Amor mueve mi lengua y amor canta

Cómo han de ser amadas las mujeres en común

Amor mueve mi lengua y amor canta;
Venus lleva la pluma con su mano;
Febo saca la voz de mi garganta
y Mercurio me hace el paso llano;
y la que me enriquece y me levanta,
sin quien cualquier saber es poco y vano,
me manda que las aguas furiosas
divida con las proas amorosas.

Mas ¿quién por este mar habrá que vaya
con nueva nave, pobre de ornamento,
que no tema anegarse ante la playa,
y falta de los remos o del viento?
La fuerza del peligro me desmaya,
y el ser como es dudoso el salvamento,
y temo verme ya cubierto de agua
y ahogarse la voz donde se fragua.

Y ansí, cual nadador que el charco gira,
y el trance peligroso contemplando,
de agua y del intento se retira
a su miedo las riendas aflojando;
y viendo que la gente ya lo mira,
la ropa y el temor ansí lanzando,
en el agua se arroja temeroso,
de haber tardado tanto vergonzoso.

Yo, tímido y suspenso, he rodeado
el piélago profundo de Cupido
y el paso hacia atrás he retirado;
por no quedar cual muchos sumergido,
más de ver que me miran afrentado,
la vergüenza y temor he sacudido
para poder probar en esta suma
los nuevos gavilanes de la pluma.

De muchos que este mar han contrastado,
tres solos han llegado a claro puerto;
el uno fue Nasón, tan celebrado
que llegó con armada descubierto,
el otro, por su fama es de honrado;
y el tercero arribó ya casi muerto.
Yo nací flaco con ronca y débil habla;
nadando llegaré sobre una tabla.

Vengan pues, escucharme los ociosos,
los que gozar quisieren damas bellas
aprendan los conceptos caudalosos;
engáñenlas, que bien engañan ellas,
y soplaré los fuelles amorosos;
yo haré duraderas sus sentellas,
y al que por mis pisadas se viniere
de las damas hará cuanto quisiere.

Lo que dijo Nasón con alto estilo,
con humilde diré bajo y rastrero
cortando lo superfluo de su hilo;
allanaré el camino pasajero
y, si mi pluma no perdiere el filo
mordida del cuchillo lisonjero,
la turba mujeril y edad florida
veréis a mis palabras sometida.

Porque, con una mano, se despide
la flecha de la cuerda de Cupido,
y al corazón que llega no le impide
el ser celoso y bravo su marido;
ni en las castas y honestas se divide,
a todas hace siempre igual partido,
porque solo un metal corre en su fragua
y una sola moneda de él si fragua.

Y tanto los que quieren entregarse
a las armas de Venus y Cupido,
aprendan cómo tienen de tratarse
los trajes y colores del vestido
y no teman que gasten en ornarse
el dinero que tienen adquirido,
porque el trato y el uso de la tierra
serán las invenciones de la tierra.

No traigan los cabellos enrizados
ni crespos, como andaban los troyanos,
ni vestidos de seda requemados;
mas han de ser curiosos, aunque llanos,
bien hechos y en el cuerpo bien tallados,
que amor no quiere muy galanos,
sino solos solícitos, secretos
atrevidos, sagaces y discretos.

Anden pues bien compuestos y tratados
y no revienten mucho de curiosos,
y traigan los vestidos no manchados
sin ser para vestillos melindrosos;
los hombres al desgaire son amados,
y a las damas, los otros, enfadados,
por que quien solo trata en componerse
no puede con amor entremeterse.

Robustos han de ser, que por Teseo
la cretense en la playa lamentaba,
y Andrómeda quería a su Perseo,
y, por Héctor, Andrómaca lloraba,
y Tecmesa apagaba su deseo
con Áyax, que de pieles se adornaba,
y Cánace gustaba del hermano,
Deyanira y Ómfale del tebano.

Y Fedra y Hipólito moría,
aunque él era con ella desdeñoso;
de la casa, se dice, se venía
fatigado, sudando y polvoroso,
y amor en ella entonces más crecía,
y que era descompuesto más hermoso,
y, llorando mil veces, que apagase
su fuego le rogaba o la matase.

Ansí que el aparato y ornamento,
las galas, los afeites y los trajes
en solas las mujeres dan contento,
y en los hombres, las artes y lenguajes;
ellas han de guardar recogimiento;
y ellas, solisitallas con mensajes,
haciendo que su pena sea creída,
imitando con voces la herida.

El rostro sea blanco, sea moreno
o sea colorado o amarillo,
ande sin paño, claro, limpio y bueno;
y, lavadas las manos, sin sebillo;
anden con paso blando y muy sereno
sin pisar de calcaño o de puntillo,
levantando los ojos con tal modo
que puedan, sin ser vistos, mirar todo.

Traigan los dientes blancos y raspada
la lengua y el cabello bien cortado,
la barba hecha como fuere usada
y el bigote con ella conformado;
las uñas limpias sin sobra llenada;
las narices con pelo moderado
y adviertan que el sudor y sobaquina
y el olor de la boca da mohína.

Si con mozuelas varias te entremetes,
muda trajes según ellas hicieren;
enrízate el cabello al copete
que locas son y locos mozos quieren;
escríbele letrillas y motetes
y víste las colores que vistieren;
los vestidos, curiosos y sencillos,
compuestos con sus ciertos olorcillos.

Pon la capa a desgaite sin postura;
la media, una atada y otra suelta,
y el vestido con una cierta anchura,
que haga las arrugas sin revuelta;
y con gentil donaire y apostura
señala la persona desenvuelta
y, calzándote justo y a tu modo,
darásle, si pudieses, gusto en todo.

Y porque la juventud y adolescencia
están con la niñez tan abrazadas
que van, porque no tienen experiencia,
buscando las personas delicadas;
y es tan universal esta dolencia
que las vemos andar desalentadas
en pos de los mozuelos muy hermosos;
y tanto es menester andar curiosos.

Mas esto no es a todos permitido:
edad, persona, estado ha de mirarse.
Bien puede el que es mancebo andar polido
y el que no fuere libre recatarse;
a los graves, del todo es prohibido;
adviertan de quien han de enamorarse,
que si fuere la dama de otro estado
ya tienen el vestido señalado.

