Si alguno en este pueblo es ignorante

ARTE DE AMOR Traducido DE Ovidio
POR FRAY MELCHIOR DE LA SERNA,
FRAILE BENITO Y PREDICADOR EN VALLADOLID

Si alguno en este pueblo es ignorante
Del arte del amor, mi verso lea
y, leído, podrá luego ser amante
discreto, y alcanzar lo que desea.
Con arte vuelve atrás y va adelante
la nave, a vela y remo, en la marea;
y el carro militar corre con ella,
y el que quisiere amar debe tenella.

Automedón se dice que fue diestro
en gobernar los carros militares,
y Tifis en la flota fue maestro
que primero rompió las bravas mares.
A mí me manda Venus que de diestro
lleve al Amor, por todos los lugares.
Será, pues, de esa suerte mi apellido:
Automedón y Tifis de Cupido.

Él, cierto, feroz es y mi adversario,
pero muchacho y fácil de ablandarse,
porque la tierna edad es de ordinario
más fácil en rendirse y en domarse.
En manos de Quirón, hombre sicario
Aquiles en tañer vino a esmerarse,
y con la arte suave y apacible
su ánimo ablandó, duro y terrible.

Aquel que tanto en Troya fue temido
ora de griegos, ora de troyanos,
estaba al viejo Quirón tan rendido
-si lo que dicen no son cuentos vanos-,
que al duro azote y d[e] él aborrecido
rendía llanamente aquellas manos
que había de sentir el Héctor fuerte,
venciendo y dándole con ellas muerte.

Aquiles, de Quirón, fue corregido
y el tierno Amor será de mí enseñado,
uno y otro de diosa concebido
y uno y otro valiente y esforzado.
Mas al toro feroz hemos rendido
a la molesta carga del arado,
y el caballo más bravo y animoso
se rinde al freno duro y enojoso.

Y a mí se rendirá el niño ciego
por más que me lastimen sus heridas,
por más que me dé fuego con el fuego
en que tiene las flechas encendidas.
Antes por eso yo mejor me entrego
y vengo las injurias recibidas,
y cuanto más conmigo ha sido esquivo,
tanto seré con él más vengativo.

No quiero yo fingir que me vinieron
de la mano de Apolo, estos preceptos,
ni que cantos de aves me los dieron
en valles apartados y secretos.
Ni que las Nueve se me aparecieron
para comunicarme sus conceptos,
como en Acra refieren hablas banas
que Hesiodo vio a Clío y sus hermanas.

El uso es mi maestro: sean dadas
orejas prontas del que aquí viniere.
Y o cantaré verdades apuradas.
Venus confirme lo que yo dijere.
Y vayan fuera desto las casadas
y la que tal ornato se vistiere
que en él nos represente ser persona
que honestidad profesa de matrona.

Y no trato de amores prohibidos.
De las burlas ecribo permitidas:
los amorosos hurtos permitidos,
sin extenderme a cosas prohibidas.
Con esto tú, novel que das oídos
a mí, y a nuevas armas te convidas:
oye, lo que conviene hagas primero
y cuál será segundo y cuál tercero.

Primero busca quién, y esto buscado
lo segundo será saber vencella,
y lo tercero, que con gran cuidado
procures conservarte en amor della.
Y esto es lo que de mí será enseñado,
y ésta será la vía sin perdella,
por quien, si place a Dios, caminaremos
y el blanco y la señal do pararemos.

En tanto, pues, que tienes las jornadas,
a tu medida escoge tu contento:
a quién puedas decir “Sola me agradas”
y en quién puedas poner tu pensamiento.
‘ Estas no pienses te serán enviadas
por el aire, de allá del firmamento:
tus propios ojos han de contemplarla
y si les contentare procuralla.

El cazador que es platico y curioso
ya sabe dónde el ciervo hace manida,
y tiene conocido el valle umbroso
adonde el jabalí tiene acogida.
Y el pecador que es algo ganancioso
a mi cargo que tiene conocida
‘ en el río la parte a do más veces
el anzuelo es picado de los peces.

También tú que pretendes entregarte
al amor y tener en él constancia,
primero de la parte has de informarte
donde halles de mujeres abundancia.
Y no temas de mí que quiero enviarte
a lejas tierras ni de gran distancia,
ni que te mandaré que navegando
al viento vayas velas desplegando.

º’ Andrómeda traída enhorabuena
de entre los indios sea de Perseo,
y la greciana y amorosa Elena
del bello Paris -de adulterio reo-,
que Roma de otras tantas está llena,
hermosas y a medida del deseo,
de suerte que será dicho aprobado
que todo el mundo en Roma está cifrado.

Cuántas mieses en Gárgara criadas
y en Metina racimos me dijeres,
y cuántas aves en las enramadas
y en la agua peces contemplar quisieres;
cuántas el cielo tiene derramadas
estrellas, tantas hay aquí mujeres,
y Roma es a quien más Venus se aplica
y donde más su estilo se practica.

la más tierna edad te satisface
y aquel florido tiempo te convida,
verás la tal que propiamente hace
que por niña y muchacha sea tenida.
Y si la juvenil edad te aplace,
verás una abundancia no creída.
Tanto, que no sabrás determinarte
a cuál te estará bien aficionarte.

O si acaso la edad más te recrea
que es más madura pero más prudente,
créeme que verás desta librea
mucha más copia que desa otra gente.
Tú no cures de más sino pasea
el soportal Pompeyo holgadamente,
allá cuando entra el sol bravo, furioso,
en el León que dicen fabuloso.

O allí donde con mármor peregrino
el hijo, de su madre fue honrado,
o aquel a quien de Libia el nombre vino
º y fue de antiguas tablas adornado,
o allí donde las hijas del sanguino
cada cual su marido ha degollado.
Y ve también allí donde con lloro
Adonis se celebra en triste coro.

Y allí donde la ropa nueva saca
la fiesta que comienza con la estrella,
y adonde se celebra aquella Baca
ira criadas que a muchas hace ser lo que fue ella.
donde se platica el toma y daca
y se encuentran el pleito y la querella,
que allí, aunque parece no creíble,
suele encender Amor fuego visible.

Allí, enfrente del templo de la diosa
Venus, por donde el agua de Apio pasa;
allí do al sabio rinde la hermosa,
y en otro lo convierte y aun lo abrasa.
A do el discreto ya no dice cosa,
que las manos ha puesto en otra masa,
y el abogado a Venus mueve a risa
trocada en negociante la devisa.

Pero tú en los teatros enarcados
las procura cazar principalmente
(que aquestos son lugares apropiados)
para cumplir tu intento prestamente.
Allí podrás mirar de entrambos lados
qué dejes y qué escojas, sabiamente,
y a quién puedas burlar y a quién te entregues,
y a quién una vez toques y otra niegues.

