Una viuda en Aragón había

El sueño de la viuda

Una viuda en Aragón había,
que tanto en castidad se señalaba,
que otra Judit u otra Ana parecía
y otra Susana el mundo la llamaba.
5 De casa era milagro si salía,
donde con dos mujeres sola estaba.
Mozas, ambas, hermosas y doncellas,
que nunca hombre llego a ninguna de ellas.

Prodigio de hermosura era la dama
10 y, era de ambas a dos tan bien servida,
que sin ellas jamás, según es fama,
vianda de su boca fue comida.
Dormían todas tres en una cama,
que esta tampoco entre ellas fue partida;
15 y la viuda siempre se acostaba
en medio de las dos que tanto amaba.

Eran mozas alegres y amorosas,
Teodora y Medulina se llamaban.
Ambas, por un extremo tan hermosas,
20 que ningunas del pueblo les llegaban
de servir a su ama codiciosas.
Y en otra cosa no se desvelaban,
Teodora, varonil, y Medulina,
menor, más delicada y femenina.

25 Viviendo, pues, las tres de esta manera,
después de haber dos años ya pasado
que el marido a la dueña se muriera,
marido que fue de ella muy amado,
como por todo el tiempo que el viviera,
30 dos años largamente había gozado.
Y, aunque disimulaba su concepto,
pasaba gran trabajo en lo secreto.

Sentía un gran ardor cual se figura
a la dama y galán en el momento
35 que el uno y otro aseja y se apresura
y con el gran dulzor pierde el aliento.
O, cuando con ser mucha la estrechura,
sienten que ya la lanza llega al cuento,
en aquella apretura tan suave,
40 que no hay saber decir que tanto sabe.

Tal era su pasión, que la acaece,
al tiempo que lo dulce se derrama
cuando el galán se pasma y estremece
y se aprieta más recio con la dama.
45 O cuando el dulce acto ya fenece
y dan mayores golpes en la cama,
al medio del salir de los licores,
cuando suelen decirse los amores.

Con tales accidentes litigaba
50 y más que nadie piensa padecía
de aquellas dulces noches se acordaba
que con su buen marido ella dormía
y muchas creo yo que ella soñaba
que entre sus blancas piernas le tenía.
55 Y quisiera durara el sueño un año
por hurtarle la vuelta al desengaño.

Pues como una, entre otras, sucediese
que un semejante sueño ella soñase
y como si el marido allí estuviese,
60 aunque dormía, así se menease.
Parece que el marido le dijese
que, porque de la carga descansase,
se pusiese ella encima y él debajo
y así repartirían el trabajo.

65 Agrádale el consejo a la señora,
en su dulce soñar perseverando,
y vuélvese a do estaba la Teodora
a hacer lo que soñaba deseando.
Sobre la cual subiendo, una la hora,
70 con ella estrechamente se abrazando,
procede, con su sueño, felizmente
que la Teodora duerme y no lo siente.

Tenía de costumbre que, abrazada
con su marido, cuando en tal se veía,
75 con su mano muy blanca y delicada,
ella se lo tomaba y lo ponía.
De lo cual a aquel punto recordaba
aunque todo durmiendo sucedía.
A tiento con su mano anda buscando
80 lo que no tiene allí cómo ni cuándo.

Mas, ora su fortuna la ayudase,
o tal planeta entonces influyese,
o la fuerza del sueño lo causase,
o la imaginación lo permitiese,
85 como a Teodora el vientre le tentase
y, más bajo la mano le pusiese,
Natura hubo por bien de mejorarse
y de nueva figura disfrazarse.

De la concavidad que antes tuviera,
90 produce un tal pimpollo tan lozano
que, ninguna mujer por más mañera,
podrá con los halagos de su mano.
En todo lo demás cual antes era,
excepto esta señal del sexo humano,
95 quedó Teodora que ni fue barbada
ni se le enronqueció la voz delicada.

Tómalo con su mano la viuda
que sueña estar encima del marido
y, como en tales casos no era ruda,
100 presto lo pone en el lugar debido.
Y la cama, que estaba sorda y muda,
responde luego con sutil ruido;
porque ambas a dos se meneaban
aunque ambas a dos dicen soñaban.