Y agora sea viuda o ya casada,
entrambas quieren trajes muy honestas;
cualquiera en el vestir será imitada.
Y, conforme curaren de ellos, por estos,
que si trajeren la cara disfrazada,
anden ellos bizarros y compuestos,
de suerte que es la regla verdadera
que se traten los dos de una manera,

pues trajes, ornamentos y aparatos,
tienen ya los amantes preparados,
y por ser tan comunes y baratos
serán todos de todos alcanzados;
bajemos los conceptos a los tratos
de Venus y de Adonis celebrados,
y tú, novel, que sientes ya sus llagas,
escucha lo que amor manda que hagas.

Primero, has de buscar mujer hermosa,
discreta y a tu gusto, bien cortada;
de hallar no será dificultosa
donde hay juego o fiesta concertada,
o junto a la ribera deleitosa
donde juega la dama descuidada,
o donde con sus dioses comunica
y el sacro Baco dicen le platica;

Aquestos son lugares visitados
de las bizarras damas muy compuestas;
entre ellas los varones van mezclados,
haciéndole delante dos mil fiestas:
los unos, con mozuelas ocupados,
los otros, con edades más molestas;
aquí vienen a ver las fiestas bellas
y a ser de los galanes vistas ellas.

Escoge la que pueda contentarte;
acompañen tus ojos, al deseo;
hallarás en quien puedas entregarte,
a quien dar toque franco con flores;
de la persona tienes de agradarte,
no cures de la ropa y el arreo,
y que estas, que se muestran muy galanas,
a veces son heridas sobresanas.

Y hallándola tal que te contente,
descúbrale tus ojos el tormento
y el rostro del señal del accidente
mostrándose si te mira en el contento;
si sientes que mirada ser consiente,
puedes ejecutar el pensamiento,
llegándote del vulgo recatado
y juntando tu lado con su lado;

porque los claros rayos de unos ojos
recebidos en otros con sosiego
en los amantes causan los antojos
y d´ellos en el alma nace el fuego;
por ellos dan y toman los despojos
y el corazón se rinde al niño ciego,
y la dama que mira siendo vista
es señal que el amor ya la conquista;

y, tanto si tus ojos con los de ella
se conforman, te llega cautamente,
y que en ellos reluce la sentella
que el tierno corazón adentro siente;
mas no le digas luego tu querella
si tuvieres lugar más conveniente,
verdad es que quien da libre la entrada
parece que concede la posada.

Allí conversación traba con ella
de las fiestas o juegos comenzados,
y aquellos de quien ves que gusta ella
en el jugar serán de ti alabados,
y cura si pregunta respondella
como juegan y como son llamados,
fingiendo mil historias fabulosas
que de esto gustan mucho las curiosas.

Si polvo le cayere en su vestido,
sacúdanlo tus dedos blandamente,
si su cuerpo de alguno es oprimido
y cura que se aparte cortésmente
y, habiéndole las faldas recogido,
le haz algún lugar donde se siente,
y el aire le echarás con el flabelo
poniéndole a los pies algo en el suelo.

Aquestos son principios muy livianos
mas de ellos viene amor apoderarse;
trábale si pudieres de las manos
y, aunque ella más resista, han de besarse,
si le tientas los brazos soberanos,
veráslo poco a poco doblegarse
y, en viéndola un poquito ya segura,
es buen tiempo, lugar y coyuntura.

Esfuércese mi voz con nuevo aliento,
negocios altos son los que tratamos;
el que gusta de amar esteme atento
y siga las pisadas que llevamos,
será pues el primero fundamento
que del uso y el arte los sacamos,
y gozará la dama que quisiere
aquel que con calor la pretendiere.

Primero se verán en un sujeto
dos contrarios, contrarios sumamente;
que la mujer al hombre que es discreto
deseche, si la tientas blandamente
solícito has de ser, pero en secreto,
y en hacelle caricias diligente,
verás la que es más dura de ablandarse
al cabo y a la postre sujetarse.

¡Cuánto gusta el varón del dulce juego
si lo alcanza con trances peligrosos!
cuando gozó su dama con sosiego
en secreto con actos deleitosos,
con tanto y más rigor en ella el fuego
enciende los cuidados amorosos,
y aquella que rogada siempre niega
vencida sin rogalla después ruega.

Con más facilidad los hombres aman,
las damas al principio apenas quieren,
ellos si las alcanzan las desaman
y alcanzadas y ellos, ellas mueren;
¡si las dejan, qué lágrimas derraman!
¡cuántas veces el blanco pecho hieren!
Y al cabo y moverse de esta suerte
sabemos que si dieron muchas muerte.

En los hombres amor tiene medida,
su fuego pocas veces es durable,
y en la mujer del hombre, ya vencida,
es la furia del amor intolerable
con esta sola Filis consumida;
matándose mostró ser inmudable
y que, si la mujer una vez quiere,
olvida solamente cuando muere.

Más quieren las que quieren y no quieren
ser del hombre con ruegos sujetadas,
dejarás las que mucho se resistieren,
y sus términos han de ser llevadas;
las damas que resisten, sean quien fueren,
esas quieren por fuerza ser gozadas,
mas has de suspender un poco el lecho
hasta sentir en ella blando el pecho.

¿Quién hay, pues que con ellas no se atreva?
Mujeres son, y a Venus dedicadas;
quien las fuerzas del amor con ellas prueba,
las deja con dos tretas contrastadas;
más cuidado le da la llaga nueva,
todas gustan del hombre ser amadas,
porque la novedad, les argumento,
que tienen por pasar mayor contento.

Pues ¡sus!, ningún amante tenga miedo
de pretender a la dama más hermosa;
y sépala tentar con gran denuedo,
porque, siendo mujer, será piadosa;
y, si no la venciere, vuelva ledo,
pues no por eso pierde alguna cosa,
que el capitán suspende la batalla
y rompe poco a poco la muralla.

Habiendo con los ojos declarado,
a tu dama la llaga, que está hecha,
y cura con grandísimo cuidado;
háblalla, si pudieres, sin sospecha
y, para que esto no te sea vedado,
ternás toda la casa satisfecha,
entrando por amigo o pariente
o vecino, que es medio conveniente.

