¡Qué alegres son al triste enamorado
las iras de su dama con blandura!
Aquel “¿Estáis en vos? ¡Qué gran locura”,
aquel “¡Quitaos dahí, desvergonzado!”.
El santiguarse “¿Cómo habéis entrado?”,
el argüir la fama con cordura,
el tierno desmayar y la dulzura
de aquel”¡Ay, qué lo oirán! ¡Ay, qué es pecado!”.
El falso defenderse, el maleficio,
las lágrimas, el “¡Ay!”, el “Yo os prometo… “,
el “Creo me engañáis como enemigo”.
Aquel “¿Dó estaba yo? ¿Tengo juicio?”
Aquel “¡Cuál me dejáis! Tened secreto”.
No hay mal que tanto bien traiga consigo.
Texto perteneciente al Jardín de Venus.