105 Estando pues las dos de esta manera,
debajo la criada, encima el ama,
dos horas después que esto sucediera,
no sé si con los sones de la cama
o por lo que decir querrá cualquiera,
110 según los varios dichos de la fama,
despiertan como estaban abrazadas
y en verse así quedaron espantadas.

La de debajo, como era ya doncella,
está turbada y calla temerosa
115 mas la dueña, que estaba encima de ella,
comiénzale a decir muy amorosa:
— «Yo no sé si eres él o si eres ella.
Respóndeme, que soy muy cuidadosa.
¿Por qué de la mujer tienes el nombre
120 y tus hechos no son sino de hombre?».

Responde la Teodora muy turbada:
— «Señora, yo no sé qué responderme.
Estoy, de mi figura, tan mudada
que no puedo a mí misma conocerme.
125 De lo que goza hoy, yo no sé nada,
ni quién varón de hembra pudo hacerme.
Verdad es que, después de ser dormida,
soñé que era en hombre convertida».
—«Sin duda», dijo entonces la señora,
130 «Esa es la causa de lo que ha pasado.
Por tanto, dime, amores, dime, ahora,
dime, mi vida, qué es lo que has soñado,
que, en ese mismo punto y misma hora,
un sueño soñé yo tan concertado
135 a ese mismo que dices que has tenido
cuanto lo es el efecto sucedido».

Responde la Teodora, convertida
en Teodoro, un mancebo muy apuesto:
—«Luego que a prima noche fui dormida
140 soñé ser hombre, como ya he propuesto,
y que, siendo por mí vos requerida
y no faltando a vos voluntad de esto,
en esta cama al fin nos acostamos
y nos pusimos como ahora estamos».

145 La dueña, vuelta en gozo y alegría
de que también su sueño hubo acertado,
el sueño y la soltura bendecía
y el punto y hora en que fue soñado.
Y su sueño a Teodora le decía
150 para, el uno con otro cotejado,
viese cuán bien las dos se concertaron
y los dichosos sueños que soñaron.

Y tómale después, entre las manos,
el miembro genital recién nacido
155 al cual daba loores soberanos
poniéndole continuo este apellido:
«¡Oh, padre universal de los humanos,
de quien tantas naciones han salido!
Tú solo das contento a las mujeres
160 y en ti se cifran todos sus placeres.

Furiosamente a todas acometes
y con mayor ardor a las doncellas,
entre las cuales, cuando te entremetes,
a la primera vuelta triunfas de ellas.
165 Tienes tanto dulzor cuando acometes
que, aquel dolor que entonces sienten ellas,
es puntilla del agro que se añade
al muy dulce manjar porque nos fade.

Entre casadas eres tan continuo
170 que, si discretas son, nunca te dejan
y, aun cuando tengan hecho ya el camino,
por más gustar se duelen y se quejan.
Mas, como vienes luego y tomas tino
y ellas mismas la entrada te apareja,
175 entras muy orgulloso y entonado
y sales muy humilde y despegado.

Viudas, como yo, Dios sabe cuántas
noches no duermen sin tu compañía.
De aquestas nunca vivo te levantas
180 por más que traigas brío y osadía.
Mas son sus artes y sus mañas tantas
según, se muestra por la mano mía,
que, si cincuenta veces te marchitan,
cincuenta mil y más te resucitan.

185 Pues que, cuando tú entras denodado
entre las devotísimas beatas,
donde encuentras un virgo remendado,
que de solo tres golpes desbaratas,
allí eres querido y regalado,
190 pues nunca das herida que no matas
y, aun cuando las matases, de esa suerte
sería darles vida con la muerte.

Tú das también la dote a muchas tristes
que huérfanas sus padres las dejaron
195 y a las que van desnudas tú las vistes
y a muchas das remedio que enfermaron.
Ninguna mujer hay que no conquistes
y, las que de estas burlas se privaron,
más hacen con la gana y los deseos
200 que nosotras con obras y meneos.

Desde la mayor reina hasta la esclava
ninguna mujer hay que te aborrezca;
la que es amante, no se muestra brava,
esperando tan solo que anochezca
205 y, aquella que mirarte rehusaba,
yo te fío que, antes que amanezca,
ella te pondrá tal, aunque es muy santa,
que llegues con los pies a la garganta.