Cuales van en su escuadra muy compuesta
las hormigas el trigo acarreando,
y las abejas dentro en la floresta
de tomillo en tomillo van saltando,
tales vienen las damas a la fiesta,
y en tanta copia que lo estoy dudando.
Allí vienen a ver y ser miradas
-donde las castas salen muy trocadas-.

De ti primero, Rómulo, inventados
los juegos fueron para los sabinos,
cuando ni se colgaban encerados
ni ruciaban los púlpitos con vinos.
Tapicería eran ramos desgajados
de las encinas, robles, salces, pinos,
y las guirnaldas de lo mesmo hacían
y por asientos céspedes tenían.

Allí la suya cada cual miraba
y en su pecho mil cosas revolvía.
Y al tiempo que el lidiar se comenzaba,
al ronco son que el tuco les hacía,
al medio plauso el rey la seña daba
-plauso que muy sin arte se tenía-,
y el ánimo en las voces declarando
saltan luego, las vírgenes robando.

Cuáles van de las águilas huyendo
las palomas, del lobo la cordera,
ansí las mozas, la color perdiendo,
recelan la canalla hambrienta y fiera.
Todas con un temor iban temiendo,
pero no todas ya de una manera:
mésanse, corren, paran, lamentando;
unas “¡Madre!” diciendo, otras callando.

La turba mujeril llevan robada,
cuya beldad con el temor crecía.
La que resiste, en brazos es llevada,
y aquel que la llevaba le decía:
“Lo que es tu padre con tu madre amada
eso seré contigo, ánima mía”.
¡Rómulo, yo seré tan buen soldado
con tal premio espero ser pagado!

Ansí que de allí vino que se ofrecen
en el teatro grandes ocasiones,
y muchas en el circo ansí acaecen
cuando en caballos corren a ecuadrones.
Allí gestos y señas me parecen,
y hablar de manos, malas opiniones.
Y siéntate, sin más ver, tú con ella
y junta tu hombro con el hombro della.

Que la ley de la línea es tu abogada
para poder estar a ella arrimado.
Allí sea luego plática trabada
de lo común y de lo más usado:
“¿Cúyos caballos vienen?” Y el que agrada
a ella, di que a ti te ha contentado.
Y a Venus y a su hijo y compañía
muéstrales gran aplauso y alegría.

Y si en su regazo polvo hubiere
con tus dedos le quita blandamente,
y aunque ni polvo ni señal tuviere
siempre te muestra tú muy deligente.
Y las faldas le alza si algo fuere
lo que rastran; verás cómo consiente
que las piernas le veas, porque lleves
el premio del servicio a que te atreves.

Mira también atrás si la lastima
con sus rodillas el que está sentado,
y porque tal don y que tal le estima
tu capa le podrá servir de estrado.
O pónsela a la parte que se arrima
para que tenga el cuerpo decansado.
Y sírvela también con el abano
y a los pies le pon algo con tu mano.

Estos achaques, en el circo aliados,
no menos te dará la arena llana
donde combate Amor y a los sentados
no deja en las entrañas cosa sana.
Allí suelen algunos negociados
andar en apostar cuál es quien gana:
cuando menos advierten ven la flecha
que a dar al corazón les va derecha.

¿Pues qué cuando ahora César, imitando
la batalla naval, trajo galeras
de Grecia y Persia, gente(s) convocando
de entrambos mares, nuestras y extranjeras?
Allí vinieron de uno y otro bando
mujeres mozas de dos mil maneras:
el mundo es tubo en Roma. ¿A quién faltaron?
Mas ¡ay! a cuántos de amor mataron.

Agora el césar hace ya soldados
y lo que nos faltaba será nuestro.
¡Gozaos allá, Oracios sepultados,
que el Parto pagará el oprobrio vuestro!
Gran capitán en años delicados,
y, con ser niño, en armas es maestro:
para dioses no ay tiempo competente,
que antes que nazca el césar es valiente.

No espera días: corre y ha delante
su ingenio, infuso de la suma esfera.
Y así Hércules mostró que era pujante
en la cuna a ser hijo de quien era;
y Baco, con ser niño, fue bastante
para rendir los indios, gente fiera.
Y al padre tendrás, tú, César, propicio
peleando y venciendo con su a[u]spicio.

Tal principio a tal nombre le conviene,
Rey de mancebos, para ser de ancianos.
Guarda el derecho que tu padre tiene,
venga la muerte de tus dos hermanos:
armas te dio tu padre, no se suene
que su herencia te quitan los paganos.
Ellos traerán saetas de injusticia
y tú llevarás armas de justicia.

Pues los vence razón sean vencidos
con armas, y el Oriente a Roma venga.
Y tú, Mars; tú, Augusto, sed servidos
que una ayuda en esta impresa tenga.
Ambos por dioses sois ya recibidos;
él lo será también cuando convenga,
que yo adivino ya que su vitoria
me hará que en versos cante yo su gloria.

Y a me parece que te estoy pintando
-no quiera dios me engañe- en la batalla,
puesto en medio y a todos animando,
y cómo huye la servil canalla,
y a quien les da la caza se encarando
pretenden con sus flechas remedialla.
Ya no os vale vencer, que iréis huyendo.
Mirad cuánta de gente vais perdiendo.

Después vendrás tú en carro de caballos,
cuatro, blancos, a Roma victorioso;
y en cadena los Partos, por quitallos
del ardid del huir, tan engañoso.
Entonces estarán, pues, a admirallos
-día que a todos nos será gozoso-,
mezcladas con mancebos mocas bellas,
ellos alegres y gozosas ellas.

Cuando allí estés y alguna te pidiere
los nombres de las presas que allí fueron,
responde a todo y más de lo que quiere.
Ponles los nombres que te parecieren.
Afirma que es ansí, sea lo que fuere;
Hoy cuando las imágenes vinieren
de los ríos,Éufrate[s] el encañado,
y el verdinegro Tigris sea llamado.

Aquéllos le dirás que son armenios,
y los otros dirás que son persianos,
y aquélla di que en tierra de lecmenios
es la ciudad atrás de los carmanios.
Pon los nombres conforme a los ingenios;
haz capitanes a los más lozanos,
y todo sea tan propio que aunque sea
mentira, por verdad ella lo crea.

T también donde en placer se come y bebe
suele haber más que vino en qué entregarse,
donde, si al tierno Amor Baco se atreve,
de sus cuernos suele él apoderarse,
y cuando éste en sus alas más se embebe,
entonces suele Amor más esforzarse.
Y puesto que las alas él sacuda,
lo mucho daña, lo que es poco ayuda.

El vino atiza el gusto y le apareja.
Con mucho vino el fuego es ahogado.
Allí el reír y el alzar la ceja;
sin ruga el rostro, el pecho sin cuidado.
El pobre es loco; el otro nada deja
que no dice, del vino estimulado.
Allí las hembras nos captivan luego
y a las venas va Venus: fuego al fuego.

