Sobre una capa parda, mal tendida
en un portal, después de importunada,
María alzó las faldas enojada,
diciendo que no quiere por su vida.
Mas Pabros la acalló con la medida
de un palmo que la dio y una pulgada.
Con un: «Quítese allá, triste, cuitada»,
cobraba un dedo largo la perdida.
¡Tal gusto dio en su boca aquel bocado,
y aquel dulce licor, que a borbollones
salió y la hizo dar dos mil gritillos!
y asina con los hombros da recado,
estriba, hiere, aprieta de talones,
que aína se quebraban los ladrillos.
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