Fue a coger la limosna del convento
al principio de agosto fray Benito,
fraile devoto, al parecer bendito,
negro de rostro, aunque de buen asiento.
El pueblo todo, y todo el regimiento,
le regalaba y le queria infinito:
cual le da el pollo, cual le da el cabrito,
queso, tocino, y otras cosas ciento.
Mas tal maña se dio calla callando,
entre las mozas y entre las casadas,
que muy pocos dejó sin nieta o nieto.
Quedose la comadre santiguando,
y dijo cuando a tantas vio preñadas:
«Mirad, que hay que fiar en fraile prieto».
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