Elegía en que se queja una dama porque la
casan con un viejo

Si mi terrible mal y amarga pena,
incurable dolor, grave tormento
que de mi propio ser me tiene ajena,

a mi cansado pecho, voz y aliento
s[u]cede y de las lástimas que canto
[21v]
ingrato cielo atiendes al acento,

verás, pintado al vivo, todo cuanto
estrago hizo amor en mis entrañas
cubriéndome de un negro y triste llanto.

Verás que las empresas, las hazañas
del que rige y gobierna el alma mía
cuanto son incredíbiles y estrañas,

en descanso, quietud y bien, vivía
libre de todo mal y de gloria ufana,
ni de contento ajena ni alegría.

Esperaba, mas fue esperanza vana,
pudiera de[r]rivar el duro pecho
del que quedó vencido de arcanía.

Valióme poco, al fin, que a mi despecho
rendí a su duro yugo el tierno cuello,
do fue mi brío sin valor deshecho.

Las [h]ebras en lazo de mi cabello
cual yedra, en el más viejo y roto muro,
que puede humano ver ni espere vello,
[22r]

sepulté mis raíces bien seguro
que del pesado plomo y duro hielo
naide allegará al fruto de su juro.

Yo, que me vi cubierta bajo el suelo,
en vida sepultada y sin contento,
de ser resuelta a pique en puro yelo

de mi nave solté velas al viento
sin marinero, norte luz ni guía,
de vario mar siguiendo el movimiento.

Bien veo fue sobrada mi osadía,
muy más fiado el pecho y confianza
mayor la obstinación y la porfía.

Esforzome a la impresa la esperanza
que de mi valedor amor me daba
mas nunca aprovechó puñal ni lanza.

Armado muchos ratos le miraba
pero en verse […] de la tela
de puro poco esfuerzo desmayaba.

De nada le servía a la candela
[22v]
verse cerca del fuego, o que el pe[l]lejo
se le encona en ver la centinela.

Probé si con los polvos de abadejo
que de beber le di con vino blanco
cual el fraile enconara su aparejo,

y fue más tropezoso este barranco
que las sendas ya dichas y nombradas.
Todo al fin me salió azar y en blanco.

Sus carnes cual las yerbas escarchadas
tenía hechas un montón de yelo,
siendo con mongibelo encuadernadas.

Tirano amor, ingrato, ingrato cielo
de qué sirve encender tan viva llama,
sierva de tanto frío y tanto yelo

en una tierna moza, en una dama
de mis partes y prendas. De villano
quisiste urdir probándome tal trama

lo que no probó griego ni romano,
probó mi débil pecho y menos fuerza
cansado corazón y flaca mano
[23r]

Y así me fue forzado y más que fuerza
por dar alivio a mi pasión interna
buscar lanza que ristre y no que tuerza.

Tan presto cuanto quise tuve linterna.
Mi candela daba tal pabilo
que era su arder eterno luz eterna.

Por su parte jamás se rompió el hilo.
Su voluntad fue mía de contino,
y de contino al fin siguió mi estilo.

Traía por la posta tal camino,
si aposta caminaba o a jornadas,
cual suele de Aquilón el torbel[l]ino.

Por momentos aquí fueron cobradas
las horas que perdí cuando gozaba
a mi pesar del viejo las pisadas.

Mas, ¡ay triste de mí!, que cuando andaba
gozando a sueño suelto de la gloria
de que me privó amor cuando mandaba,

por más agonizarme la memoria
y gozar del incendio que primero
[23v]
cogiome de las manos la hurtona.

Quitome la luz clara del postrero,
cubriome de un obscuro y negro velo,
diome terrible asalto bravo y fiero,

cortome la esperanza y el consuelo,
tornome al duro fuego helado y frío,
entorpeció el ligero y presto vuelo

al encumbrado pensamiento mío.

[21r-23v]