A Lorenza
Teniendo tan celestial
cara, y tan buen parecer,
que apenas otra mujer
puede decir della mal,
Lorencilla, y siendo tal
tu cuerpo visto en pelota,
que ni la mancha ni nota
seña, lunar ni borrón;
a todos da admiración,
con partes tan superiores,
ver cuán pocos hacedores
repiten tu boquerón.
Tú también te maravillas;
pero no es tu culpa leve,
pues cuando mi parte bebe
la tuya haciéndose astillas,
y a las nalgas y rodillas
responden la cama y tabla,
tú callas, tu parte habla
con aguanoso torrente;
que un frailazo omnipotente
hará mucho en levantar,
viendo mudo el descargar
y el cargador elocuente.
Chitón en boca no agrada;
chitón en parte es mejor,
porque un papo relator
a todo varón enfada.
Por cosa más acertada
juzgara que te peyeras:
que el pedo, de mil maneras,
es alegre y juguetón;
y suele ser invención
de risa, con disimulo,
un pedo, aunque sea de mulo;
y tiene, Lorenza, al cabo,
sus pasatiempos el rabo
y sus donaires el culo.
Mas ¿quién de las necedades
de la parte se reirá
con vos, y desarmará
catorce paternidades?
Si hemos de decir verdades,
yo no sé que haya zancajo
que no quede cabizbajo
en oyendo el tal hablar,
ni un jambo puede empinar;
que tiene el tal el rumor
chica lengua de hablador,
lengua chica sin mear.
No tengas mudo el sentir,
Lorenza, al trance postrero,
y a tu tal tan vocinglero
hazle callar y engullir.
Bien tiene que digerir
en gotas regateadas;
de ti las quiero parladas,
no de tu tal tan cruel;
hable en tu boca el clavel,
calle el tal como babera;
y si eres muda, siquiera
aprende a parlera d[e] él.
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