Aquí a la luz no creas engañosa,
que vino y noche turban el juicio.
De día miró Paris a la hermosa
de quien recibió el premio de su oficio.
De noche cada cual es una diosa:
la falta no descubre allí su indicio.
De día se han de ver la perla y grana,
y el rostro hermoso y la facción galana.

¿Qué te diré del número copioso
de las que andan los bosques talayando?
¿Qué de las bayas puestas al reposo
que entre el ardiente azufre van pasando?
Donde, herido de amor: “¡Ay, qué engañoso
no -alguno dice, su dolor notando– es
el nombre que a esta agua le pusieron,
pues mata, y que es muy sana me dijeron!”

También el templo umbroso de Diana
es para nuestro intento aparejado,
donde combate allí la turba insana
sobre quién llevará el pontificado.
Que aunque es diosa, doncella y poco humana
y aborrece al amor, ya hemos notado
que no son en su templo recibidas
lo menos que en otra parte estas heridas.

Y a que tenemos dicho dónde y cuándo
podrás hallar de quién enamorarte,
en recuestarla cómo has de ir obrando
-que es lo más principal- quiero enseñarte.
Cuantos me estáis, varones, escuchando,
con atención oíd mi estilo y arte.
Y lo primero sea que de habella
estéis ciertos si dais en pretendella.

Antes verás las aves en verano
callar, y las cigarras en estío,
y que el perro menalio vuelva en vano
dejando ir a la liebre a su albedrío
que la mujer al hombre dé de mano
sabiéndola él tentar con arte y brío,
porque la que es más fuerte de domarse
verás que al fin, al fin, viene a ablandarse.

Ansí como la dama al hombre agrada
a hurto y en secreto goza della,
ansí de ser a hurto ella gozada
veréis que el gran placer no cabe en ella.
Tratemos que ninguna sea rogada:
veréis cuán fácil cosa es de vencerla
y, trocadas las suertes, cómo ruega
la que cuando la ruegan veis que niega.

La vaca va al bramido, respondiendo,
del bravo toro cuando está celoso,
y la yegua, el relincho conociendo,
con brío le responde animoso;
mas el hombre, aunque señas le esté haciendo,
la dama no lo hace ir tan furioso
como va la mujer, quien si es silbada
del varón, corre al silbo desalada.

¿Qué os diré de Biblis, que enredada
y herida fue de amor casi de muerte?
¿Qué de Mirra, del padre enamorada,
que está cubierta de corteza fuerte?
Las lágrimas que llora de cuitada,
en la memoria de su mala suerte,
de odorífera unción sirven al hombre,
de su dueña tomando el propio nombre.

Acaso en aquel monte nemoroso
del mago Adlante un bello toro había,
con un rasgo en la frente, tan hermoso
y tan blanco que leche parecía.
No había vaca a quien no fuese amoroso;
cada cual sostenerle pretendía.
Pasifae lo mesmo codiciaba
y a las hermosas vacas envidiaba.

Cosas notorias canto. No le es dado
negarlo a Creta, aunque es bien mentirosa.
De Pasifae se dice haber dado
al toro hierva con su mano hermosa.
Íbase entre las vacas, despreciado
Minos, que d[e] él no cura la furiosa.
De manera que el buey del rey triunfaba,
pues ella más al buey que al rey amaba.

¿De qué te sirve ir tan adornada,
Pasifae, que el toro no lo siente?
Tu espejo para él no vale nada,
ni el cabello encrespado al que es sin mente.
De tu espejo podrás, desengañada,
ver que no tienes cuernos en la frente.
los pones a Minos y tal nombre
le da la fama, pónselos con hombre.

Mas bala loca, el tálamo dejando
del rey, qua! va la Baca embriagada.
¡A, qué ojos va a la vaca echando
que advierte que a su toro hermoso agrada!
“¡Y cómo que, ante él, regocijando
se está la necia -dice- en tierra echada!
¿Piensa que le contenta? Pues tomadla
y al duro yugo luego sujetadla”.

O que se sacrifique manda luego,
y alegre las entrañas le sostiene.
¡Y a cuántas, cuántas veces, este juego
hizo por celos que del toro tiene!
Y por lo que blasona le busca ciego
gana de ser Europa o Ío le viene.
En fin parió del toro, d[e]él habida,
Ho en una vaca artificial metida.

la cresa pudiera refrenarse
de su cuñado -¡Ah! ¡Cuán dificultoso
es la mujer con uno contentarse!
No hubiera sido el sol defectuoso.
Ni a Escila en ave viéramos mudarse
no hiciera el hurto criminoso,
ni la otra en las ingles pereciera
a Circe sus amores no impidiera.

El que de Marte y Mar se vio escapado,
“O por su mujer a muerte fue traído.
El fuego de Creúsa es bien llorado
y el caso de Medea es bien sabido.
Hipólito quedó despedazado
y Fénis sin la patria sin sentido
y por causa de Idaea fue luego
Fineo, como sus hijos, hecho ciego.

Todos estos desastres sucedieron
por mujeres de insano amor tocadas.
Siempre en furor de amor nos excedieron;
a pocas tretas quedan contrastadas.
Las que se dan y las que no se dieron,
todas del hombre quieren ser rogadas.
Apenas una hay que sea fuerte:
no dudes si eres cuerdo de atreverte.

Cuando no venzas as poco perdido,
cuantimás que en mujeres no es posible.
Siempre en lo nuevo ponen el sentido
y lo ajeno les es más apacible.
Siempre el ajeno huerto es más florido
y el ajeno ganado más vendible.
La novedad les hace a las mujeres
pensar que les esperan más placeres.

Pero primero habla a la criada,
y por industria desta irás al ama.
Mas ha de ser la que es muy más amada
y de la quien se fía más tu dama.
A ésta me la ten muy obligada,
que en ella está el remedio de tu llama.
Esta sabrá guardar la coyuntura
como el dicreto médico que cura.

Sabe cuándo ha de ser acometida,
que es cuando la viere estar gozosa
y alegre como mies alta y crecida
que se dobla hasta el suelo de viciosa.
Alegre estaba cuando fue metida
en figura de Ilión la airada diosa.
Palas entró ya sin perder vasallo
de los que iban dentro del caballo.

Cuando ésta sospecha de dobleza
es también ocasión para vencella.
Entonces, al peinar de la cabeza,
la criada dé fuego a su querella
y entre dientes le diga tu firmeza
y cómo mueres por amores della,
y que no te podrá por más que haga
corresponder a tu amorosa llaga.

Entonces date priesa, pon cuidado
mientras que del marido está enojada.
Dirás si será entonces acertado
antes que al ama ver a su criada.
En eso gran peligro está encerrado.
La ama suele ser tarde alcanzada,
la moza presto: mas aquesta trama
la tela ajena y la propia lama.

