Fue a cobrar la limosna del convento,
al hacer el agosto, fray Benito,
monje discreto, al parecer bendito,
prieto de rosto, aunque de mucho asiento.
El pueblo junto y todo el regimiento
le regalaba y le quería infinito;
cual le da el pollo, cual le da el cabrito,
queso, tocino y otras cosas ciento.
Mas tal maña se dio, calla callando,
en medio las solteras y casadas,
que a muy pocas dejó sin hijo o nieto.
Quedose la partera santiguando,
y dijo, como tantas vio preñadas:
“mirad si hay que fiar de monje prieto”
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