LETRA
Madre mía, no me riña
que quiera gozarme yo;
que también ella gozó
sus madejas siendo niña.
Madre, pues llegó a gozar
el tiempo de su niñez,
déjeme holgar esta vez
para no me malograr.
Que no es bien querer entrar
la soga tras el caldero,
siendo el amor lisonjero
el águila de rapiña:
que también ella gozó
sus madejas siendo niña.
Mire que es mozo galán,
atrevido y belicoso,
y aunque es por extremo hermoso
es un fuego de alquitrán.
Por los aires le verán
ya tirando al cielo rayos,
ya con alegres desmayos
del ruedo de la vasquiña:
que también ella gozó.
sus madejas siendo niña.
Saetas me tira de oro
que, llegando hasta mis faldas,
ya son hermosas guirnaldas
que Europa le puso al Toro.
Su hermosa deidad adoro,
y el humilde y halagüeño,
en mirándome risueño,
cuanto tengo m’escudriña:
que también ella gozó.
sus madejas siendo niña.
Díçeme tantos amores
que casi me haçe creer
que puedo la diosa ser
presidente de las flores.
Y en medio d’estos favores,
pisándome como abeja,
si me quejo, no se queja
y con el ojo me guiña:
que también ella gozó,
sus madejas siendo niña.
Cierto, madre de mi vida,
que es un muchacho extremado,
estando siempre ocupado
en traerme bien vestida.
Y a la vez que me convida
con arrullos de palomo,
me llega a dar cuanto como
y con su pico lo aliña:
que también ella gozó,
sus madejas siendo niña.
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