Ventura es acertar; y aunque dichosa
suceda, el atrever no te lo apruebo.
No quiero hacer mi harte temerosa,
ni que por mí a ninguno prenda el cebo,
pero si “ultra” de serte provechosa
o tiene un buen cuerpo, no te lo repruebo.
Mas primero ha de ser la ama gozada,
que no has de comenzar por la criada.

Una cosa más -si merecida
tengo esta fe, por no hablar en desierto-:
o no la tientes o sea de ti vencida,
que si es ansí el negocio está encubierto.
el pez en el anzuelo, y bien asida
está la abe en la liga, ten por cierto
que no se irá si echares mano della.
No la dejes, traidor, hasta vencella.

Vencida callará porque es ya parte,
y te dirá del ama cuanto hiciere.
Pero sus tiempos quiere aqueste arte,
y errará quien esto no supiere.
No siempre has de sembrar ni encomendarte
al mar: la tierra y mar su tiempo quiere.
Ni acometer las damas siempre vale;
lo diferido a veces mejor sale.

Ora sea su día natalicio,
ora de marco las calendas sean,
ora esté en el circo el orificio
regal, y las medallas no se vean:
silencio pon entonces en tu oficio.
Las Pléyades entonces se recrean,
y el celeste Cabrito, y muy apenas
se puede navegar a velas llenas.

Comienza entonces, cuando fue vencida,
riveras de Alía la romana gente,
y la superstición envejecida
de los judíos vuelve nuevamente.
Pero sea de ti siempre temida
su fiesta natalicia, y cuando urgente
necesidad tuvieres de algo dalle,
aquel día por negro as de contalle.

Cuando pienses librarte eres cogido:
mil mañas para eso han decorado.
Vendrá el buhonero deceñido
decogiendo el baúl que trae cargado.
Serate que las mires cometido
de la dama, y, habiéndote besado,
“Estas cosas me compra, y yo te juro
-dirá- que de otras darme estés seguro”.

Cualquiera excusa te será baldía:
-No tengo blanca. -Haz conocimiento.
¡Pues qué cuando nos fingen cada día
ser su natal! ¡Qué rabia, qué tormento!
Que cuando el tal zarcillo que traía
se le perdió por cierto acaecimiento.
¡Pues qué el pedir prestado y no volverlo,
que al fin no lo agradecen y es perdello!

No podría yo decir de las rameras
sus artes con diez lenguas juntamente.
Las cartas quiero sean las primeras.
En ellas pinta lo que tu alma siente.
E[s]críbele palabras lisonjeras
y en prometerle sé muy suficiente,
que Aquiles dio el cuerpo del vencido,
de promesas y ruegos combatido.

Prométele. ¿Qué pierdes? La promesa.
Ho aquella puede hacer rico e pujante.
La esperanza es eterna si hace presa.
Diosa es falaz, mas es muy importante.
Del dar ningún provecho se interesa:
pierdes lo dado y en lo de adelante
no ganas. Si no das, siempre te espera
como la tierra al labrador, austera.

Ansí, por no perder, pierde y porfía
el jugador. El punto está en habella
sin interés, que aviada desta vía
harás después lo que quisieres della.
Cartas, pues, como digo, tú le envía,
y con éstas procura de vencerla,
que con letra Acontio hubo a la hermosa
Cidipe, que en leella fue curiosa.

Sed en las buenas artes muy curiosos.
No solamente para en el audiencia,
que no menos que con ella sois preciosos.
La dama os prestará benevolencia,
pero no reventéis de ingeniosos
ni a voces le hagáis muestras de (su) ciencia.
¿Quién es el que declama ante la dama?
Pues la carta muy sabia no se ama.

Escríbele a la llana lo que fuere,
tal que pare[z]ca hablas tú presente.
recibirla reusar quisiere,
no desmayes, prosigue firmemente.
Que aunque el becerro al yugo entrar no quiere
ni el caballo a su freno, al fin consiente.
La muela con el agua muele y anda,
y al hierro y piedra el fuego y agua ablanda.

Penélope caerá si arte se tiene.
Con ella cayó Troya y fue abrasada.
¿Leiola y no responde? No te pene.
Mas una y otra por ti le sea enviada,
que ella responderá, porque esto tiene
que ella, por arcaduces derribada,
algún día te enviará una triste carta
en que pare[z]ca de su amor te aparta.

Y aunque te e[s]criba que no trates della,
muy al revés lo quiere la taimada.
Porque uno dice y otro queda en ella:
quiere sin su querer ser recuestada.
En este medio, si pudieres bella
cuando en su litera va encerrada,
procura hablarla muy disimulado
y de quien oír te pueda recatado.

O si a pie se fuere paseando
por algún soportal, vela siguiendo,
unas veces corriendo otras parando;
o pasando ora delante ora volviendo,
y a su izquierda mano te pasando,
compañía la puedes ir haciendo
sin que empacho alguno te retire
de que algún curioso allí te mire.

En el teatro sin ti no esté sentada,
que en sus hombros habrá qué estés mirando.
Allí la mira y sea de ti loada,
con los ojos tu intento declarando,
y que lo que a ella aplace a ti te agrada.
Siempre al que trata amores alabando,
imitando a tu dama en ello todo,
alzándote y sentándote a su modo.

Cabello no me traigas enrizado,
ni con pomisa* piernas alisadas
-eso haga el que en todo es arrasado:
las fiestas de Cibeles son lloradas-.
Al desgaire el varón es más amado.
Fedra, Ariadna y Venus son notadas
que de hombres curiosos en ornarse
holgaron todas tres de enamorarse.

El rostro limpio aunque campesino;
la capa bien compuesta y no manchada;
la lengua limpia, el diente alabastrino,
y la chinela al pie proporcionada.
El cabello cortado con buen tino
la barba muy bien hecha y atusada;
las uñas cortas, limpias, y no tenganlas
narices más pelos que convengan.

La boca no te huela y ten cuidado
de preservarte de la sobaquina.
Lo demás a las damas sea dejado
y a quien a mal amor se determina.
Aquí del padre Baco soy llamado,
que a dar favor al fuego se encamina
añadiendo ceguera al que es ya ciego
y añadiendo un fuego a otro fuego.

Loca y perdida Ariadna andaba
de la pequeña Día en la rivera.
Y ansí, medio desnuda como estaba,
descalza y el cabello como quiera,
“Cruel Teseo” al sordo mar clamaba,
con llanto, aunque indigno de él era.
Cual sus lágrimas era su figura,
cobrando de los llantos hermosura.