Pero, si la mujer fuere de suerte
que dentro de su casa no haya trato;
aqueste es un dolor mayor que muerte
y el remedio que tiene no es barato;
de la prudente vieja has de valerte,
haciéndola primero tal contento,
que, si te da la dama por quien mueres,
que le darás después cuanto tuvieres.

Tendrás, aparecerá a lo largo del poema.
Con esta comunica tu cuidado
y aquello que pretendes de tu dama,
y cuando te trajere buen recado,
tu remedio y salud la llama;
y, habiéndola con algo regalado,
con aquello que ves que ella ama,
date prisa, que trate tus amores
que no serán sus premios los peores.

Verásla como trata sus madejas
de su propia cudicia instimulada;
y a tu dama de ti dirá mil quejas,
llamándola cruel desamorada;
y, vertiendo las lágrimas de viejas,
le dirá que tu vida es acabada
y que ella sola puede remediarte,
si le diere un abrazo para darte.

Y si fuere la dama escrupulosa
y a semejantes viejas no admitiere,
habla con la criada más hermosa
y será la que ves que ella más quiere;
aquesta te dirá cualquiera cosa
de aquella que en tu dama conosciere.
si te haces amigo de su amigo,
y para vella va siempre contigo.

Mas si la moza, que es dificultoso,
estuviere de tanto bien privada,
prométele con pecho generoso,
que siempre la promesa nos agrada;
quebrántala con ruegos congojoso,
con dones la ternás siempre obligada,
porque los sacros dioses son vencidos
con los ruegos y dones ofrecidos.

Y si la moza, que es posible cosa,
por algunos respectos no quisiere,
agora de su gente temerosa,
agora porque la aman no lo quiera,
no por eso ha de ser defectuosa;
la medecina y arte que te diere,
porque, si escapare de estas tretas,
las cartas son muy finas alcahuetas.

Si por ellas pretendes tus favores,
difícil es camino, mas trillado;
escríbele guardando tus tenores
según fuere la dama y el estado
y, habiéndole pintado tus amores,
al tiempo que reciba tu recaudo,
si la pudieres ver, ha de ser luego,
pues solo de mirar se nace el fuego.

Y para la hablar siendo admitido
agora, por tus cartas o ventura,
si Venus favoresce tu partido
no consientas pasar tal coyuntura;
y cuando de ella fuere expelido,
a mi cargo será tal desventura,
porque ellas por vergüenza no lo piden
y a los que se lo piden los despiden.

Si hablares con ella sin tercero,
tres términos te doy para gozalla:
contalle tu pasión será el primero
y el segundo besalla y abrazalla,
lo demás dejarás para el postrero,
adonde el toque está de la batalla;
entonces, sin guardarle algún respecto,
no la dejes traidor hasta el efecto.

Si concibes de ti no ser bastante
para poder callar tus disfavores,
tener un caro amigo es importante
a quien descubras todos tus favores,
mas ha de ser también secreto amante
y que trate contigo sus amores,
pero, si de esto puedes excusarte,
advierte con quien tratas y en qué parte.

Agora que tenemos ya buscada
mujer de quien podrás enamorarte,
el término por do ha de ser llevada
espera, que lo más quiero enseñarte
la señal cuando gusta ser tentada
y el tiempo y ocasión de aventurarte,
y, si mi pluma basta, yo te juro
que estarás de gozalla bien seguro.

Los oficios, el tiempo lo reparte,
si lo quieres contar uno por uno;
ni siempre has de seguir al fiero Marte
ni las furiosas ondas de Neptuno;
su tiempo quiere y guarda cualquier arte
y, por esto, el juzgar importuno,
su tiempo guarda el médico que es diestro
y el jugador que en armas es maestro.

Con el tiempo señales y ocasiones,
usados en su propia coyuntura,
se sujetan los tiernos corazones
al regalado amor y su dulzura,
mas hay tal variedad de condiciones
que querer tratar de ellas es locura;
el discreto penetre sus conceptos
y como fueren use los preceptos.

Como lidian los fuertes caballeros
al son de las trompetas sonorosas,
mostrando los robustos pechos fieros
en las crudas batallas peligrosas,
los amantes, que son también guerreros
y conquistan las damas amorosas,
señalan menester para tentalla,
pues no es menor esto tras su batalla.

Cuando salta la dama de gozosa
y le tiemblan los ojos de alegría
y está compuesta, libre y generosa,
y gusta de hacerte compañía
y se muestra mirándote medrosa
y al tiempo que la miras se desvía,
aquesta es la señal: no seas cobarde
ni dejes la ocasión para más tarde.

La que se desvía, blanda y melindrosa
y está, cuando la tientan, esquivando,
si tiene una puntita de golosa
y un no sé qué de dama, tierno y blando,
con estas ocasiones, si es ociosa,
la tendrás fácilmente de tu bando,
porque el ocio y el vicio en las mujeres
les hacen admitir otros placeres.

No basta la señal y ocasión dada;
también quieren su tiempo aquestas cosas;
a su tiempo la tierra es cultivada;
a su tiempo las frutas son sabrosas
y a su tiempo la dama recuestada
admite las recuestas amorosas.
Quiero, pues, enseñarte el propio tiempo
cuando quieren pasar su pasatiempo.

Comienza cuando fueren destrozados
en Allia los romanos, caso fiero,
y tal tiempo que, con rayos levantados,
el sol baña los cuernos del carnero,
y cuando los morales colorados
comienzan a cobrar su ser primero,
y cuando produce pimpollos la higuera
y comienza la dulce primavera.

Y, con floridas plantas, esmaltada
la tierra muestra fuera su ornamento,
y, en las venas la sangre renovada,
dilatándole da grande contento;
entonces la mujer, más entonada,
se sujeta al venéreo movimiento
porque el prado produce tiernas flores
y amor en los amantes mil amores.

En este tiempo Marte belicoso
publica sus batallas y aspereza,
y Neptuno, con aguas abundoso,
se deja contrastar con más llaneza;
y amor, con blando pecho y amoroso,
señala con las damas su terneza,
de suerte que el verano es escogido
para segurar las armas de Cupido.

