjenas y tomates.
Clori, que pudo impedirlo,
no se atrevió de cobarde,
porque la fiesta no fuese
también de participantes.
Si los postres sacudidos
se vieron, nadie se espante,
que Clori no se atreviese
memoriosa de los antes.
De “Lucía* en el corral”
fue repetido el romance,
dando al sol como el sol mismo
hermosos particulares.
Molino* pareció a todos,
sería de Candeales,
pero con tan grandes golpes
más pareció de batanes.

A Lauro que la socorra
llamaba Anarda, y él tarde
llegó, porque de un pestillo*
le embarazó cierta llave.
Tropiezo infausto en tal caso
las llaves son, no se espanten,
pues lo que unas por los menos
pierden, otras por los mases.
Con grande riesgo entró dentro,
porque pudiera arriesgarse
de una madre enfurecida
en las manos liberales.
Siendo día de su santo
fuera exceso extravagante,
porque, aunque a muchos los cuelguen,
jamás se ha azotado a nadie.
“De esta agua no beberé”
no hay que decir, que no vale
para librarse de tundas
el tener marido Alcalde.
Para parir ejercicio
dicen que es muy saludable;
con éste un parto dichoso
puede Anarda asegurarse.

1664.