“¡Ay, qué será de mí!”, y el pecho hiriendo,
“Aquel traidor se ha ido” repetía.
Cuando de son confuso el mar hinchiendo
la turba bacanal se descubría,
y esquilas y panderos confundiendo.
La triste que “El traidor” decir quería
en el suelo se tiende desmayada
y la palabra se quedó cortada.

Las Sachas llegan, el cabello suelto;
los vanos sátiros arribando a Día,
y el viejo Sileno en vino envuelto,
que apenas en su asnillo se tenía.
Las Bacas corren y, él mal desenvuelto,
empúja[n]le y del asno se caya.
Y a sus gritos los sátiros parando:
“Levántate, buen viejo” iban clamando.

Y ya en su carro Baca, que entoldado
de parras iba apuesto, se acercaba
donde el cruel a la virgen olvidado
Huir quería y luego se cortaba,
y como espiga al viento sosegado
o la ligera caña ansí temblaba,
a quien Baco: “Yo vengo a consolarte
y con más ley por mi mujer tomarte.

“Por dote ten cielo, y gobernada
la nave sea de ti como de estrella”.
Y saltando en el arena delicada,
porque a los tigres no temiese ella,
al carro la subió en brazos tomada,
que no bastó la resistencia della.
Y como nuevos novios se ayuntando,
“¡Himeneo!” los otros van cantando.

Cuando, pues, te suceda convidado
ser con tu dama, ruego a Baco ofrece
pidiendo que, habiendo d[e] él usado,
no se te suba adonde desvanece.
Y estando con tu dama así sentado,
usa de la ocasión que se te ofrece,
por cifras le diciendo tu querella,
que otro no lo entienda sino ella.

Ecríbele en la tabla, si mirase,
que es tu señora y que tu amor te hiere,
y tus ojos cuando ella los alzare
digan ardiendo lo que el alma quiere,
y siempre toma el vaso que dejare
y bebe por la parte que bebiere,
y pídele de aquello que [a] su boca
llegó, y cuando lo tomas mano toca.

Traba luego amistad con su marido,
que con ésta lo tienes engañado.
Beba primero, y sea de ti servido
con la guirnalda que te hubieren dado.
Dale todo tu honor, puesto en olvido
es de alto o si es de bajo estado.
Que no ay para el amor mejor camino
que entrar por vía de amigo y de vecino.

Allí el bebedor beba y reviente;
tú bebe con cordura y con medida.
La mano esté sujeta, el pie obediente.
No ande allí la ira entremetida.
Acuérdate de Euritión imprudente,
que por mucho beber perdió la vida.
El vino moderado alegra, y hace
que cuanto está en la mesa todo aplace.

Canta si tienes voz, baila si sabes.
Usa la gracia que se te ofreciere.
Fingiendo borrachez es bien no acabes
las palabras, y, a cuenta si viniere,
digo que es bien que a tu señora alabes
y al dichoso que con ella durmiere,
aunque lo quieras mal. Y esta licencia
siempre de borrachez tenga apar[i]encia.

Cuando se fueren todos levantando,
a río vuelto suelen pecar doblado:
entra por medio y junco a ella llegando
písale el pie y pellízcale el costado.
Luego procura hablarle, no curando.
es osadía, préciate de osado,
que Amor y la Fortuna, aunque mudables,
son siempre al atrevido favorables.

No cures de retóricas si amas.
Retórica sabrás más que sobrada,
pero procura bien mostrar tus llamas
y que a tu pena fee le sea dada.
Todas se tienen siempre por muy damas.
Cualquiera piensa debe ser amada,
y hermosa piensa que es la que es más fea.
Por tanto fácil cosa es que te crea.

Muchas veces se finge pena fiera
y para en un amor muy acendrado.
Creed siempre al Amor sea como quiera,
damas, que él será después el burlado.
Cual sube a lo alto el agua a la rivera
por rodeos guiada y encañado,
así has de ir con la dama procediendo,
regalos y caricias añadiendo.

No te empache loalle su cabello,
el pie chiquito, el dedo torneado
que las que son más castas huelgan dello
y su rostro a la virgen da cuidado.
En Palas, Juno o Venus puedes bello,
que aún huelgan en juicio haber entrado.
El pavón si lo alaban rueda hace
y si lo vituperan la deshace.

Hazle promesas, que muchas vencidas
no con éstas son, y añade juramentos,
que Júpiter las ríe no cumplidas
y las pone en las alas de los vientos.
Estas reglas del cielo son venidas
y Júpiter nos dio estos documentos
cuando a Juno ser casto le juraba
y luego el juramento quebrantaba.

Dios ay, mas ha de ser como convenga.
Incienso, vino y fuego se le ofrezca.
Cada cual inocente se sostenga
y a nadie que dios duerme le parezca.
Guarde su fe; lo ajeno no se tenga;
no haya fraude ni uno a otro empezca.
A solas las mujeres engañemos,
que en esto solo contra fe no hacemos.

A las que engañan engañad, que gente
profana son, y las que saben mueran.
Nueve años dice que el Nilo su creciente
quitó de Egi[p]to y todos perecieran
a Trasio en dar remedios diligente
el consejo que dio no le admitieran,
la muerte que él andaba a otros buscando
en su propia cabeza ejecutando.

Perillo en el toro fue metido
que había sido d[e]él mismo fabricado:
a entrambos se les dio su merecido
porque juicio no ay más acertado
que con aquel tormento ser punido
aquel de quien el tal es inventado.
Así que, pues de engaños son maestras,
pagad sus fraudes con las fraudes vuestras.

También llorar importa. El diamante,
se abla[nda] con llorar. Has de tentalla,
y si lágrimas faltan, al instante
que las finja la mano con mojalla.
Y cuando la rogares, adelante
has de pasar. Allégate a besalla,
que aunque ella no te dé los dulces besos,
tú te puedes llegar y dalle esos.

Podrá ser que resista porfiada
y como a desmandado te despida.
Mas por su resistir no te des nada,
que resistiendo quiere ser vencida.
Mas cuando de ti fuere ansí besada,
y para la besar fuere rendida,
ha de ser sin habelle daño alguno
y el beso no sea duro ni importuno.

Quien la besó y no hizo lo siguiente
mereció de los besos ser privado.
Vergonzoso no fue sino imprudente
el tal rústico, toco, simple, atado.
Muy poco falta cuando ya consiente
la dama el beso blando y regalado.
La fuerza le es grata, y ser gozadas
no les da gusto si no son forcadas.

Cualquier mujer, si súbito es forcada,
se alegra y al autor se lo agradece;
y la que pudo serlo y fue dejada
fuera se goza y dentro se entristece.
Ilaira con su hermana fue robada
y -como en el suceso se parezca
los hermanos dos que el robo hicieron
extraño amor cantina les tuvieron.

