[COPLAS] A UNA MONJA

Vuestra tirana exención,
y ese vuestro cuello erguido,
ningún consejo han seguido
de cuantos dio Salomón.
Claro está que [e]s disparate
que yo os trate
como si el mundo anduviera
de la primera tijera,
estando tan al remate.

Ya es aquel tiempo pasado
de bobos, cuando el amor
(sin tener competidor)
trajo el mundo a su mandado.
Pasáronse los amores
y amadores,
cuando los dioses penaban
y, con llamaros, andaban
vestidos entre pastores.

Somos a tiempo llegados,
que la mujer más hermosa
hará cualquier buena cosa
por amor de diez ducados.
De aquí nace que son frías
las profías (sic),
todas las lamentaciones,
dejaron ya sus canciones
Garci Sánchez y Macías.

Hálla[n]se en cada rincón
una casa y una cama,
donde os dan con vuestra dama
confites en colación.
Y después de perfumada,
y gozada,
toda la noche desnudos,
pagaréis con dos [e]scudos
la señora y la posada.

Y piensa vuestra merced
que hace un hecho troyano
si nos da por una red
cuatro dedos de la mano.
Y después de bien servidas
de rodillas,
piensan las romperodetes
que os pagan con dos billetes
una alcorza y tres rosquillas.

Otra vez halláis de priesa
a las señoras torneras
hechas unas la[n]zaderas
desde el torno a la abadesa.
Dicen qu[e] están ocupadas
ya las gradas
y, al fin de grande soborno,
os dejan hablar al tomo
cinco palabras contadas.

Ansí que aunque sois hermosa
y dama cuantos queréis,
todo aquesto deshacéis
con ser monja y desdeñosa;
que tener el cuerpo exento
y en convento
es como querer fundar
castillo sobre la mar
o en aires torres de viento.

Sácase de aquesto todo,
señora, en resolución,
que mude la condición
o que se ponga de lodo;
qu[e] estando tras tomo y redes
sus mercedes,
siendo mal condicionadas,
por Dios, que mueran pegadas
las vacas a las paredes.