Durmiendo una mañana con contento,
ajeno de tormento,
dulcemente soñaba
que yo era mariposa y que volaba,
y con grande alegría 5
sobre tus blancas manos me ponía,
y tú que me arrojabas
y con el pie divino me pisabas,
diciéndome: «Atrevido traidor, ¡muere!,
que así debe morir quien volar quiere». 10
Soñé que de tus manos me escapaba,
y que volando andaba
buscando yo algún nido
para ser de tu saña socorrido.
Y, turbados los ojos, 15
en el nido de amor tus labios rojos
queriendo yo asconderme,
de tu divina boca vi ofenderme,
con la cual indinada me soplabas
y lejos deste nido me aventabas. 20
De un grande soplo me abatiste al suelo,
mas torné a tomar vuelo
y huyendo temerosa,
entre tus piernas me metí medrosa,
pensando estar sigura. 25
Pero duró muy poco esta ventura,
mas tú que me sentiste
aqueste dulce nido defendiste
de tal manera que me fue forzado
salir por donde entré –¡mal de mí!– irado. 30
De volar porfiando ya cansada,
caí desesperada,
en tus faldas rendida
a recebir por ti la muerte o la vida.
Y como tigre hircana, 35
preciándote de ingrata y de tirana,
las alas me arrancaste
y en un fuego cruel las arrojaste,
diciéndome: «Merece ser quemada
quien en volar ha sido tan osada». 40
Despertando del sueño tan glorioso
he quedado medroso,
porque del sueño temo
que ya en aqueste fuego yo me quemo,
siendo grande locura 45
haberme yo soñado tal ventura,
y que mi atrevimiento
merece mil infiernos de tormento,
y que es grande osadía y devane[o]
querer volar tan alto mi deseo. 50
Deja tu comentario