Cuento es conocido y para ser contado
el que Arquiles pasó con Deidamía.
Después de a Venus Paris haber dado
lo que darle por gracia no debía,
y con la nueva nuera estando honrado
el rey, en cuyo reino ya vivía,
la Grecia contra él se conjuraba
y la afrenta por propia la tomaba.

Entonces a su madre obedeciendo,
Arquiles de doncella se vestía,
al rey de Siro en guarda se ofreciendo
en obras mujeriles entendía:
ora hilando estaba, ora tejiendo
aquel que ser después tan fuerte había
que con su lanza a Pelia Héctor matase
cuando por rueca y uso la trocase.

Estando, pues, con él un día sentada
Deidamía en su estrado, sin temerse
del disfrazado Aquiles, desflorada
por fuerza la dejó. Y debe creerse
aunque ni gritos dio ni qued[ó] airada:
antes forzó a sí misma a convencerse.
Y así la fuerza la dejó sin ella
como cosa más grata a la doncella.

Y así sabréis que al tiempo que quería
dejarla Aquiles, porque mal le estaba
detenerse allí más, ella decía
que no se fuese, y aun se lo rogaba.
¿Qué es de aquel “Ay, no quiero”, Deidamia?
En fin, como en la hembra no se alaba
y ella tiene vergüenza de pedillo
consíguela por fuerza de sufrillo.

Del hombre quieren sea comenzado,
después por ellas queda el fenecello.
Ninguno esté de sí tan confiado
que espere que le rueguen por ser bello.
Primero llegue el ruego humillado.
Pídalo él, que ella holgará dello.
No quiere ella más de que la ruegues.
Ruégala para que después te entregues.

De Júpiter toda hembra era rogada
y así alcanzó con todas lo rogado.
Si a tus ruegos la vieres entonada,
detente: estese ansí lo comenzado.
Que a veces el que aguarda les agrada,
quien mucho las [per]sigue las enfada.
Vete tú poco a poco, y desa suerte
sin enfadar vendrás a hacer quererte.

Por do se acaba no ha de comenzarse.
Una buena amistad es buen achaque.
A muchos por aquí he visto entrarse
y dieron mate al segundo jaque.
En el rostro el amor debe mostrarse;
el amante, amarillo color saque
que mueva a compasión, que así conviene
aunque alguno por bueno no lo tiene.

Ni el marinero blanco es conveniente
más que el aire malino inficionado,
ni el blanco labrador es más decente
sino el que de aire y sol anda curado.
Ni el blanco luchador por más valiente
ni por más apto para enamorado.
Que Orión tras los linces se curaba
y Dafnis tras las vacas que guardaba.

El rostro macilento, enflaquecido,
y aun la cabeza puede andar tocada,
que ansí como no haber hombre dormido
y el alma de cuidados acosada,
así también la flecha de Cupido
pone la carne flaca y deslustrada.
quieres el remedio de tu llama,
procura a compasión mover la dama.

Advierte, amador, lo que te digo
y no fíes de otro tus secretos,
que ya no hay fee en amigo ni enemigo;
no hay de quien hombre fíe sus conceptos.
No le loes tu dama al más tu amigo
que ya los malos dice que son discretos.
Creerá lo que dices: irá luego
a echar agua si puede en vuestro fuego.

¡Oh!¡Que no fue del Actórides rogada
que consigo durmiese Hipodamía
ni Fedra de Pirito requebrada!
¡Aunque Teseo nada le encubría,
Hermíone de Pílades fue amada
con el amor que a Palas Febo había!
Es verdad. Mas pasaron esas veras
y agora es como al olmo pedir peras.

Nada no sabe bien sino lo ajeno
y el deleite abrazamos con dos manos.
al enemigo privas de ingenio,
priva al pariente, amigos, padre, hermanos.
Aquí dar fin pensé que fuera bueno,
mas pues ay variedad en los humanos,
a cada una trata por el arte
que más con ella puedas conformarte.

Más variedades hay que cosas.
El sabio a su medida se componga,
y, como Proteo en formas fabulosas,
así con cada ingenio se disponga.
Allí, las vides son más fructuosas,
y en tal tierra tal planta es bien se ponga.
Aquí se tira el pez, allí el anzuelo,
y acá se toma con la red, del suelo.

Según fuere la edad usa la treta
y de la astuta vieja ve informado
porque corto no estés con la discreta
y con la honesta muy desvergonzado.
Porque viéndote tal no se someta
al vil, por le tener por más callado.
Y aquí daremos fin, pues una parte
habrnos ya corrido de mi arte.

LIBRO SEGUNDO

“¡Vi[c]toria!” decid ya. Decid “¡Vi[c]toria!”
pues la presa tenemos deseada.
Hesíodo y Homero me den gloria,
del amante mi frente coronada.
Tal se nos pinta Paris en su historia,
viniendo por la mar con la robada,
y Pélope con la bella Hipodamía
cuando en extraño carro la traía.

Espera un poco, amante confiado,
que gran camino resta por andarse.
No basta con mi arte habella aliado;
con ella debe haberse y conservarse.
No menos en guardar lo ya ganado
se muestra de prudencia que en ganarse.
Venus, Cupido y tú, amorosa Erato,
tened mi intento por acepto y grato.

Cosa quiero enseñar jamás oída:
cómo pueda el Amor hacerse estable,
muchacho que en el mundo no hay partida
donde no haya mostrado ser mudable.
Es liviano, y con alas a medida
de su vuelo veloz, inevitable.
En lo pasado puede haber ventura,
en esto sola la arte y la cordura.

Minos, el paso a Dédalo tomado
tenía, pero él se fue volando.
Porque, después que el mostro hubo encerrado,
cada día le andaba importunando:
“Minos, yo sea en mi patria sepultado;
baste ya lo que fuera della ando.
Déjame agora en muerte gozar vella
pues no ha querido dios que viva en ella”.

“Deja a mi hijo si no a mí”, decía.
“O a mí, si no a mi hijo”, replicaba.
Esto diciendo, y más, que más podía,
la ida siempre Minos le negaba.
Lo cual sintiendo, sobre sí volvía
y a su ingenio mostrarse aparejaba:
“Pues el mar y la tierra están cerrados
y el crudo rey nos tiene encarcelados.

El cielo resta. Júpiter perdone,
que a caminar por el cielo determino.
No porque a hurtar el cielo me aficione
sino por no tener otro camino.
Por la Estiguia saldré si allá me pone.
Contra mi natura es mi des[t]ino”.
El ingenio en lo adverso se declara.
¡Quién el hombre jamás bolar pensara!

Unas plumas con otras concertaba
y con hilo muy fuerte las tejía,
y los cañones dellas enceraba
y a modo de unas alas las ponía.
Y caro con las plumas trebejaba,
que al menester del padre no entendía.
A quien el padre: “Con aquestos remos
a Atenas -dice- a bogar tenemos.