¡Oh parte de quien nace todo el todo,
210 herida sin lección en la cabeza,
perdida por vencer del mismo modo
que vienes a perder la fortaleza.
Quien no te quiera, póngase de lodo
y pugne y venza a su naturaleza.
215 Sin quien no puedo ser, no quiero vida,
que es vida violenta y aburrida!».

Diciendo estas palabras, la viuda
tomó a Teodora encima y, abrazada
a la cama, que estase quieta y muda
220 hicieron hacer pausas delicadas.
La obra anduvo, entre ellas, tan aguda
que estaban tan molidas y cansadas
que mal su grado al fin se dividieron
y con el gran cansancio se durmieron.

225 Venida la mañana, Teodora,
como toda la noche ha caminado,
al oído le dice a su señora
que siente el cuerpo laso y muy cansado.
Tal dicho a la viuda le enamora
230 y bésale en el labio colorado
y mándale que duerma todo el día
y así vigor y esfuerzo cobraría.
Manda levantar luego a Medulina
que, a su siniestro lado, estaba echada
235 de quien tiene ya miedo si adivina
que Teodora en hombre está mudada.
Ahora, aquí y allí siempre se inclina,
está celosa y vive recatada.
Cualquiera cosa piensa que la ofende
240 y todo el mundo piensa que lo entiende.

Mas, por quitar sospechas, en voz alta
dice: — «Si no estás buena, Teodora,
guarda la cama hoy que no harás falta
pues no hay tanta labor que hacer ahora».
245 En esto Medulina luego salta
y aplaude lo que dice su señora
y, viéndola su ama sin cuidado,
dice: «Vete a limpiar, hija, el estrado».

Vase la Medulina y, como queda
250 sola, que es lo que más ella desea,
vuélvese a Teodora ufana y leda
y con brazos y piernas la rodea;
no así la hiedra con la vid se enreda
ni cuando esta en el olmo se recrea.
255 Se ciñe, como ella, a Teodora
que el corazón lo roba y enamora.

Frente con frente están, boca con boca,
pecho con pecho y todo lo restante.
Ninguna cosa tiene que no toca
260 o prende o traba con su semejante.
Los besos que se dan no fuera poca
habilidad contarlos al instante
sino es en ellas que, por su fortuna,
dos lenguas tenían entonces cada una.

265 Mas, como Teodora está cansada,
no satisface bien a su señora
que, en la mañana y noche ya pasada,
no la ha dejado ni tan solo un hora.
Y en sus brazos teniéndola, abrazada,
270 le dice con pasión: «Veo, Teodora,
te conviene dormir y, por lo tanto,
yo te quiero dejar y me levanto».

Levántase y da un cofre que allí estaba,
saca conservas muy apetitosas
275 de las cuales jamás se aprovechaba
sino en enfermedades peligrosas.
Y a quien tan sin instancia ella dejaba
las ofrece con manos amorosas
y aún llega con la boca a convidalla
280 porque ocasión hubiese de besalla.

Después déjala sola y vase fuera
y a su hora le tiene la comida
y de esta suerte una semana entera
la criada del ama fue servida.
285 Por muchas más caricias que le hiciera
se la tiene ya ella merecida…
Jamás de entre sus brazos la dejaba,
desde la noche hasta la madrugada.

Y, como siempre en medio se acostaba,
290 nunca sintió la Medulina nada
porque dormir primero la dejaba
y, al punto que la vía trasportada,
callando, a Teodora se volvía,
que con mucho placer la recibía.
295 Yendo y viniendo días, Teodora,
de un solo manjar muy enfadada,

comenzó a no gustar de su señora
que, al fin, era mujer en días entrada.
De Medulina al cabo se enamora,
300 que era doncella hermosa y agraciada,
mas ni halla camino ni remedio
porque Nise, su ama, duerme en medio.
Pensó dos mil ardides y ninguno
le parece venir a su medida

