Érase que se era,
que enhorabuena sea;
el bien que viniere
para todos sea,
y el mal,
para la manceba del abad;
frío y calentura,
para la amiga del cura;
dolor de costado,
para la ama del vicario;
y gota de coral,
para el rufo sacristán;
hambre y pestilencia
para los contrarios de la Iglesia.
Interesante resulta leer el Quijote, I, 20 a la luz de este texto tradicional. En el anticlericalismo de muchos lugares de los textos cervantinos me parece escuchar ecos con centro de gravedad en la biografía del propio Cervantes. Al menos eso me sucede en este caso y en el del Clérigo del palacio de los duques, en la Segunda parte.