“El aire Minos no nos ha quitado.
Usa conmigo de la industria mía.
De la Ursa y del Carro be olvidado
y del Orión que al marinero guía,
a mí me sigue y no tengas cuidado
de más de hacer por donde yo la vía.
En lo alto la cera se enternece
y en lo bajo la pluma se humedece.

“Por medio vuela y de los vientos huye.
Por donde te llevare sigue al viento”.
Y en tanto que cual la ave al hijo instruye,
las alillas le aplica en un momento
y él se pone las suyas, y concluye,
haciendo de su arte experimento.
Y con lágrimas antes que dé el vuelo
al hijo besa que era su consuelo.

Desde un collado el vuelo comenzando,
el padre guía, el hijo va siguiendo,
y el vuelo a trechos el hijo moderando
los ojos en el mozo va poniendo,
a quien la nueva vía deleitando
crece la fuerza, sin temor corriendo.
Ya se vio pecador dejar la caña
por mirar maravilla tan extraña.

Ya Samos, Paro, Naxo y Delo, amada
de Apolo, habían dejado a la siniestra;
y a Levinto y Calimne con el vado
Astipaleo a la mano diestra.
Y el mozo el vuelo alza confiado
en su vigor, dejando al que le adiestra.
Y con el sol la cera regalada,
al viento ya su carga le es pesada.

El mar mira de arriba amortecido;
los ojos de tinieblas se cubriendo,
y su ingenio de Febo destruido.
Temblando está, los brazos sacudiendo,
y al fin diciendo “¡Ay de mí, perdido!
¡Ay, padre, que voy casi cayendo!”,
dio consigo en el mar, do fue tragado
de las aguas y en ellas sepultado.

El triste padre, ya no padre, clama:
“¿Dónde estás, hijo? ¿Dónde has volando?”
Y el que al hijo en vano “¡Hijo!” le llama
miró abajo y las plumas vio nadando
Su cuerpo hubo la tierra; el mar se llama
de su nombre. Así, a Minos despreciando,
aquestos se le fueron por el cielo.
Vedadle al dios alado ahora su huelo.

La mágica para esto vale nada.
Los hipomanes son supersticiones.
Medea con sus hierbas, ecusada
de verse con el Marso y con sus sones.
Ni Medea ni Circe desamada
fuera si eso rindiera corazones.
Los filtros a la dama la enloquecen
y a la afición muy poco favorecen.

¡Hechizos fuera! Para ser amado
sé amable, no por sólo ser hermoso.
Que aunque Nireo de Homero fue adorado,
y a las náyades Hilas fue amoroso,
para tener tu amor asegurado
labra el ingenio y date a ser gracioso.
Que la hermosura pasa, y con los años
mengua en vigor y crece en muchos daños.

No siempre el lirio goza del verano,
y a la rosa sucede dura espina,
y tú, hermoso, en un punto estarás cano
cuando la ruga venga repentina.
El ingenio labrar es lo más sano,
que dura hasta parar en Livitina;
ser en las liberales enseñado
y en la latina y griega ejercitado.

No era vello Ulises, más sabía,
y ansí encendió en amor marinas diosas.
¡Ah!, cómo que Calipso le impedía
la ida con las aguas peligrosas,
y con preguntas de Ilio lo tenía,
sabiéndole él contar tan bien las cosas
que, aunque unas mesmas siempre respondía,
que nuevas pareciesen las hacía.

Sentados junto al mar le preguntaba
las hazañas de Odriso, y él cogiendo
una vara, en la arena las pintaba.
Una Troya primero le fingiendo,
y a Simois después le figuraba
cómo junto a sus reales va corriendo.
“Y aquí” -dice-, “matamos a la espía
que los bellos caballos pretendía”.

Las tiendas del rey Reso iba pintando
y cómo él y Diomedes le robaron,
cuando una ola de mar y otra llegando,
todo cuanto pintaba le borraron.
Y la ninfa ocasión de allí tomando
dice: “Mira cuán presto maltrataron,
Ulises, tanto nombre y fama aquéllas,
¿y quieres tú fiar tu cuerpo dellas?”

Ansí que el amador, no de hermosura,
de gracia y dicreción debe preciarse.
De una facilidad y una blandura
de condición alegre que haga amarse.
El rigor, la aspereza austera y dura
jamás puede en amor acompañarse.
Al lobo y el azor aborrecemos
y a las simples palomas recogemos.

¡Afuera las rencillas desmandadas!
Con regalos Amor quiere tratarse.
Con esos, se descasan las casadas
que de celos jamás saben quitarse.
Entre casados ésas son usadas.
La amiga con amor ha de ablandarse
a cuya cama no tienes derecho
más del amor que reina en vuestro pecho.

Con caricias y amores la acomete
para que siempre seas bien venido.
Al que es rico mi arte se somete
pues de tal menester es incluido.
Consigo tiene ingenio el que entremete
con el parlar el dar: yo estoy rendido
que al pobre, pobre enseño, pues solía
dar palabras si vales no podía.

El pobre sufra y tema dar enfado;
padezca lo que el rico no sufriera.
Y a me vi con mi dama yo enojado
y hartos más días perdí que yo quisiera.
No sé yo que a su ropa haya tocado,
mas quejose que yo se la rompiera
y páguela. Por tanto, si eres diestro
ecarmienta en el mal de tu maestro.

Con los Partos la lid. Paz con la amiga,
el dulce juego y lo que Amor enseña,
que ella se te hará amiga de enemiga
por más que sea dura y zahareña.
Por fuerza, nunca cosa se mitiga;
con blandura lo duro se domeña.
Dóblase el ramo y pásase la playa.
Como por donde el agua va, se vaya.

Los tigres vemos y el león domarse,
y el toro poco a poco al duro arado,
y la áspera Atalanta sujetarse
a su fiel y constante enamorado.
Debajo de los árboles sentarse
solía, a llorar su triste hado
y la dureza de aquel blando pecho,
que el suyo le tenía ya deshecho.

De las redes cargado y destruido
tras las fieras andaba cada día,
y del arco de Hileo fue herido,
mas al de Amor mejor le conocía.
Y o [no] te mando a ti andar perdido
por donde el triste Melanión corría,
ni a las redes ni al arco sujetarte,
que más facilidad tiene mi arte.

Ríndete, si vencerla te agradare,
y no hagas más de aquello que quisiere.
No loes sino aquello que loare
ni afirmes sino aquello que dijere.
Ríe si ríe, llora si llorare,
haciendo siempre al modo que ella hiciere.
Y si jugáis, tú pierde y gane ella,
y nunca seas contrario jamás della.

Con antifaz del sol has de guardarla
y hacerle lugar por donde fuere,
y calzalla también y decalzarla,
y aun hacerle la cama si quisiere.
Y su mano en tu seno callentalla
y el espejo tener si se vistiere:
no seas corto ni vergonzoso
quieres en amor ser virtuoso.