Sigue, pues el alcance de tu dama
con nuevas invenciones y partidos,
urdiendo siempre más la bella trama
con suspiros profundos y encendidos;
silencio pone entonces a tu llama,
cuando Febo, con rayos encogidos,
hiere de Capricornio el diestro cuerno
y comienza con lluvias el invierno.

Entonces, con el tiempo destemplado
y las aguas y nieves importunas,
se entristece, marchita y quema el prado,
quedando pocas flores o ningunas.
Amor, con el rigor del tiempo helado,
desampara las almas, salvo algunas,
adonde siendo fuego se recoge,
porque con tantas aguas no se moje.

Y no quiero decir que, por el miedo
de riguroso tiempo triste y frio,
te apartes de tu dama solo un dedo,
porque, si quieres bien , es desvarío,
mas hay grande peligro, pues lo vedo,
y de vencella entonces desconfío,
porque están tan remisas y encogidas,
que rebaten de Venus las heridas.

Ansí que digo, y es cosa acertada,
que en invierno no trates de tu llama,
ni en la fiesta que fuere festejada
del nacimiento o nombre de tu dama,
ni en aquella que fuere celebrada
por el nombre que el vulgo a ti te llama,
porque son ocasiones de pedirte
y de darle no puedes eximirte.

Veráslas, si las vieres estas fiestas,
tan gallardas, bizarras y hermosas,
que te espantes de bellas tan compuestas
y de cuantos se muestran amorosas
y cómo de pedir están dispuestas,
mojándote con aguas olorosas,
te dirán que por ellas les des algo,
haciéndote sin sello ser hidalgo.

En todas las demás fiestas del año
te puede atrever seguramente,
porque ellas no se guardan de este daño,
ni se pueden guardar tan fácilmente.
Si la besas entonces por engaño
y los besos besando te consiente,
en gozalla no ves que te detienes,
pues tiempo y ocasión y señal tienes.

Y, si fuere tu día natalicio,
no se pase sin ser de ti tentada,
porque entonces el cielo te es propicio
y será fácilmente sujetada;
y si reina la diosa del oficio,
tú saldrás vencedor en la jornada,
por tanto no te muestres temeroso,
si quieres en amar ser venturoso.

Pues tenemos los tiempos señalados
cuando han de ser las damas recuestadas,
escriben los amantes confiados
las odas que serán más apropiadas
los médicos que son experimentados
también tienen sus horas reservadas,
a la mañana dan purga y jarabes
y a la tarde remedios menos graves.

Después de haber comido a mediodía,
cuando el sol hace sombras más pequeñas,
en las mujeres reina el alegría
y gustan de placeres las más dueñas;
entonces vale mucho la osadía,
hasta con las mujeres zahareñas
porque el pecho cargado de manjares
recibe los contentos a millares.

Mujeres hay de cuatro complexiones:
coléricas, flemáticas y sanguinas,
melancólicas, tristes condiciones,
y aquestas en amores son moínas;
todas quieren iguales ocasiones,
señales que todas son benignas,
pero quieren sus horas diferentes
y a todas no son todas convenientes.

Cuatro partes cualquiera día hecho:
la cólera prevale en la primera;
la sangre en la segunda tiene derecho,
y la flema gobierna la tercera;
el humor melancólico y despecho
predomina la cuarta y la postrera.
pues quien quisiere gozar damas falsarias,
tiéntelas en las horas más contrarias.

La flemática tienta a la mañana,
y en la segunda parte la que es triste;
en la tercera se rinde muy humana
aquella que de cólera se viste;
y en la cuarta se da de buena gana
la sanguina, y entonces no resiste,
porque muy fácilmente dominada
la condición con tiempo preparada.

Aquestos son comunes documentos
que deben con gran cuenta ser guardados,
porque son los primeros elementos
que ternán en amar los enamorados.
Con ellos ejecuten sus intentos
los que están de escucharme ya cansados,
y los que no se enfadan de estas cosas,
me prestarán orejas amorosas.

CAPÍTULO II
De cómo han de ser amadas las libres y solteras
Con pluma universal hemos tocado
el arte de amar con advertencia,
bajemos ya la voz a lo delgado;
digamos lo que muestra la experiencia;
y, porque vaya todo concertado
y se guarde el estilo de la ciencia,
de la libre soltera trataremos,
y ansí de lo común comenzaremos.

Con estas, el amor más enlazado,
que al fin son casi todas inconstantes,
con un solo tirón es desatado;
porque gustan tener muchos amigos,
procure cualla cual ser señalado,
aunque los otros anden más pujantes,
rondándole su calle de contino,
y al encuentro saliéndosele al camino.

Y, en viéndola tus ojos enclavados
en los suyos suspira si mirare;
ya tienes los caminos señalados
para poderla hablarla si gustare,
escge los que son acomodados
y no la has de tentar si te esquivare,
sino con mil carisias ablandalla
y a su tiempo y lugar importunalla.

No te has de espantar si consintieren
el abrazo y beso regalado,
y con ira y furor te resistieren
y vedaren el término vedado.
Aquesto hacen ellas, aunque quieren,
porque del dulce juego no han gustado
y porque son los hombres tan sin tasa,
que dicen por el pueblo cuanto pasa.

Por tanto, cuando tengas coyuntura
y trates con tu dama tu concepto,
alaba del amor la gran dulzura ,
fingiéndole grandísimo secreto,
y con afecto sabio y gran blandura,
que al amante conviene ser discreto,
alabarás aquellas dulces cosas
con palabras lascivas y amorosas.

Dile que es un deleite tan sabroso,
tan blando, tan suave y regalado,
tan agradable, tierno y tan gustoso,
tan melifluo, tan dulce y tan salado,
que el hombre que lo prueba deseoso
jamás de lo gustar queda cansado,
porque el amor despierta el apetito
de aquel que por su causa está marchito.

Son los casos del amor tan estimados,
que en ellos todo el mundo está deshecho;
por amor son los hombre celebrados
y todo sin amor es sin provecho;
son, en fin, sus deleites tan preciados
que aquel que los siguió tan largo trecho,
a los dioses pidió le aconteciese
que en medio de aquel acto se muriese.