305 que, amor, es un dolor tan importuno
que no sabe el paciente que se pida.
Al fin a resolverse viene a uno
y la ocasión de ejecutallo cuida.
al tiempo que la goza su señora.
310 De esta suerte la dice la Teodora:
«La gloría del amor, señora, es cosa
que, sin la libertad, no vale nada

porque, quiere de amor la amada diosa
que, de dos, solamente sea gozada
315 en parte que no sea peligrosa
ni a donde otra persona tenga entrada
porque no haya ocasión de derramarse
a cosas que les priven el gozarse.
En una cama tres no es cosa buena
320 si entre las dos hay trato concertado

porque se han de tratar con mucha pena
si no se ha de sentir lo que es tratado
y están con miedo si la cama suena,
si se oye el beso y el parlar turbado.
325 No es cosa en fin, señora, que conviene
si de otra suerte algún remedio tiene.»
Así le está hablando a su señora
y no percibe Medulina nada

porque, tiene la boca la Teodora
330 con la de su señora tan pegada,
que no sabría yo decir ahora
en cuál de las dos bocas fue formada
la voz de las palabras referidas
según estaban juntas y cosidas.
335 Respóndele la dueña: «Vida mía,
todo lo que tú has dicho he yo notado
mas, por quitar sospechas, me sufría,
que mucho sufre un buen enamorado.
Pero cese de hoy más mi cobardía,
340 con tus palabras ánimo he cobrado:
desde mañana nos apartaremos
y en diferentes camas dormiremos
y el concierto será, si te parece,
porque tengamos tiempo de gozarnos,

345 que, luego que veamos que anochece,
tomemos por costumbre de acostarnos
y, en cuanto Medulina se adormece,
procuremos nosotras de ajuntarnos
viniendo tú a mi cama si quisieres
350 o yo pasando a la en que tu durmieres.»
Agradole el concierto a la Teodora
y, como viene el día, se ejecuta

que Medulina ama a su señora
y sobre lo que manda no disputa.
355 Viene la noche y llégase la hora
y cada cual su cama ya disfruta.
Acuéstanse las tres y, a lo que siento,
cada cual con diverso pensamiento:
a Teodora la viuda espera
360 mas Teodora, busca a Medulina,

a cuya cama pasa muy ligera,
que estaba de la suya harto vecina.
Siente la Medulina y, como era
blanda de corazón y muy benigna,
365 recíbela en sus brazos como a hermana
aun como quien le tiene buena gana.
Dícele la Teodora: «Hermana mía,
con la nueva mudanza que hemos hecho

de camas, por tu vida que temía
370 que trasgos anduviesen en mi lecho.»
Tras esto la besaba y la mordía
y blandamente le palpaba el pecho
y las piernas con piernas le buscaba
y su vida y su alma la llamaba.
375 No entiende aún nada de esto Medulina
ni cosa de su cuerpo le defiende.

Muy diferentes burlas imagina
de las que hacerle Teodora entiende,
la cual, al fin se determina
380 a declararla aquello que pretende,
no con palabras, sino con efectos
que así lo hacen los que son discretos.
Tócale con la mano en lo vedado
por ver cómo responde al primer tiento

385 y déjase tocar muy de su grado
y aún muestra recibir contentamiento.
Y, viendo la Teodora en tal estado,
hácele un tal salto en un momento
que, el espanto y dulzor viniendo juntos,
390 les cosieron la boca con dos puntos.
La cauta Teodora, ejercitada
en tan sabrosas burlas, hace y calla;

la otra Medulina esta turbada
como quien nuevamente entra en batalla.
395 Mas llegadas al fin de la jornada,
que nunca ellas quisieran acaballa,
después de mucho espanto y mucha cosa,
habló la Medulina muy graciosa:
«¿Qué es esto, hermana mía, Teodora,
400 que siendo antes, como yo, doncella

te veo convertida en hombre ahora
haciendo oficios del en traje de ella?».
La otra luego, porque su señora
la espera, satisface a su querella
405 en suma le contando el cómo y cuándo
con besos las palabras adornando.
Y, vueltas a abrazarse más de veras,
sobre tres otras cuatro caminaron

sin Teodora perder las estriberas,
410 que, la gana y el deseo se las alzaron
ni la otra el jugar de las caderas
que el gran deleite y gozo le enseñaron;
que no hay necesidad de otro maestro
para el más torpe ingenio y mal siniestro.
415 De allí se parte luego la Teodora,
dejando sola y triste a Medulina,

y a la cama se va de su señora
que, de tanto esperar, esta mohína.
Mas, cuando ya lo siente, «¡Ay, mi traidora!»
420 -le dice- «A más tardar tu medicina,
¡ay que fuera de mi esperanza mía
bien de todo mi bien y mi alegría!».
Estaba la viuda tan ganosa,
que diera en que, entender a dos gigantes,

