Que no sé qué tengo en el calcañal
que no puedo andar.
Puse, madre mía,
sobre un arrayán,
sin mirar, el pie:
¡quién creyera tal!
Estaba un lagarto
allí, sin pensar,
vestido de verde
con su balandrán.
Llegose a mi planta,
no sé si a besar,
y por detenerme
mordido me ha.
Que no puedo andar.
No apretó los dientes,
aunque hizo ademán,
y al quererme huir
no quiso soltar.
Como me mordió,
madre, por detrás,
no puede, aunque quise
reparar el mal.
No sé si es herida
o si es cardenal,
sólo sé que nadie
me acierta a curar.
Que no puedo andar.
Llámeme de presto
nuestro sacristán,
que todo el remedio
en su mano está.
El aceite que echa,
para menear
la mayor campana,
me puede sanar.
Podrá ser con esto
el pie en sí tornar.
Verá como al punto
viene liberal.
Que no puedo andar.
Que sabe d’ensalmos
como un Barrabás,
y echa bendiciones
sin más reparar.
Si ve una mujer
que antojo le da,
de darle un pellizco
no hace ademán.
Y aun a las chiquillas
llega a acariciar,
y por ser humano
las quiere besar.
Que no puedo andar
Deja tu comentario