De Hércules se dice que hilaba
con las criadas de Ónfala bella,
aquel a quien tal carga le esperaba
para después ser dios y poseella.
A Hércules su amiga le mandaba,
¿y es mucho que tú seas mando della?
tiene pleito y a llamarte envía
ve y hazle todo el día compañía.

el ir a alguna parte te es mandado
por nadie te retires de la ida.
Responde, si llamare, a su criado
después de ser la cena concluida.
está en el campo y de ella eres llamado,
a caballo o a pie nadie te impida.
No temas la canícula en estío
ni en [in]vierno te ponga miedo el frío.

Guerra [es] amor. ¡Afuera el perezoso!
No admite flojedad a su estandarte.
A noches, frío y camino trabajoso
y a muí mucho dolor as de animarte.
El tiempo sufrirás frío y llovioso
y en tierra fría tienes de acostarte.
Febo andaba en Tesalia disfra[za]do
guardando con los soles su ganado.

Lo que Apolo sufrió ¿quién lo deshecha?
no Si quieres largo amor baja la cresta.
la vía no es llana, si es estrecha;
la puerta el aldaba tiene puesta,
trepa por la pared y de acá te echa.
Entra por la ventana más enhiesta:
verás su gozo y cómo da en amarte
viéndote por su causa aventurarte.

Muchas veces sin Ero[s] se sufriera
y nadaba Leandro por mostrarse.
Y con las criadas, desde la primera,
ha menester quien ama acariciarse.
A los siervos saluda y a cualquiera.
Su nombre llama, y hazles obligarse
con dádivas, sin ser largo ni ecaso
alguno dellos te pidiere acaso.

También a la criada que engañada
mete en casa el marido disfrazado
de quien a la mañana es acotada,
teniendo ya su intento bien probado.
Esta gente me ten aficionada:
portero y el que duerme ante el estrado.
Y en dádivas, al ama as de estrecharte
dándole poco, pero con buen arte.

Ora la fruta nueva, que cogida
podrás decir que de tu huerto ha sido
aunque en la Vía Sacra sea vendida
-con tal que el portador vaya advertido-,
ora la de Amarílida querida,
ora nuez o castaña ésa haya sido,
y el tordo y la guirnalda con que algunos
son a los que son viejos importunos.

¿Para qué he de mandarte enviar sonetos?
Que los versos tan poco son preciados.
Piden los reales, loan los tercetos.
Y los bárbaros ricos son amados.
El oro engendra amor y pone efectos.
De veras estos siglos [son] dorados.
Homero con sus musas desde hoy calle,
que lo tendrán de patas en la calle.

Y también muy raras son las avisadas,
y muchas las que no en tal se tienen.
Unas y otras en verso sean loadas
de las cosas que a todas más convienen.
Que a las muy doctas y a las no enseñadas
podrá ser que en lugar de cuartos suenen
los versos que les fueren dedicados,
siendo con gracia y con primor contados.

Cuando hubieres de hacer merced alguna
de tu dama as de hacer te sea rogado:
al eclavo as de dar mejor fortuna;
si ha de ser tu castigo perdonado.
En fin, no has de hacer cosa ninguna
sin ser de tu señora importunado.
Llévese ella la gloria y tú el provecho
de habello por su causa y ruego hecho.

Atónito te muestra en contemplarla
la quieres tener aficionada.
sale de color has de loalla
y sea con cendal también loada.
En más que no su oro has de estimalla,
o loándola también si va aforrada;
y la ropa hasta en pies di que te aplace,
y que mire el calor y frío que hace.

Loa su crencha y loa su enrizado;
sus brazos y su voz cuando bailare.
Y muéstrate muy triste y disgustado
cuando su baile y canto se acabare.
Loa a el dulce juego, y adorado
sea el acabar, cuando llegare,
con voces que declare[ n) la dulzura
que siente[s] en aquella coyuntura.

Aunque más que Medusa se embravezca,
con esto la veréis luego amansarse.
Mas si lo finges no se te pare[z]ca:
con el semblante debe confirmarse.
Del crédito es muy justo que carezca
el que finge y no sabe solaparse.
Mas ve[r] e[l] ardid cubierto es apacible
cuanto si se descubre aborrecible.

Cuando por el otoño adoleciere,
no bien que dolencia es malo desealla,
mas el mudar del tiempo lo requiere,
puedes con beneficios obligalla.
Haz por tus manos cuanto permitiere.
No te enfades gran tiempo de acuralla
y bésala con lástima llorosa
porque beba tus lágrimas gozosa.

Haz promesa a dios delante de ella.
Cuéntale alegres sueños que has tenido.
Venga la vieja santa a socorrella
o con sus huevos y azufre derretido.
Esto te hará poder mucho con ella
Muchos por aquí a tálamo han subido.
Empero advierte mucho no acaezca
que por algún servicio te aborrezca.

La amarga purga y la enojosa cena
de tu competidor le sea dada.
Encogida a el entrar, y a vela llena
la nave corre en la alta mar entrada.
El árbol que se hace sombra muy amena
solía ser una vara despojada
y el toro bravo un manso becerrillo
y el río caudaloso un arroyillo.

El nuevo amor no tiene permanencia.
Críale bien y haraste señor de ella.
Acostúmbralo mucho a tu presencia;
de día y de noche siempre está con ella.
Síguela si la quieres; ten paciencia.
No te enfade tardar mucho en vencerla,
y cuando la tuvieres muy rendida
finge que tu afición ya se te olvida.

Déjala holgar, que holgando medra el prado,
y con la seca el agua es deseada.
A Fílides dio en presencia algún cuidado
la llaga que en ausencia fue doblada.
Ulises en ausencia fue adorado
y Laodamia más enamorada.
Mas vuelve luego, que el amor ausente
deshácese y deja entrada al presente.

Sin Menalao Helena no se hallaba
¡y a la cama se fue de el peregrino!
Solos mujer y huésped se dejaba
en casa el noble rey. ¡Qué desatino!
A el azor la paloma encomendaba
y la oveja al cruel lobo sanguino.
Ellos no pecan; hacen lo que hiciera
él y otro cualquier que ansí se viera.

De él mesmo el adulterio fue inducido
y con su ausencia dio fuego a su llama.
¿Qué ha de hacer ella, ausente su marido
y con huésped en casa que la ama?
Todo a su medida le ha venido,
que ha miedo de dormir sola en la cama.
Mirara él primero lo que hacía,
que ella, mi fe, aceptó su cortesía.

Mas ni el jabalí, cuando pasando
los perros, se desbarata en la parada,
ni la leona cuando está criando
ni de los pies la víbora pisada,
cual la mujer, si ve que […].

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2018-11-24T15:00:56+00:00

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