Dile que llegue porque no sabe a qué sabe,
deja pasar el tiempo y contento.
y, a fe, que si lo prueba que lo alabe,
porque es mucho mayor que el pensamiento
y el término que tiene es tan suave
que no hay para sentillo sentimiento;
y, por esto, natura allí permite
que al galán y a la dama se le quite.

Cuéntale los amores de Medea,
de Calisto, de Circes y de Elena,
de Tisbe , de Salmacis, bella dea,
de Eco, de Cleopatra y de Tecmesa,
de Enone , de Elisa y Citerea,
y aquella que de amor tuvo su pena;
y dile que, pues estas se holgaron,
a las que holgasen excusaron.

Aquesto le refiere brevemente,
no tardes porque enfada la tardanza;
alábale su rostro, cuello y frente,
pues gustan las más castas de alabanza;
dile que tiene el cuerpo conveniente
al rostro y el vestido a la usanza,
y que, para discreta y alabada,
la falta solo el ser enamorada.

Porque las invenciones amorosas,
los tratos, las inducias nunca usadas
y las sagacidades ingeniosas,
los hurtos y las burlas celebradas,
y las tretas sutiles y engañosas,
fueron por los amantes inventadas,
ansí que, donde amor hace su pausa,
es de la discreción principio y causa.

Amor hace los hombres atrevidos,
poniéndose a mil trances peligrosos,
y hace vencedores los vencidos,
y los más miserables generosos,
y, rompiendo las treguas y partidos,
hace ser los cobardes animosos,
y aquellos que de amor están exentos,
se mueven como caño con tres vientos.

Pero ¿donde me lleva mi destino
de aqueste fresco viento arrebatado?
Volvamos a tomar nuestro camino;
el amor digo que ha de ser loado;
alaba tu secreto con buen tino,
si quieres de las damas ser amado,
porque ellas siempre temen que se sepa
y el secreto no saben en quien quepa.

Allí vuelve con ansia a tu dama,
o, yendo con suspiros congojosos,
que mitigue la furia de tu llama
y apague aquellos fuegos amorosos;
entonces llora y lágrimas derrama
de los ojos turbados y llorosos,
que, con ellas, las fiera se enternece
y en la blanda mujer amor crece.

Mas no siempre las lágrimas nos vienen,
porque nacen de ser blando y humano;
los amantes que el pecho duro tienen,
usarán del remedio ovidiano:
si las lágrimas ven que se detienen,
refrieguense los ojos con las manos,
mojándola primero de manera
que lágrima parezca verdadera.

Y, si con estas tretas no cayere,
no temas de perder el tiempo en vano,
dile que le dirás cuanto hiciere
por la señal y rayas de la mano;
ella propia verás que te requiere,
entregándote el brazo soberano,
que le digas la suerte de su suerte,
su larga vida o temprana muerte.

Entonces, con su propio mandamiento,
la mano tomarás y, en la besando,
comiénzale a decir tu pensamiento
y entienda que lo vas adevinando;
si sentieres en ella sentimiento,
irásle poco a poco declarando
el principio y fin de tus amores,
y mira no se pase el tiempo en flores.

Y humílate a sus pies cuando se siente,
descálzale si quiere los botines,
amor por gravedad no se consiente;
ponle, si se levanta, los chapines;
hazle cuanto te manda diligente;
recatado contino de malsines;
y no la has de mirar cuando pasare
ni hablalla si ella no hablare.

Porque, si se descubren los amores,
no se puede encubrir ni recobrarse
¡oh, cuantos han perdido sus favores
por no ser recatados y alabarse!
Adviertan , pues, los sabios amadores
de quién han de huir por confiarse,
porque en esto consiste muy gran parte
del fin de sus amores y mi arte.

Si solo y en secreto estas con ella
no cures de palabras amorosas,
¡Afuera la vergüenza! ¡da con ella!,
que entonces no hay mujeres vergonzosas;
muchas lloran entonces su querella
cuando por fuerza van aquestas cosas,
mas ni por su llorar ni por su fama
no dejes de apagar allí tu llama.

Cuando gusta la dama de combate,
si por fuerza lleva acometiendo,
desgusta si se apartan del remate;
porque llevan un poco resistiendo,
o no la has de tentar o dalle mate,
porque esto quieren ellas no queriendo;
y la que resistiendo fue dejada
se goza fuera y dentro está enojada.

Si tal con ventura, que es muy rara,
o otra semejante no te diere,
ingrata le dirás, cruel avara,
y que ya no es posible que te quiere;
si responde que es cosa grave y cara
y acaso por aquí te despediere,
para saber si tiene fe contigo,
usa de este remedio que prosigo:

Finge que estás enfermo y en la cama
y escríbele que venga a socorrerte,
si no está muerta y haya viva llama,
que tan cerca te tiene de la muerte,
verásla como viene si te ama,
temerosa, turbada, luego a verte;
pero, si se tardare en visitarte
de otro remedio habrás de aprovecharte.

Con el semblante triste y demudado,
que el de todo su bien destituido,
pensativo, suspenso y elevado,
como hombre de mujer aborrecido,
mostrando en la tristeza tu cuidado
y en el rostro las llagas de Cupido,
los ojos en el suelo ponte en parte
que la puedas mirar, y ella mirarte.

Y sin muestras de vella si te mira,
dirás los ojos vueltos a su puerta
“¿hasta cuándo, señora, tanta ira?”
Revive la esperanza que está muerta,
no la mires entonces, mas suspira;
pues tienes ya la pena descubierta;
hablándola después, si bien te quiere,
verás que todo aquesto te refiere.

Túrbate cuando diga tus razones,
llevándole el compás desfigurado;
y habiéndole tus ansias y pasiones
con indicios bastantes declarado,
si tuvieres señales y ocasiones,
y tiempo ―como dije— acomodado,
atrévete, con ella, no te tardes,
pues fortuna deshecha los cobardes.

