A una preñada.

Sancha ha dado en engordar
con enfermedad tan mala
que ya la carne le sobra,
aunque la sangre le falta
del galán, con que está en vela
sólo por verse alumbrada.
Estima tanto las cosas
que las mete en sus entrañas.
Cúlpase a sí conociendo
que, aunque de su mal es causa,
ella le ha tomado a cargo
por echarse con la carga.
La secretaria que siempre
la trae la llave del arca,
no para hasta verla abierta
solo porque Sancha para.
El beber agua la opila,
mas ¿cómo no ha de opilarla
si al aguador que la trae,
en su casa la descarga?
Mucho es que sin ser fría
aun el agua destilada
por alambique, al instante,
en el vientre se le cuaja.
Ya no le viene la almilla,
porque el cuerpo de su alma
al entrar no sé por donde
ella ha quedado más ancha.
No la mira de ordinario
el amante que la trata,
después que de puro honesto
la pudo al fin hacer casta.
Acaríciala el marido,
pensando que es muy honrada,
que como la ve tan gruesa
no puede creer que es flaca.
Llévala el galán a Toro,
cuando metiéndola en Braga,
por sacarla de Castilla,
deja su honor en la Mancha.
A palmos la engorda el gusto
de echarse sin ser rogada.
porque Sancha si se extiende,
también su galán se ensancha.
El infante de su sangre
al rey ciego así que nazca,
lo que ella cobra en derechos
tiene de pagar en parias.
Como la falta la regla,
con malicia algunos hablan
que la opilación la hace
ser mujer poco arreglada.
Después que el signo segundo
tomó del sexto la casa,
Capricornio la acaricia
y Géminis la embaraza.
Que está cerca de parir
saben todos, porque Sancha,
aunque se precia de hermosa,
ha descubierto sus faltas.