Venus, que a Marte en el alma tiene empreso
su dorado cabello está añudando;
y el dios pasmado el rostro está mirando
que el cielo y tierra junto tiene preso.
Mas ella, que le entrega más que aqueso,
su delicado cuerpo anda brincando,
y la sabrosa lucha acompañando
con un azucarado y otro beso.
Echa Venus un “¡Ay, Marte!” con un suspiro.
Encórvase el traidor y, desque toca,
hacia tras paso a paso se retira.
Cualquier demanda destos me provoca;
mas, sobre todo, amor tras sí me tira,
viendo mandar dos lenguas una boca.
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