425 fuera de ser de suyo tan golosa
como diez amas juntas de estudiantes.
Y, sintiendo a Teodora perezosa
donde jamás lo fueron los amantes,
procura con mil artes esforzalla
430 mas es majar en hierro o picar malla.
Con la otra envidó todo su resto
lo que no tiene como puede dallo,

tan presto, vuelve flojo como tiesto.
Por demás es, señora, enderezallo
435 mas ella que no puede sufrir esto
determina otro día remediallo
con mucho del piñón, vino, tostones,
sesos de perdigón y perdigones.
Opípara comida le apareja
440 el día siguiente y semejante cena
mas gasta tiempo la putaña vieja
que, al huésped, Medulina se le estrena.
Y, cuando la traidora se le deja
de tal suerte, primero le carmena
445 que ya no hay qué sacar del alambique
ni le responderá aunque le pique.
Tómala entre sus brazos, amorosa,
con cien dulces suspiros y gemidos

y, de aquella su boca lujuriosa,
450 mil dulzuras le dice a los oídos.
Pero por demás es, no vale cosa,
cuantos embustes usa son perdidos,
es dar voces al aire en el desierto
o querer despertar al que está muerto.
455 Pues, como ya tuviese esto enfadado,
a la varonil y cauta Teodora

comienza a imaginar, con gran cuidado,
cómo podrá engañar a su señora.
Y, un parecer tomado, otro dejado,
460 trató con Medulina que, a tal hora,
de su cama a la suya se pasase
de su ama y con ella se abrazase.
En fin le descubrió toda su trama
y el cómo y para qué, adónde y cuándo.

465 Y, cada cual estando ya en su cama
y a la candela de su luz privando,
para mayor engaño de su ama,
mayor amor ahora le mostrando.
Teodora para ella se encamina
470 sin ir primero a holgar con Medulina.
Recíbela Dios sabe con qué abrazos
con qué amores, qué besos, qué dulzuras,

con qué enredos de piernas y de brazos,
que hicieran ablandar las peñas duras.
475 Y sin más esperar prolijos plazos,
aunque los quiere amor en sus holguras,
el ejercicio dulce comenzaron
y, hasta que se durmieron, no pararon.
El deleite y placer puso en el ama
480 un sueño, tan profundo y tan pesado,

que la pudo dejar sola en la cama.
Teodora, que velaba con cuidado
y a Medulina callandito llama,
la cual, ejecutando lo tratado,
485 a la cama se va de su señora
para suplir allí por la Teodora.
La viuda, después de haber dormido
un grande rato, despertó contenta

y hablando a quien no piensa en el oído
490 porque la que lo siente no lo sienta
dice a Teodora: «Como hemos dormido
toda la noche con tan poca cuenta
de gozarnos, despierta amor, y holguemos
que después, si quisieres, dormiremos».
495 La Medulina siempre está callada
y finge hermosamente estar dormida.

La viuda, viendo que no siente nada
y que de grave sueño esta vencida,
llega con su mano delicada
500 buscando aquello que le da la vida
y, como se le hace llano todo,
está consigo hablando de este modo:
«¿Qué es esto? ¿Estoy despierta? Sí, por cierto.
¿Siento qué toco? Sí, muy bien lo siento.

