Por los montes de Coñares
marcha el capitán Pijandro
buscando al infante Virgo,
Fénix no visto ni hallado,
con solos dos compañeros,
de la esperanza engañados
que tienen los portugueses
de ver al rey Sebastiano.
Por los montes de Jodiembre
al río Coñil llegaron,
deseosos de embarcarse
y pasar al de Horados.
Pijandro, armado y valiente,
dijo :«Amigos, pues no hay barco,
esperad en esta orilla
mientras que yo pruebo el vado».
Quedáronse y él entró;
mas a muy poquitos pasos
chapaleando les dijo:
«¡Socorred, amigos caros!»
Acudieron diligentes
al puerto que iban buscando
medio muerto y medio vivo
entre los dos le sacaron.
Tendiose Pijandro entonces
entre Pendulía y Culantro,
que envuelto en lama espumosa
parecía lampreado.
Allí cerca un pastor vieron
de mal gesto y carifarto:
Culonio tenía por nombre,
ojiporcuno y barbado.
[Falta un verso]
y por Virgo preguntando,
dijo arrojando un suspiro
que derribara un peñasco:
«Los dos nos criamos juntos,
y, aunque juntos nos criamos,
no me acuerdo de su muerte,
que ha mucho que le mataron.
Por gusto de amor matole
Carajales, un tirano,
dejándole a puñaladas
en su sangre revolcando.
Su madre, doña Papurra,
su muerte ha sentido tanto
que es el río en que nadasteis
en lo que se ha transformado».
Con esto dio otro suspiro
y, de oirlo lastimados,
a la villa de Bragueta
los tres amigos tornaron.
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