Confesión

Por estar, señora, enfermo,
quiero con vos confesarme,
mas ha de ser de manera
que no nos escuche nadie.

Solo entre los dos se quede,
porque en las enfermedades,
los hombres por ir al cielo
confiesan delitos grandes.

Yo pienso que no iré al vuestro,
pero por si aprovechare,
aunque ya estoy condenado,
quiero empezar, escuchadme.

Primeramente me acuso,
que saliendo amor de madre,
adoré vuestras mejillas,
tan bellas como mudables.

Que os amé con tanto extremo,
que por ciertos disparates,
el vulgo quiso meterme
en casa de los Orates.

Acúsome lo segundo,
que en mil peligrosos trances,
por vuestro nombre juré,
siendo a tantos importante.

Y que aunque el cielo piadoso
sus pardas nubes armase,
para remojar mi fuego,
si yo juraba era en balde.

Lo tercero, que las fiestas
trabajaba más que un sastre,
ya con la vista en la Iglesia
ya con los pies en la calle.

Que os contemplaba a las noches
más helado que los Alpes,
cuando estábais a un brasero,
haciendo de mí donaire.

Lo cuarto también me acuso,
que teniendo a amor por padre,
le llamé unas veces ciego,
otras rapaz y cobarde.

Y que por vuestros desdenes,
que eran celosos achaques,
blasfemaba de su nombre,
vertiendo los ojos sangre.

Lo quinto, que ha más de un año
que soy causa de un desastre,
el mayor que ha sucedido
desde Pisuerga hasta el Ganges.

Y siendo vos la ocasión,
como agora de mis males,
perdí con el gusto el resto,
queriendo hacer un descarte.

Lo sexto también me acuso,
que os tuve sola una tarde,
y no me atreví a gozaros,
con ser vuestro amor bastante.

Que os tuve tanto respeto,
que vos pudierais llamarme,
por lo corto, de Vizcaya,
y por lo helado, de Flandes.

También me acuso, que siendo
ladrona de libertades,
procuré vuestra amistad,
por solamente enseñarme.

Que me hurtastes hasta el alma,
y encubriéndoos muchos lances,
jamás le dije al amor
que os encerrase en su cárcel.

Lo octavo, también me acuso,
que habrá ya dos Navidades,
que sin serlo para mí,
os he tenido por Ángel.

Que os llame, cielo divino,
y alivio de mis pesares,
siendo infierno de mis glorias,
y de mis intentos áspid.

No sé si de algún deseo,
acaso puedo acordarme,
porque el tiempo que os amé,
pienso que no quise a nadie.

Pero con todo me acuso
que de mi fe los quilates,
siendo, ves, ajena prenda,
en vos quisieron probarse.

De que quise ajenos bienes,
no tengo por qué acusarme,
pues al que os amaba os di,
como Alejandro a Campaspe.

Siempre con mis bienes propios
he pretendido quedarme,
a prado ajeno abrenuncio,
su dueño venga a guardarle.

Aquesta es mi confesión,
que por más breve romance,
quiere decir, que yo os quise,
y vos a mí me olvidastes.

La prenda que me pedistes
os daré por descargarme,
que aun cuando yo las estimo,
jamás dellas hago alarde.

Confieso que la tomé,
mas no es justo que me espante
de arrepentiros tan presto,
si presto os determinastes.

Torná a ceñir vuestras piernas,
que sospecho que pensastes,
que era jilguero o canario,
quando con liga me armastes.

Yo os torno lo que me distes,
y por si os aconsejastes,
al Ángel que os dio el consejo
se la enseñad de mi parte.

Decidla, que quedo alegre,
rogando, aunque miserable,
a Dios que me dé salud,
y que a vos Marfisa os guarde.