Y si te resistiere todavía,
poniéndote delante inconvenientes,
la fama y el honor, y que sería,
si tal se divulgase entre las gentes,
entonces fingirás que se te enfría
el amor con sus propios accidentes;
y sin vella podrás curar tu llaga
y, mostrando que tu fuego ya se apaga,

no pases por su calle ni te vea,
por un tiempo y espacio conveniente;
en esto la experiencia se me crea
y el que no la creyere la experimente;
si supieres que verte ya desea,
no le des ocasión tan fácilmente
hasta que ella se queje y llame ingrata,
que entonces hiere amor y desbarata.

Acá y allá verás que anda buscando
para poder hablarte algún rodeo,
y, al tiempo que te encuentra declarando
con ojos y suspiros su deseo,
respóndele sus señas despreciando:
“¡ya pasó mi dolor; ya no te creo!”;
y déjala las hablas en la boca
que aquesto a la mujer la torna loca.

Miraldo por la bella Deidamía
cuando el valiente Aquiles la dejaba
y la pena que Philis padecía
en ver que Demofonte se tardaba
y Argadna los llantos que hacía
en ver que sin Teseo se hallaba
pues Calipso y Creúsa que hicieron
cuando troyano y griego partieron.

Ansí que si la dejas suspendida,
atónita, medrosa y elevada,
sin esperanza, triste y abatida,
del vivir por el amor descompada;
con la criada de ella más querida,
que debe ser después de ella gozada,
veros que con mensajes te molesta,
recíbelos, más no le des respuesta.

Imagine y sospeche, y ande triste,
que entonces hiere amor más las entrañas;
llamárate, pues no le respondiste;
visítala y allí cesen las sañas;
pero si a tantas pruebas te resiste,
que mujeres son fieras alimañas,
una sola te doy, que sola basta:
rendir la mujer más santa y casta.

En esta sola estriba tu esperanza,
este, el postrer golpe de ventura;
si resiste, no tengas confianza,
porque saña deja la mujer es piedra dura;
amores finge, pues, con gran pujanza,
con mujer que le sobre en hermosura,
y serán descubiertos y de suerte
que por ella te juzguen a la muerte.

Publíquelos la fama pregonera
y sépalo la dama que es amada;
descubre las sentellas, todas fuera,
y entienda que es de tí menospreciada;
con esto la doncella más soltera,
la más esquiva y más desamorada,
se rinde, se sujeta y se somete
al amante, si entonces le acomete.

Porque son tan altivas y envidiosas
que por no ser por otras despreciadas
se rinden y se ofrecen a las cosas;
porque fueron primero tan rogadas
y con ira y con amor vuelven furiosas,
si son entonces de ellos desechadas,
y se sacan por este solo enojo
dos ojos por sacar al hombre un ojo.

Porque aqueste dolor es de manera
que no hay para sufrillo sufrimiento,
bien lo vido la bella Deyanira,
llevada del furor de su tormento,
al tiempo que la sabia hechisera
le hizo el venenoso vestimento,
que vestiendo después Alcides fuerte
sintió la rigurosa y dura muerte.

Y Hipsípile metida en este fuego
se vido y Medea consumida,
y Medea, después trocado el fuego
por Glauca de Jasón, aborrecida.
Y tanto se llevó del furor ciego,
que fue de propios hijos homicida
por vengarse de aquel por quien primero
mató su propio hermano verdadero.

Pocris, de este furor arrebatada,
en busca de su Céfalo venía
y, del duro camino fatigada,
entre las verdes ramas se metía
y, estando sospechosa y alterada,
oyó que su marido repetía
«sabrosos vientos, aura fresca y bella,
mitigad mi calor y mi querella».

Contenta con tan dulce desengaño,
querido descubrirse a su marido,
estando inadvertida de su daño,
entre las ramas hizo gran ruido
y Céfalo, ignorante del engaño,
el arco disparó contra el sonido
y, pensando matar alguna fiera,
mató su cara y dulce compañera.

Porque la rigurosa y dura punta,
pasando por los pechos, fue derecha
a dar al corazón y allí se junta
con la que tuvo a Pocris tan deshecha;
la ninfa, con la cara ya difunta,
desmayada quedó sobre la flecha,
deciendo en el acento postrimero:
«¡adiós, amado Céfalo, que muero!»

Los preceptos comunes aplicados
que, con estos que son propios de solteras,
a su tiempo y lugar ejecutados
sujetan las mujeres más matreras;
los que fueren con todos despreciados
usarán de interés o hechiseras;
no digo que son estos justos medios,
mas que dudo hallar otros remedios.

CAPÍTULO III
Como han de ser amadas las viudas

Hasta aquí por senderos pedregosos
y montanas desiertas despobladas,
por cerros y montes cavernosos
y sendas muy torcidas y quebradas,
sacamos los amantes venturosos
al campo de las damas libertadas;
agora por camino muy más llano
podremos ir con tanto mano a mano.

Las viudas hermosas y avisadas,
que no por ser viudas no son damas,
también gustan de ser enamoradas
y sienten del amor las vivas llamas;
mas son por solo el nombre tan honradas
que dejan los contentos y las famas,
pasando más trabajo en lo secreto
que puede imaginar nengún discreto.

Pues sola la memoria, tan amarga,
descontento pasado y mal presente
les pone una tan grave y dura carga
que no las ve bien quien no la siente;
solas pasan la noche fría y larga
en brazos del dolor y accidente,
vencidas de su propio sufrimiento,
ajenas de su bien y su contento.

De aquí nacen que son presto gozadas
del amante secreto y atrevido,
y en amor fácilmente conservadas,
aunque de parte de él sea fingido;
«aquestas -dijo Ovidio- sean amadas;
en estas no reina jamás olvido
y tienen ya del arte tanta ciencia
que suplen bien la edad con la experiencia».

Saben dar el contento y recibillo,
llevándolo por pausas delicadas,
y a veces otorgalo y diferirllo
por hacer más sabrosas las jornadas;
y por fuerza también quiere sufrillo
para ser requeridas y rogadas,
porque la resistencia, en las mujeres
hace muchos mayores los placeres.

Quien quisiere con estas ocuparse
terná la presa cierta fácilmente,
si sabe del amigo recatarse,
del hermano querido y del pariente,
porque saben también aprovecharse
del tiempo y ocasión más conveniente,
y dejar al amigo tan burlado
que le pese de ser tan confiado.

