Octavas
De un lindo talle en la cueva umbrosa,
de muy menuda yerba no crecida,
llegando a la parte más sabrosa,
más honda, más secreta, más escondida,
do vi surgir el agua sonorosa,
regando todo el valle de corrida,
y luego me salí, que no debía,
pensando que otra vez volver podría.
Después acá, por más que haya querido,
pisar no he podido el verde prado,
por lo cual rabia tanto mi sentido,
que lo tengo furioso y emperrado.
Triste caso, y desastre nunca oído,
que no se pueda entrar donde se haya estado
y que pueda una súbita mudanza
traer como anegada una esperanza.
Deja tu comentario