“A un ermitaño“:
Maestro era de esgrima Campuzano,
de espada y daga diestro a maravilla;
rebanaba narices en Castilla
y siempre le quedaba el brazo sano.
Quiso pasarse a Indias un verano
y vino con Moltalvo, el de Sevilla;
cojo quedó de un pie de la rencilla,
tuerto de un ojo, manco de una mano.
Vínose a recoger aquesta ermita
con su palo en la mano y su rosario
y su ballesta de matar pardales.
Y con su ma[g]dalena, que le quita
mil canas, está hecho un San Hilario.
¡Ved cómo nacen bienes de los males!
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