Esta noche, Dorisa, yo soñaba
(¡si, sueño fue no más!) que, a mi despecho,
a acostarte venías en mi lecho
y el Amor por la mano te guiaba.
Sacado el Dios un dardo de su aljaba
rasga de tu pañuelo el lazo estrecho,
quedando al aire el blanco y duro pecho
que yo con dulces besos adoraba.
Yo el último deleite te pedía,
tú me lo rehusabas con empeño,
el Amor nos miraba y se reía.
Y hecho, por fin, de tu hermosura dueño,
a un mismo tiempo entrambos nos venía
el pesar de que todo fuera un sueño.
Deja tu comentario