En amar y en reinar no hay compañero;
a solas solo tienes de hablalla
si pudiere hablalla sin tercero,
y si no, por tercero visitalla;
no te muestres sagaz ni lisonjero,
sino haz tus negocios solo y calla
con tanta discreción que en tu señora
amor vaya creciendo cada hora.

Porque, si están seguras de su fama
y de quien se la quita satisfecha,
comunican con él luego su llama
en puro amor bañadas y deshechas;
el amante, que tal sintió su dama
y no apagó las llamas contrahechas,
merece ser privado de este nombre
y que ella no le tenga más por hombre.

Con estas no hay guardar términos varios,
ni buscar ocasiones señaladas,
ni temerse de tiempos adversarios,
porque son a deleites inclinadas;
aunque muestran los rostros muy contrarios,
siempre están a querer aparejadas,
como suele la fruta muy madura
que siempre tiene sazón y coyuntura.

Nunca vistes la huerta en el ejido
con las paredes bajas y desiertas,
que el fruto de ninguno es defendido
porque está sin defensas y sin puertas,
tal es la mujer libre sin marido,
cuando con luengas tocas va cubiertas,
que del que la pretende no se guarda
y ella propia le ruega si se tarda.

Porque por las pisadas que quedaron
de amoroso fuego en su memoria,
los recientes amores se lanzaron,
incitándolas más a mayor gloria,
y, por esto, nenguno desecharon
ni a nenguno negaron tal victoria,
antes con larga mano la derraman
en los que por ventura no las aman.

De todo me será muy buen testigo
aquella que a troyano dio su tierra,
la reina de Cártago es la que digo,
a quien el crudo amor le dio tanta guerra
que, dejada después del enemigo,
por mostrar quien bien ama cuanto yerra,
con el hierro de aquel que el hierro hizo
en polvo y en ceniza se deshizo.

Remedios puede haber para tentallas,
diversos y diversos pareceres;
unos piensan por ruegos alcanzallas,
otros dicen con fiestas y placeres,
otros quieren por fuerza sujetallas,
porque son temerosas las mujeres;
con cualquiera podrás acomodarte
y con cualquier mujer aventurarte.

Mas el que por mejor agora siento
campo que no se labra y donde se reúnen los ganados.
para con estas damas enlutadas
es entralle por gran recogimiento,
que son castas y honestas figuradas,
y proseguir el cauto parlamento
con ciertas santidades disfrazadas,
porque debajo de esta suelen ellas
apagar el ardor de sus sentellas.

No tardes en fingir aquestas cosas,
sino pasa derecho a las secretas;
alábalas que fueren muy hermosas
y a las que no lo son llama discretas;
a otras podrás decir que son graciosas
y otras que en estos tratos son expertos,
ansí que en lo que fueren extremadas
en eso deben ser de ti loadas.

Alábale la frente cristalina,
los ojos y el cabello de oro fino,
la boca tan hermosa, que divina
parece con el diente alabastrino,
y el rostro, donde amor no determina
ni sabe si es humano, si es divino,
y el cuello que sustenta la cabeza,
y ansí de lo demás pieza por pieza.

Dile que aquel vestido te contenta
y aquella gravedad te es amorosa,
y aquella honestidad que representa
la hace muy más bella y más hermosa;
y no vaya la lengua tan exenta
que venga a sospechar alguna cosa,
porque suelen ser libres en dejallas
aquellos que son libres en loallas.

Cuéntale tu pasión y tu accidente,
de suerte, que tu pena sea creída,
y dale las razones simplemente,
porque acaso no piense que es fingida;
mejor declara el hombre lo que siente
con los ojos y lengua enmudecida,
que con discreciones estudiadas
que ni son recibidas ni escuchadas.

Y, para le mostrar que es verdadera
la causa principal de tu dolencia,
señala gran tristeza por de fuera.
Y está, si puedes, siempre en su presencia;
y si fuere la dama de manera
que quiera ver de ti más experiencia,
no la dejes ni mudes paresceres,
que al fin se ablandarán, que son mujeres.

Sea de ti rogada y requerida,
oiga de ti los sueños deseados,
dile que se consume ya tu vida
en términos y plazos dilatados;
y, pues, te da favores adormida,
porque de ellas despiertas son negados,
que contemple tu mal y tu firmeza
y temple su rigor y su firmeza.

«Mira, señora, el mal que por ti siente
el alma que también supo quererte.
Revuelve acá los ojos blandamente
y verásme en los brazos de la muerte;
yo no quiero vivir tan tristemente,
si tengo con la vida de ofenderte,
¡acábame, señora, y triunfa de ella!,
pues no hay en mí que goces ya más que ella.

Allá tienes el alma por despojos,
la razón a tus pies está rendida
desde el punto, señora, que mis ojos
te vieron y de mí fuiste querida;
¡goza tu libertad!, que mis antojos
darán bien presto al traste con mi vida,
según crece mi mal y se detiene
el remedio que tanto le conviene.

¿Qué ganas que muera quien te adora
y pierdes en que viva desamado
el amante que no sabe una hora
vivir de sus cuidados descuidado?
El mal crece y el bien nunca mejora,
la esperanza me falta y el cuidado
me tiene ya, señora, de tal suerte
que muero porque no viene la muerte.

No más musa, no más supersticiones,
mira que vais muy mal enderezada,
acuerdeseos que de estas ocasiones
sales por mi dolor descalabrada;
algún tiempo dijistes mis pasiones
y sabéis que no fuistes escuchada
de aquel endurecido y blanco pecho
por quien estuvo el mío tan deshecho.

¿Cuantas veces, con versos lastimosos,
mi dolor y mi pena le mostrastes?
Y ¿cuantas, con suspiros congojosos,
a sus pies desmayado me dejastes?
Y ¿cuantas, con los ojos lagrimosos,
la tierra que pisaba le regastes?
y ¿cuantas, con desdén y rostro fiero,
respondió “ni me quiera ni le quiero?”.