505 ¿Acierto sí o no? Muy bien acierto.
¿Yo tiento carnes? Sí, carnes tiento.
¿Hay algo aquí? No, todo está desierto.
¿Es este su lugar? Sí, este es su asiento.
Pues, ¿qué es de ello que aquesto que aquí toco
510 no es lo que busco, no, ni esto tampoco?
Solíame henchir la mano, no lo hallo.
Esto más talle tiene para henchirse,

lo otro, acostumbraba con tomallo
a alzarse poco a poco y engreírse.
515 Esto no se menea por tocallo
bien que da alguna muestra de sentirse
pues, ¿qué es esto que toco? ¡ay desdichada!
Que es esto de mujeres, ¡ay cuitada!
¡Y, que de mujer es, que en mí lo veo
520 y siento en mí la muestra de este paño!

Pues, ¿cómo puede ser? ¡ay no lo creo!
Quiero mirarlo bien, quizá me engaño.
Mas, ¡ay!, que, quien me engaña, es mi deseo
que, en mi mano, me tengo el desengaño,
525 ¡ay!, que todo mi bien fue mondesdoro
y tesoro de duendes mi tesoro».
Tras esto, una congoja le venía,
que casi la saco de aquesta vida.

Entonces, viendo ya que convenía,
530 despierta muy turbada la dormida
y, con muchos suspiros que fingía,
dice: «¡Ay de mí! Mi gloría es ya perdida.
Ya soy lo que antes era, ¡ay, sueño fiero,
cuán a mi costa ha sido verdadero!».
535 La viuda, confusa y admirada,
le pide que le diga qué ha soñado.

A esto Medulina, muy penada,
responde: «¡Ay sueño triste y desdichado!
Señora mía, como fui tornada
540 de mujer hombre, ha permitido el hado
que de hombre mujer me torne ahora
y sea, como de antes, Teodora.
Luego que en vuestros brazos fui dormida,
soñé ser, de un galán mancebo, esposa,
545 y que, viéndome de él muy requerida,
determiné de serle piadosa.
Y que, siéndole entrada permitida
donde yo le esperaba deseosa,
la flor le di que debe reservarse
550 hasta el debido tiempo de casarse.
En el punto de todos más sabroso
me despertaste vos, señora mía,

y ha sido para mí tan enojoso
cuanto ser agradable antes debía.
555 Porque, luego, mi sueño prodigioso
halle que no del todo me mentía
pues que, cuitada para ser esposa,
como soñaba, no me faltó cosa».
Lo que entonces hizo la viuda,
560 las vascas, los suspiros, los gemidos,

no son para mi pluma tosca y ruda,
que tiene ya los puntos consumidos.
Creyolo todo sin ninguna duda,
que tales cuentos siempre son creídos,
565 y Medulina habló de tal manera
que por la voz no descubrió quién era.
En fin la buena dueña, así engañada,
hizo de allí adelante penitencia

y, andando con sus cuentas ocupada,
570 tenían las doncellas más licencia.
La Medulina, en fin, salió preñada
y púsose en su parto diligencia
y despertamos ya, de tan gran sueño,
no digan que es más grande que su dueño.

2018-11-10T13:41:44+00:00

2 Comments

  1. Javier Blasco 12 septiembre, 2018 en 1:05 pm - Responder

    Evidente parentesco de este sueño con el que recoge Cristóbal de Villalón en El crótalon de Cristóforo Gnosofo, ed. Asunción Rallo, Madrid, Cátedra, 1990.

  2. Patricia Marín Cepeda 8 marzo, 2019 en 8:01 pm - Responder

    Otras fuentes, citadas por BIPA (Philobiblon):

    – Roma. Biblioteca della Accademia dei Lincei. Ms. Corsini n. 970, ff. 132v-149r.
    – Madrid, Biblioteca Nacional de España. Ms. 3915, f. 238.
    – Madrid, Biblioteca del Palacio Real. Ms. II-961, f. 81v.
    – Évora. CXIV/1-3, ff. II: 1-19.
    – Madrid. Biblioteca Nacional de España. Ms. 3915, ff. 238-248.
    – Florencia. Biblioteca Nazionale Magliabechiano: VII-354, ff. 232-243v.
    – Madrid. Biblioteca de Palacio Real. Ms. II-2803, ff. 120v-132v.
    – Madrid. Biblioteca Nacional de España. Ms. 22028, ff. 39v.
    – Madrid, Biblioteca Nacional de España. Ms. 3915, ff. 13v-20v.

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