En fin, yo digo, y es cosa probable,
que les cuenten los sueños que han soñado
con palabra y rostro miserable;
con esto a muchas muchos han gozado.
La mujer es muy fácil y mudable,
mas yo confieso en esto mi pecado
que jamás pude yo con tal remedio,
ni llegar hasta el fin ni hasta el medio.

También es con aquestas conveniente
fingir apartamiento muy de veras;
ya lo tenemos dicho largamente,
tratando de las libres y solteras,
y también de los trajes comúnmente,
los tiempos, ocasiones y maneras
para vencer la dama más esquiva,
si no le falta el punto de lasciva.

Y, aunque le falte, no debes dejalla
un punto ni momento de seguilla;
siempre vence quien dura en la batalla
y es vencido el que suele diferilla;
tú puedes más y más importunalla
con ruego y promesas persuadilla
hasta llegar el último remate
y, aunque sea robado, dalla mate.

Aquí, por los que son nuevos amantes
y no saben del arte muchas tretas,
algunas persuasiones importantes,
porne para decir a las discretas
escuchen los modernos praticantes:
dejen un poco estar las alcahuetas
que la dama discreta y avisada
de solo el hombre quiere ser tentada.

El amante le cuente de consuno
su pena si pretende aficionalla,
aquesto no podremos a ninguno
enseñar , cada cual sepa tentalla;
los preceptos cantamos uno a uno,
la lengua no podemos enseñalla,
ellos sepan hablar , porque al barbero
quien le duela la muela va ligero.

Algún tiempo por esto yo pasaba
del arte que tratamos bien desnudo,
necesidad entonces me forzaba
y amor labró el ingenio tosco y rudo;
y el que antes no sabía ni acertaba
se volvió tan sutil y tan agudo
que con facilidad siendo guiado
del dolor, publicaba mi cuidado.

Ansí que solo amor es el maestro,
a la lengua el dolor hace el camino;
el que supo querer sea bien diestro
en ablandar un pecho diamantino,
si no fuere el hado tan siniestro
que tope con ingenio tan divino, pondré
que no precie las hablas muy agudas
y estime las que son simples y rudas.

Y cuando fuere tal, ten advertencia
al tiempo que llegues a hablalla,
que turbes estando en su presencia
y te muestres atónito en miralla;
y ,para que te crea tu dolencia,
vale mucho hablalla sin hablalla;
quiero decir que el rostro, con su mengua,
mejor dice la pena que la lengua.

Pero, la turbación desimulada
y el cauto corazón asegurado,
comienza con la voz más sosegada
a decir el furor de tu cuidado;
y, teniéndola de él bien informada,
a sus pies, si se sufre, arrodillado,
persuade que muchos corazones
se vienen a rendir con persuasiones.

Diles cómo pasan presurosas
a dar al ancho mar y allí se envuelven
las aguas; las edades más viciosas
corren a la vejez do resuelven;
que aprovechen , pues, si son damas hermosas;
los tiempos que se pasan nunca vuelven,
que gocen la ocasión que les ofrece
la juventud y edad cuando floresce.

Mira que las que agora sois tiranas,
por veros mozas, bellas y hermosas,
y desecháis los hombres muy ufanas,
del amor y del mundo desdeñosas,
algún tiempo veréis de blancas canas
pobladas las cabezas presuntuosas,
y la ves que es agora blanca y pura
cubierta con arrugas su figura.

No hallaréis vertidas blancas rosas
en el original estaba al margen.
en los quicios que agora están floridos,
ni en el barrio pendencias peligrosas,
ni en la calle quedar hombres heridos;
no seréis festejadas como diosas
de los que andan agora tan perdidos,
llegará la vejez con ligereza

y el tiempo robará vuestra belleza.
Los ciervos se renuncian, destroncados,
los cuernos por quien antes eran viejos,
y la sagaz culebra, despegados
de los cuerpos venenosos, los pellejos;
las mujeres hallaron quebrantados,
aquestos salutíferos consejos
que, en pasando una vez del tiempo medio,

bien pueden perdonar que no hay remedio,
pues, damas, no se pase tiempo,
goza la juventud y edad florida,
que, si no la gozáis con buena suerte,
la veréis con el tiempo consumida;
mira que lo que más mata en la muerte
es el ocio que vive de la vida;
y al fin todo se pierde sin provecho

si no es lo bien ganado y lo bien hecho.
Con estos y otras cosas semejantes,
dichas con cierta muestra de tristeza,
se rinden las mujeres arrogantes
al regalado amor y su terneza;
con lágrimas se ablandan los diamantes,
perdiendo su furor y su braveza,
y las tiernas mujeres alcanzadas
suelen ser con palabras regaladas.

La mujer más cruel y más ingrata,
la más esquiva y endurescida,
la que huye de amor y se recata,
la que está a desdeñar apercibida,
la que, libre de amor, de amores mata,
la que vence sin ser ella vencida,
se rinde cuando piensa y considera
cómo pasa la vida tan ligera.

Esta contemplación, con tierno celo,
del alma que abraza contemplada
hizo abrir los caminos de mi cielo
y gozar de la gloria deseada;
sentado de rodillas en el suelo,
la persuasión decía declarada
y tres veces me dijo que volviese
y la mesma razón la repitiese.

Sintióse enternecer el blanco pecho
y al amoroso tiempo fue rendiendo
la dureza por quién, casi deshecho,
mi corazón estaba ya muriendo;
mas yo, en su rostro y ojos conociendo
las señales de dar fin a mi hecho,
por no perder el tiempo en la respuesta,
enviendo la ocasión, me fui a la fiesta.

Comencé por el fin de mi deseo
y acabé en el principio de mi gloria;
gloria fui cuanto vi y aún cuanto veo
agora figurado en la memoria,
porque, puestos al punto del torneo,
vencido yo quedé con la victoria
y, al fin, gozando el fin del fin de la arte,
eché con dulce fin cosas aparte.
Fin

2019-02-25T06:49:56+00:00

Un comentario

  1. Javier Blasco 12 septiembre, 2018 en 4:06 pm - Responder

    Si este largo poema es un texto dependiente del Remedia amoris ovidiano, existe un romance que otorga a este mismo texto un registro popular. Véase el romance “Paseando fui una noche” en esta misma base de datos.

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